sábado, 2 de abril de 2005
jueves, 31 de marzo de 2005
El señor Moratinos se cabrea
La verdad está en los periódicos: sólo hay que saber leerla
Elias Canetti
Lugar: Una sala de conferencias en Ramala, capital de los Territorios Ocupados.
Fecha: 16 de marzo de 2005.
Personajes: El ministro español Moratinos que da una conferencia y un público joven, mayoritariamente estudiante.
Momento: Al final de la conferencia, cuando algunos asistentes preguntan al ilustre orador por qué la UE no presiona más a Israel para que cumpla los fallos del Tribunal Internacional y las resoluciones de la ONU.
Iluminación: Moratinos sufre un ataque de irritación y les espeta airado que si no les parece poco el que la UE haya defendido esos fallos verbalmente. Y que desde luego no puede hacer más de lo que hace porque entonces aparecería como propalestina. Y que ya está bien de tanto quejarse, que lo que tienen que hacer es reconocer que la Intifada ha fracasado. Y que...
Conclusión: A veces los diplomáticos, si se les pilla desprevenidos, dan muestras de conocer la sinceridad.
El señor Moratinos tiene experiencia en bregar con los palestinos. Fue durante un tiempo el enviado especial de la UE en la zona. Asistió impávido a la destrucción sistemática por parte del ejército israelí de todas y cada una de las infraestructuras en Gaza y Cisjordania que se construían con el dinero que la UE entregaba como ayuda al desarrollo. Con el que quedaba tras el distraímiento de la parte correspondiente por parte de la Autoridad Palestina, claro.
Y ahora se nos muestra claro y franco: no sólo exige a los palestinos que abandonen la violencia (no ya la terrorista, sino la legítima de un pueblo contra su invasor: piedras contra tanques, la defensa contra la ocupación), sino además que no se quejen si se sienten abandonados por la comunidad internacional. Para ellos sólo será legítima el arma de la paciencia. Como para el santo Job. Esperar santamente a lo que quiera concederles la Divina Providencia en forma de Sharon y Bush.
Ya puede el señor Moratinos irritarse en su propia cara con los palestinos, que son las víctimas, los pobres, los agredidos y los despojados. Me gustaría ver su bonachona figura de diplomático paternalista irritándose de igual modo en la cara de los israelíes, los agresores, los despojadores, los ricos, los dueños de las armas. Ah, que es que, en caso de que se atreviera, podría dañar la imagen mediadora y aparecer como propalestino, según sus propias palabras. Esa es la cruz que soporta la UE como mediadora ¿verdad? Si exige con algo más que ruegos encarecidos al Estado de Israel que deje de martirizar a sus vecinos y les devuelva las tierras que les arrebató por las armas, que cumpla de una vez las resoluciones de la ONU y el dictamen de los Tribunales Internacionales, que haga todos los muros que quiera, pero únicamente en su territorio, que deje de colonizar descaradamente territorios ajenos y que, si no lo hace, se atenga a las consecuencias en forma de sanciones efectivas, entonces ustedes temen parecer propalestinos. No prodemócratas, projusticia internacional y proresoluciones de la ONU. Propalestinos.
Esta vez sí que le agradecemos su franqueza. Estuvo muy bien. Lo que ya no estuvo tan bien fue su arrebato de irritación con aquella pobre gente. Al señor Moratinos y a la beata sociedad que representa les debería bastar con soltar dinero para barnizar sus conciencias. Sigan haciéndolo. Pero por favor que no se arrogue el derecho a ir a la casa del pobre a echarle en cara lo desagradecido que se muestra con su hipócrita caridad.
NOTA: La noticia fue recogida de la edición en papel del diario El País en la sección de Internacional del 27 de marzo. No coloco enlace por estar incluida dentro de la zona de pago de la edición digital del tacaño diario.
martes, 29 de marzo de 2005
Jiménez del Oso
alejandro v. garcíaLos riesgos de la magiaNo dejar de ser una paradoja –o una especie de ineludible afinidad electiva– que la persona que más ha conversado con los muertos en España se haya muerto, que el profesor que ha enseñado a decenas de videntes y hechiceros a desentrañar los mensajes del más allá habite ahora esa otra dimensión indescifrable que sin embargo él trataba con conocimiento y familiaridad. La mayoría de los periódicos reprodujeron ayer la biografía necrológica que difundió la agencia Efe sobre el parapsicólogo Fernando Jiménez del Oso, fallecido el domingo en un hospital madrileño. Méritos no le faltaban a este circunspecto psiquiatra paranormal. Fue presentador de programas de televisión como Más allá. La puerta del misterio o Punto de encuentro, y escribió numerosos libros y artículos sobre espiritismo, necromancia y otras pintorescas artes adivinatorias, pero sobre todo fue el más extraordinario valedor de la irracionalidad que ha habido en nuestro país.A mí me caía bien y mal. Bien porque a pesar de sus demoledoras ojeras y su voz grave Jiménez del Oso resultaba simpático. Incluso cuando convocaba a la muertos más zarrapastrosos, por mucho que engolara la voz, se rastreaba en sus maneras un aire bromista, una estela de artista bufo que incitaba a la ternura y a la complicidad momentánea. Y mal porque provocó un malentendido tan extraordinario que elevó la irracionalidad a categoría científica y, quizá sin proponérselo, trazó el camino que debían seguir decenas de charlatanes y predicadores que han convertido la locura en conocimiento, la idiotez en juicio y la chifladura en negocio tramposo. Hoy día, incluso las cadenas de radio más serias mantienen en su programación espacios insensatos dedicados a las ciencias ocultas. Pero no es lo más peligroso. Al fin y al cabo estos espacios son una suerte de citas acotadas a donde sólo acuden los marcianos. Lo peor es comprobar cómo estas creencias, a fuerzas de ser repetidas, han contaminado subrepticiamente el discurso racional, han fomentado la vileza y el engaño al prójimo y en el fondo son vehículos apropiados para difundir los valores dominantes de una sociedad conformista y resignada.Yo no creo que sea malo conversar con los muertos siempre que se haga en el sitio apropiado: en el teatro o en la caseta de feria, lugares donde el espectador está obligado a adoptar la necesaria distancia. Lo peor es cuando se practica en espacios impropios y para promover estafas económicas o morales. Ejemplos no faltan: empresas que imantan el agua, curadores por imposición de manos o incluso industrias sustentadas en caras que surgen las entrañas de la tierra y que en realidad simbolizan el mayor descaro y desfachatez. No, no son tonterías. El filósofo Theodor W. Adorno se dedicó durante dos años a estudiar las predicciones astrológicas del periódico Los Angeles Times y concluyó que las ciencias ocultas en realidad representaban una especie de temible disfraz autoritario.
domingo, 27 de marzo de 2005
Tercer misterio
Andrés ( tu hermano carnal) — 27-03-2005 23:56:03
harazem — 29-03-2005 02:08:26
Chinche — 29-03-2005 11:31:04
harazem — 30-03-2005 09:58:53
P — 31-03-2005 00:54:12
Segundo misterio
Mi viejo amigo Juan Sepelio siempre fue una persona muy curiosa. Y ello lo ha convertido en un pequeño benefactor de la Humanidad. Ha dedicado su vida al descubrimiento de las causas y los mecanismos que rigen muchos de los actos humanos que se consideran normales o efectivos sin más razón que la costumbre o la tradición.Por ejemplo, cuando éramos pequeños, a Juan Sepelio le encantaba observar los corros de niñas que, sentadas descuidadamente en el suelo de las calles de nuestra infancia, jugaban confiadamente a los cromos. Las razones últimas de tal ejercicio de observación pertenecen a la esfera más íntima de los resortes del cerebro de mi amigo y no voy a entrar, por el momento, en ellas. Sólo resaltar que por esa observación continuada y devota de las inocentes niñas empleadas en tan apasionante juego, (que los niños, menos delicados, nunca supimos apreciar) acabó fijándose en el mecanismo interno del mismo. Y tras observar que las niñas recogían en la aconcavada palma de sus manitas un golpe de aliento antes de golpear con ella vigorosamente encima del finísimo y coloreado cromo con el fin de voltearlo por el efecto chupón ejercido, decidió comprobar la base científica de tal acción. Agenciado de varios cromos originales hizo pruebas y confeccionó estadísticas que le llevaron a demostrar que el número de volteos fallidos era el mismo tanto en el caso de que se propiciase añadiendo un golpe de aliento en el hueco de la mano como en el caso de que no se hiciera. Por supuesto nunca pudo convencer a las felices niñas de lo inútil de su proceder, con lo que mi amigo cayó a partir de entonces en un profundo escepticismo sobre la capacidad regeneradora del género humano por la fuerza de la razón.En otra ocasión decidió demostrar que el besito final que se daba la gente en la yema del dedo pulgar al santiguarse devotamente tras una plegaria no añadía efectividad al cruciferio. Hizo diversos ruegos a la divinidad santiguándose con y sin ósculo digital y demostró mediante la confección de pacientes tiras estadísticas que la probabilidad de gracia alcanzada por el ruego era en ambos casos la misma.Todo esto lo cuento para demostrar que los métodos de estudio de mi amigo Juan Sepelio son serios y fiables. Así, uno de sus últimos estudios lo ha dedicado a la causa de la elección del color tradicional del terno que lucen en las procesiones las altas jerarquías cofrades que, como todo el mundo sabe, es el azul marino. Probablemente la elección de esa concreta materia de estudio se deba precisamente al pertinaz olvido que los minuciosos exégetas cofradieros le han dedicado, frente al prolijo detallismo que han desplegado siempre respecto a toda la demás parafernalia procesionista: origen de los colores y de cada uno de los elementos del lúgubre disfraz de nazareno, contabilización del número exacto de golpes de gubia que necesitó cada una de sus idolatradas imágenes, número de palabras exactas de esas joyas de la brillantina literaria que son los pregones, etc. El caso es que mi amigo Juan Sepelio, tras sesudos y contrastados estudios ha llegado a la curiosa conclusión de que el color elegido para los sobrios y elegantes ternos, en cuyas tersas solapas hacen destellar el oro de sus barrocas insignias, fue en su momento y ya para siempre el azul marino por la demostrada causa de que es justo contra ese color donde más destacan los vistosos grumos de caspa que suelen excretar las engominadas y a veces acaracolilladas nucas de sus portadores y que tienden a depositarse mansamente en sus devotas hombreras.