Las tres últimas actuaciones del partido en el gobierno han ido encaminadas a solucionar los tres más graves problemas que tiene este país en las tres vertientes clásicas: la religiosa, la político-social y la económica.
En lo religiosofrenando las iniciativas laicistas ante la visita del 'número dos' del Vaticano. ¿Qué quiere decir esto en términos claros que el pueblo llano lo entienda? Pues sencillamente que los miembros del gobierno de izmierdas de España van a seguir lamiendo hasta el último pelito del ojete del Ente Vaticano hasta dejarlo como una patena. Una patena que servirá para que no se les caigan al suelo las hostias que los sicarios nacionales de ese mismo Ente mafioso les van a seguir dando de todos modos.
En lo económico, el gobierno se ha empleado a fondo en capear los efectos de la crisis. Por ello ha encargado la compra de 100.000 pelotas de goma para las fuerzas antidisturbios. Con esta espectacular medida nuestro eficaz gobierno mata (con perdón) dos pájaros de un tiro: reactiva un sector clave de la industria española como es el de armamento y permite a las fuerzas de orden público contar con el suficiente material disolvente para cuando la gente se de cuenta de que los bancos se quedan con la pasta que el gobierno le acaba de soltar sin encontrar contrapartida y se le acabe la paciencia, esa que dice tan seriamente el ministro Sebastián que se le va a agotar a él. Sacos de pasta para los ricos y pelotas de goma para los demás. El verdadero rostro de la izmierda española.
Desde aquí muestro mi solidaridad y mi pena, como contertulio habitual que soy del foro CALLEJA DE LAS FLORES, por el brutal ataque (DOS) que ha sufrido su servidor y que ha hecho que lleve caído tres días. Las sospechas acerca del origen del ataque apuntan directamente a la ciudad de Córdoba. Como ese foro es el único en la ciudad que se atreve a levantar el pico del manto purpurado de ribetes dorados que oculta las toneladas de mefítica basura que corrompen las estructuras sociales, políticas y económicas de esta pobre ciudad no tiene nada de extraño que se haya convertido en el blanco de los corruptores y sus sicarios. El problema es que éstos son tantos y tan variados sus poderes que localizar exactamente el ventanuco de donde salió la bocacha del rifle que el cobarde blandió para dispararnos es sumamente difícil. Ojalá te mueras, cabrón.
Desde la Place du Gouvernement se accede directamente por la rue de la Casbah y por la primera puerta a la derecha al zoco de las chechías (suq al-shauashi), los bonetes típicos de los hombres tunecinos cuya secreto de fabricación artesanal viene pasando de padres a hijos desde el siglo XVII en que los exiliados moriscos lo introdujeron en el país. Porque efectivamente ese bonete era el que usaban los musulmanes españoles, devenidos luego en moriscos y luego en expulsados de su tierra. Se fabrica de lana de oveja tejida a ganchillo, cardada, moldeada con calor y teñida con la apreciada cochinilla, colorante rojo provinente de las Islas Canarias. La artesanía de las chechías sufre en la actualidad una acusada decadencia, a pesar de que se siguen exportando a todo los países del Maghreb. Pero su uso popular ha quedado ya restringido en todos ellos a las personas de edad. Hoy en día unos pocos de los talleres-tienda siguen manteniendo la industria casi exclusivamente de cara al turismo y muchas de ellas han sido transformadas en locales de venta de la adocenada parafernalia turística, aunque conservan su decoración polícroma en madera labrada inspirada en los motivos nazaríes y de sus paredes penden aún viejas fotos de la Alhambra y la Mezquita de Córdoba.
Desde el zoco de las chechías se accede fácilmente al suk el-Berka, el antiguo mercado de esclavos. Todavía se conserva una solitaria columna, pintada con el típico motivo turcomano en espiral de verde y rojo, en una esquina en la que se ataban a las más hermosas esclavas para su venta, según nos contaba, poniendo ojillo libidinosos, a mí y a mis colegas estudiantes del Instituto Burguiba uno de los camareros del café Manouchi. Porque eso, ese café. era lo que andaba buscando por esa zona de la medina.
Cuando en el año 90 pasé parte de un verano en la ciudad estudiando árabe, el café Manouchi era el lugar de encuentro de un grupo de colegas en nuestras frecuentes escapadas a la medina desde el Foyer donde nos alojábamos. Se trataba de una antigua wukala (hospedería de lujo, especial para comerciantes ricos) situada en pleno corazón de la medina. Debía ser mucho más antigua pero su aspecto actual podría situarse en el siglo XIX. Las paredes tanto de las habitaciones como del patio porticado estaban completamente recubiertas de azulejos formando cuadros, algunos de los cuales, representaban, caso insólito en la iconografía cerámica tunecina, seres vivos, tanto animales como humanos. El local estaba siempre muy animado frecuentado por chicos locales (las únicas chicas eran nuestras compañeras europeas) y resultó pronto un buen sitio para practicar el árabe que íbamos aprendiendo en las clases con ellos. ¡La de cafés turcos, narguiles y conversaciones con la variada gente del Instituto que disfruté allí aquel verano! Recuerdo a una chica de Sarajevo que nos hablaba de la armonía que reinaba en su ciudad entre musulmanes, católicos y ortodoxos. Un año justo antes de que empezaran los primeros problemas que luego desembocarían en la terrible matanza. Y cómo yo defendía ante ella que eso sólo era posible por la desactivación de las religiones que había llevado a cabo el dictador Tito. ¡Cuánto me acordé de ella en los años posteriores!
Cuando esta vez llegué al café ya me sorprendió encontrar la estrecha entrada cubierta de bagatelas para los turistas, así como el pasillo que conducía al patio. Pero la más aguda de las decepciones se apoderó de mí cuando descubrí que mi añorado café había desaparecido y que ahora la vieja wukala se había convertido en una enorme tienda de gilipolleces para los guiris. Una vez repuesto me dediqué a tratar de encontrar los azulejos entre la jungla de chucherías que cubrían absolutamente todo: las paredes , los techos, las columnas, los arcos... Los vendedores me contaron que hacía siete años que dejó de ser un café. Problemas con las drogas y peleas por las cartas llevaron al dueño a traspasarlo con cambio de negocio incluido, me dijeron. No creo que fuera esa la causa. Al final ellos mismos me confirmaron que realmente era infinitamente más rentable la nueva dedicación que la antigua. Y ahora viven de esto 10 familias cuando antes lo hacía una sola.
Me entretuve comprobando el estado de los azulejos y no logré descubrir daños apreciables como clavos clavados en ellos. Parece que los comerciantes los seguían cuidando, aunque desde luego su vista era imposible. Busqué especialmente uno, situado en un rincón del patio, que me gustaba mucho y que representaba una mujer junto a una tumba. Me sorprendía la perfección con que estaban dibujadas las letras de la lápida y lo extraño del brazo desnudo que la mujer ostentaba. Lo encontré no hace mucho en un libro sobre arte tunecino, de donde he sacado la foto que cuelgo. Seguía allí, oculta bajo un montón de bolsos de cuero.
Otro de los lugares que quería volver a visitar es la tumba de un personaje del que tuve la primera noticia muchos años antes de ir a Túnez, a través de los libros de Juan Goytisolo. Se trata de Ibn Turmeda, nacido Anselm, un fraile mallorquín del siglo XIV, capellán de la guarnición de mercenarios catalano-aragoneses contratados por el monarca hafsí de Túnez que acabó convirtiéndose al Islam. Sus libros, los anteriores y los posteriores a su conversión son obra de un claro racionalista y su crítica al antropocentrismo en su célebre Diatriba del asno son un precedente del apenas velado ateísmo renacentista. Alcanzó gran fama entre los musulmanes, siendo conocido por su nombre adoptado tras su conversión ‘abd-Allah y por el sobrenombre de Al Turyaman (el Traductor). Sigue siendo muy venerado por los musulmanes quienes a su muerte le construyeron una ermita, aunque su tumba se encuentra a unos metros de aquella, en mitad de una calle, a la entrada del suq as-Sekajjin (de los fabricantes de sillas de montar), pintado como la puerta de un hammam. No sé si existirá otro caso parecido en el mundo de tumba callejera.
Contemporáneo de Ibn Turmeda, aunque nunca llegaron a encontrarse, fue Ibn Jaldún. Uno de mis héroes a quien guardo devotamente en mi heroeteca junto con Averroes, Spinoza, Marx y Darwin. Aunque a veces he soñado con la fantasía de que ambos se llegaranb a encontrar lo cierto es que Ibn Turmeda llegó a Túnez en 1487, cinco años después de que el filósofo se marchara a El Cairo definitivamente. Ibn Jaldún es uno de esos casos intelectuales revolucionarios que partiendo de una tradición anterior que evoluciona cadenciosamente proporcionan de repente un tremendo salto al pensamiento de su época. La visión que de la Historia planteó supuso un salto revolucionario que hizo pasar a una materia que no iba más allá de una enumeración más o menos coherente de hechos a la consideración, desde el punto de vista actual, de una ciencia con todas las de la ley. El problema de la obra de Ibn Jaldún (exactamente igual que la de Ibn Rushd, Averroes) fue que no tuvo continuidad dentro de su medio natural, el mundo islámico, dado el proceso de imparable decadencia en que se hallaba inmerso, impidiendo lo que, aventurando quizás mucho pero no demasiado, pudiera haber sigo el germen de una renovación en las relaciones de la ciencia y la religión musulmana, y por otra parte no trascendió a la tradición occidental hasta bien entrado el siglo XIX cuando los europeos quedaron deslumbrados por la modernidad del pensamiento de Ibn Jaldún. Son tópicas ya las alusiones a sus planteamientos acerca de la importancia determinante de los modos de producción económica en la conformación de los distintos tipos de sociedad, que desarrollaría el materialismo histórico marxista 400 años después.
Pero yo lo que quería era visitar la calle donde nació, una zona de la medina que acogió desde muy pronto a los primeros exiliados andalusis. En el caso de la familia de Ibn Jaldún, una importante estirpe sevillana que dominó los resortes políticos de la ciudad desde prácticamente los tiempos del emirato de Córdoba, el exilio vino dado por la conquista de la zona occidental de Andalucía por el rey Fernando III de Castilla en 1248. Tras una estancia de algunas décadas en Ceuta se traslada a Túnez donde son acogidos por el monarca hafsí a comienzos del siglo XIV. Ibn Jaldún siempre consideró a Al Andalus su verdadera patria, cuyos ya menguados territorios visitaría en varias ocasiones. La posición económica de la familia Jaldún se nota en la calle que eligen para vivir, la más aristocrática y la más larga de la medina, a la que atraviesa completamente de norte a sur. Hoy día la calle recibe varios nombres a lo largo de su recorrido, siendo el trozo correspondiente a la actual Turbet el Bey en la que nacería el futuro genio de las ciencias sociales. Se encuentra, como toda la medina, a la nada que nos alejamos del cogollito turístico central en muy mal estado, necesitada de múltiples arreglos que le devuelvan su esplendor original. Casi al final se encuentra uno de los más importantes monumentos de la medina y que le da nombre, Turbet el Bey, las tumbas de los gobernadores turcos de la ciudad y de sus familias, de interés limitado, aunque digno de visitarse. Justo un poco antes del monumento, la calle de los Jueces comunica Turbet el Bey con la rue des Andalouses, cuyo nombre habla bien claro de la condición de sus habitantes en el pasado.
El gobierno tunecino decidió homenajear hace años a su hijo más importante, por supuesto después de Aníbal, erigiéndole una escultura en el corazón de la ciudad nueva. Ni el Ayuntamiento de Córdoba, el mayor perpetrador de horripilantes esculturas urbanas del hemisferio norte, hubiera superado la afrenta que el tunecino perpetró con el genio andalusi. Sin comentarios, dejo prueba fotográfica de ello. No tengo palabras con que modestamente vengarme o hacer justicia con el responsable de la canallada.
La gran Mezquita Zeituna se alza en el corazón de la medina, en la cima de un cerro con el que se topan quienes provienen de la calle Zeituna que nace en Bab el Bahr y que hace que haya que subir unas escaleras para acceder a su patio. Desde él es posible contemplar sólo el atrio principal con sus columnas coronadas por capiteles romanos y bizantinos y el majestuoso alminar, obra del siglo XIX e inspirado directamente en el de la mezquita de la Casbah, y por tanto tataraniento directo del de la mezquita de Córdoba, como os contaba el otro día. Un paseo interesante es recorrer todo su perímetro por fuera e ir descubriendo en sus escondidas puertas los restos de arquitectura clásica en ellas inscritos.
El resto de la medina, en la que se esconden muy interesantes tesoros histórico-artísticos, es posible recorrerla, al contrario de las marroquíes, con la ayuda de una guía y un plano, pero primando el dejarse llevar por el vagabundeo, para descubrir por nosotros mismos sus zocos, sus mezquitas y sus medersas. Uno de mis lugares favoritos es la zona de la mezquita del Qsar, justo al lado de Bab Menara y de la salida del zoco Sekkajin , donde se encuentra la tumba de Ibn Turmeda. Se trata de una mezquita pequeña, de sillares poderosos construida en el siglo XII y con un alminar del siglo XVII muy bonito, de estilo andalusí, para variar, cuya vista viniendo desde el exterior de la medina impresiona por lo estético del conjunto que forman los arcos que lo une al muro contrario, el color dorado de la piedra y la gracia del minarete, formando una estampa realmente encantadora.
Como las tempranas cenas que nos proporcionaba el buffet libre del hotel eran rotundas y exquisitas, tras dos días de haber almorzado en restaurantes de fuera, y haber llegado casi sin ganas a la cena, decidimos restringir la comida del mediodía a un simple piscolabis. Eso fue posible sólo a medias. Descubrimos un local de comida rápida y pizzería donde servían unos superbocadillos de chawarma para morirse. Limpio, moderno y siempre abarrotado quedó convertido en el lugar de parada obligada camino de la estación de los louages a Hammamet. Estaba rotulado con el imaginativo nombre de Mamma Mía y se encontraba en la calle Yugoslavie, a dos pasos de la place de Barcelone, justo frente a la puerta trasera de la embajada de Francia, donde siempre había una enorme cola de gente tramitando el visado.
Hablamos C. y yo esta mañana ante una cerveza en Plateros. Le cuento lo que leí que había dicho recientemente el director del periódico ultraderechista La Razón, Francisco Marhuenda. En un debate sobre la masacre de Gaza, Marhuenda, que une a sus convicciones políticas ultraliberales las religiosas ultracatólicas y que está empeñado en una campaña personal contra los defensores del aborto a los que califica sin ambages como criminales, cuando se le presentó la evidencia de los 300 niños muertos por los ataques indiscriminados del ejército israelí contestó impasible: ¿Y cuántos de ellos mueren normalmente por causas naturales?
¿Son así de cabrones naturalmente, tienen de verdad tan mala entraña o lo hacen por las habichuelas? Me pregunta C. Es difícil delimitar el grado de cabronismo en estos elementos. Le digo. Los hay desde luego que merecen cada una de las letras del insulto, mercenarios voluntarios como son. Jiménez Losantos y su repugnante caniche lengüerín, esa especie de Golum Moral (y físico) que responde al atroz calificativo de Gabriel Albiac. Ateos al servicio de la Iglesia Católica los dos y uno de ellos también al del estado de Israel, de quien dicen las malas lenguas que junto con Pilar Rahola cobra subterráneamente. A través de ellos la Iglesia Católica hace su guerra a la competencia, el Islam, además de a cualquier forma de racionalidad democrática. Y nada mejor que aplaudir el exterminio de un buen puñado de musulmanes. La patraña de que en sus medios de comunicación existe libertad de pensamiento es fácilmente desmontable sólo con escuchar el nombre de sus dueño: la Conferencia Episcopal Española, un organismo antidemocrático por esencia, basado en un sistema de obediencia jerarquizada que controla hasta la última brizna de hierba que crece bajo sus malolientes sotanas. Así que esos dos exizquierdistas, exmarxistas, esdetodistas que venden sus habilidades intoxicadoras al Ente Vaticano son sólo eso, unos mercenarios, con toda la carga semántica de ese término, sin libertad para comunicar nada que no haya sido previamente diseñado por un estratega ensotanado. Quien quiera mearse de la risa puede expurgar en los archivos de la revista de tendencia marxista leninista de los 70, El Viejo Topo, los artículos que perpetraban los dos pájaros. Y como el máximo representante del amoralismo filosófico, Gabriel Albiac no es (afortunadamente) demasiado conocido puede el curioso comprobar AQUÍ su capacidad de comportarse como un racista de la peor especie asistiendo a la denuncia pública que parte de sus alumnos de la Universidad Complutense de Madrid levantaron contra él. O a una semblanza que le hizo Carlos Tena no hace mucho.
Pero a mí me da mí me da igual que unos sean sinceros y que otros sean mercenarios. Igualmente dañinos son porque defienden la injusticia como forma normal de actuación de los políticos y de los ejércitos. Sí me preocupan más los defensores de esa injusticia que se dicen aún progresistas. Los que a la sombra del PSOE se reclama de izquierdas, es decir luchadores contra la injusticia en cualquiera de sus formas, pero que en sus descensos a los infiernos de la justificación de los hechos de los apóstoles socialistas españoles se pringan del cieno de la iniquidad hasta los ojos. Y el hechos fundamental de esos apóstoles socialistas es que están sistemáticamente justificando el que un estado poderoso machaque, empobrezca, bloquee y de vez en cuando asesine a sus vecinos a los que asfixia sistemáticamente con el fin no confesado de destruirlos para ocupar su espacio. Muchos callan, probablemente porque en el fondo se sientan avergonzados, pero otorgan. La evidencia de la injusticia es tan rotunda que los aplasta en su fuero interno. Otros, en cambio, gallean y alardean de tener justificaciones perfectamente válidas. Aunque no sea un argumento de peso, sólo tienen que comparar esas justificaciones con las que presentan las fuerzas más reaccionarias contra las que sin embargo dicen luchar. Porque sus posturas no se apartan un milímetro del guión que los asalariados del gobierno israelí o los racistas (ellos sí) antiislámicos pregonan. Que se trata de un caso de defensa propia, que los cohetes kashan, que el derecho a existir de Israel, que Hamas está formado por un puñado de terroristas... Esa el la gran victoria de Israel, la que apuntala sus nefastas aunque mortíferas campañas bélicas (perdón, criminales, la guerra es otra cosa) contra sus vecinos. Como decía Edward Said, los que justifican por sistema los crímenes de Israel siempre empiezan por el último o penúltimo episodio, nunca por la raíz del problema. Ya ni siquiera se habla de las resoluciones de la ONU para que Israel devuelva lo robado y resarza a los damnificados por su política de limpieza étnica llevada sistemáticamente a cabo desde 1948. Ya siempre la culpa es de los palestinos por removerse cuando lo pisan. No han comprendido que son un pueblo vencido, como decía hace poco un general israelí. Y eso significa que tienen que aceptar el saqueo, como en los tiempos bíblicos.
Y la última pedrada a la razón de la justicia de estos gallitos socialistas ha sido escandalizarse por la aceptación por parte de un tribunal español de la denuncia por crímenes de guerra a unos verdaderos criminales de guerra que perpetraron una matanza (una de tantas) contra civiles palestinos desarmados. Militares israelíes, claro, impunes en su país por razones obvias. Sus apóstoles, Moratinos, Fernández de la Vega, Zapatero, se han aprestado rápidamente a tranquilizar al gobierno israelí prometiéndole ¡¡¡CAMBIAR LA LEY!!!,para que sus criminales sigan siendo impunes también para la justicia española. ¿Porque peligran, tal vez, las ventas de armas, que envilece a todos los españoles? Cambiar una ley que no gusta a un país extranjero porque amenaza con no comprarnos las armas que le sirven para cometer sus crímenes, es la más perfecta de las infamias que nuestros gobernantes podían perpetrar.
Los que defienden a estos políticos son los mismos por otra parte que andan exigiendo con voz ostentórea la apertura de una gran causa judicial contra el franquismo. La condición de catecúmenos del PSOE, un partido liberal gestor sólo de un triste posibilismo, al que la ideología de izquierdas sólo le sirve para decorar sus mítines vacíos de contenido, los ciega de tal manera que no son capaces de entender que la lucha contra la injusticia es universal y que esos juicios generales que dicen reclamar para devolver la dignidad a la República asesinada por el fascismo participan de la misma textura moral que la que reclaman las víctimas del terrorismo de estado israelí. Y de no darse cuenta que es el propio partido al que pertenecen o al que votan con arrobada fruición el que sistemáticamente bloquea disimulada, pero eficazmente, cualquier intento real de llevar a cabo ese anhelo de justicia que tantos esperamos. Que la postura del gobierno español de no ayudar a los masacrados palestinos es tan abominable como la de las democracias europeas que no ayudaron a la República por el temor infundado a la probabilidad de una revolución proletaria. Ahora el temor ya no es al fantasma del comunismo sino al del islamismo, pero ambos funcionan igualmente como inhibidores del deber de socorro. Algo de lo que les pasa se entiende si se tiene en cuenta que son gente que odia más visceralmente a Anguita que a Aznar. Que consideran que a la izquierda del PSOE sólo existen fantasmagóricas tribus de izquierdistas salvajes embrutecidos por el consumo inmoderado de basura catequística marxista-leninista y enganchados irremisiblemente a opiaceos destructores de la voluntad como el leninismo, el trostkysmo, el castrismo, el guevarismo, el populismo chavista y tantos otros ismos periclitados. Son los representantes de la izquierda bien, la del jersey de pico y la mecha y oro, que practican el mismo racismo y clasismo sociológico que la derecha más rancia, esa putrefacta e hiperreaccionaria derecha española única en Europa y que tienen la suerte de tener enfrente para que les justifique la posición tan centrista ella.
Porque el tratamiento del problema de Palestina que se da en Europa adolece de unas acusadas características de índole racista. De racismo pequeñoburgués concretamente. Pertenece al mismo ámbito que el racismo de baja intensidad más o menos inconsciente que el 90% de los españoles practicamos respecto a los gitanos. Cuando en España salta por televisión la noticia de que en un pueblo cualquiera 500 ciudadanos normales se dirigen un domingo por la tarde a una zona habitada por gitanos, ahuyentan a sus habitantes y prenden fuego a sus casas, ante la mirada más o menos cómplice, inerme o impotente de sus autoridades, la mayoría de los españoles mostrarán un diverso grado de repulsa por esa acción. Pero en el fondo entenderán a los vecinos que gritarán crispados ante las cámaras que los gitanos venden droga, que arman peleas, que roban, que no se integran, que no se lavan, que... etc. etc. etc. Y aunque considerarán desproporcionado e injusto el castigo infligido por sus iguales a los gitanos en el fondo de sus corazones se alegrarán de no haber sido tentados por la desgracia de vivir las mismas experiencias. Ninguno se parará a pensar los motivos de la exclusión secular a los gitanos que se practica en España, ni las causas por las que suelen vivir en condiciones de acusada precariedad, ni de la tremenda injusticia que supone mantener a un pueblo en la miseria y sentirse agredido por su olor ni... etc. etc. etc.
En el fondo del corazón, no ya de los desalmados de derechas, sino de los militantes de la izquierda bien Israel es un pueblo de payos como ellos, que hasta participa en el Festival de Eurovisión, que han tenido la desgracia de irse a vivir a una zona infectada de gitanos, que son los palestinos. El símil está cogido por los pelos por la diferencia de circunstancias, pero creo que explica bien la esencia de la mirada española al problema de Palestina.
Ahora mismo acabo de leer el artículo semanal de Javier Marías. Se le nota absolutamente indignado por la masacre puntual de personas inocentes llevada a cabo impunemente por el estado israelí, al que califica de incivilizado, mala bestia, venado, matón y chulo y afirma su voluntad de no aceptar ningún premio de aquel país. Pero de ese arrebato de cólera ante la masacre de inocentes se encuentra ausente cualquier juicio profundo de las causas de esa violencia. Lo que molesta a Marías es la desproporción de la respuesta, no el hecho de que el estado de Israel lleve haciendo la vida imposible a los palestinos desde hace más de 60 años. Eso ni se lo plantea. Según esa visión Israel sigue teniendo derecho a responder, aunque moderadamente, claro, a las tontas provocaciones de un pueblo vecino al que está matando lentamente de hambre y de humillación.
En cuanto al resto de los europeos y norteamericanos no necesitan de la cercanía del caso gitano para entender a Israel. Sus genes colonialistas se encargan de ello. No se trata sino de una corriente de simpatía más o menos vergonzante de países que una vez fueron colonialistas por un estado que sigue empleando los mismos métodos que usaron los anglosajones a lo largo de todo el siglo XIX en los territorios norteamericanos y australianos que colonizaron y que luego convirtieron en su país: la limpieza étnica de los aborígenes. Peligrosísimos terroristas aborígenes que de vez en cuando discutían la supremacía blanca y no se dejaban exterminar fácilmente, como todo el mundo sabe. Sin menoscabo, por supuesto, de las atrocidades cometidas por la monarquía española siglos antes en los por ella conquistados.
Hace unos días me encontré casualmente con el blog de un tipo de apariencia intelectual normal pero de entraña indudablemente siniestra. Andaluz, con gracejo moranquiano, que confiesa alegremente que sus tres pasiones son el Betis, el carnaval y la defensa de Israel. ¡Ele!
Algunas de las cosas que escribe en el blog ponen los pelos de punta. Por el grado de incultura que denota su forma de expresarse no creo que conozca al infame Albiac, que en un artículo de hace años reflexionaba en El Mundo acerca de lo lo ideal de la muerte que sería que los israelíes deportaran absolutamente a todos los palestinos a Jordania, con el rey Hussein (entonces estaba vivo), un rey dictatorial que sería ideal para un pueblo incapaz de entender la democracia. La mala persona que publica ese blog (del que no pienso poner el enlace) termina el relato de un viaje a Israel con la siguiente perla:
También hay otros lugares que quiero conocer y que visitaré cuando, espero que algún día, sean plenamente Israel y no estén en manos bárbaras e incivilizadas: pasear por el Monte del Templo, visitar Belén, Hebrón, Jericho y ¿por qué no? Petra y el Sinaí.
Esta mala bestia lo dice a las claras, pero ¿cuántos más de los que callan o son complacientes con el expansionismo israelí y que guardan las apariencias bajo un ceño grave no desearían ese final feliz?
ADDENDUM DEL 02/02/09):
Hasta esta mañana no he leído el artículo del historiador israelí exiliado Ilan Pappe en El País en el que, con un conocimiento de causa que pocos tienen tan claramente, explica exactamente la raíz del asunto:
El pseudofilósofo mercenario al servicio de la Conferencia Episcopal Española y de las JONS y caniche favorito de Federico Jiménez Losantos Gabriel Albiac muestra sin pudor el núcleo del pensamiento colonialista de índole racista que justifica las masacres que Israel perpetra con sus vecinos. Se recomienda escucharlo cerca de donde se pueda vomitar. (Tertulia de LA MAÑANA de COPE del 31/12/08)
NOTA IMPORTANTE PARA LOS LECTORES
He recibido un comentario anónimo en el que se me amenaza con denunciarme en el juzgado por difamación. He de decir a los lectores que pasen por aquí que yo, como pueden comprobar por sí mismos, me he limitado a recoger una acusación que se ha hecho pública en muchos lugares de la red. De la alusión a las MALAS LENGUAS a las que me remito, una está en el propio enlace que coloco en esas palabras en su contexto original. La otra en un debate celebrado en una televisión catalana, cuyo enlace es ESTE. La persona que me ha amenazado es una pésima lectora, en el apartado de comprensión de textos escritos en castellano. Es probable que ella no lo entienda tal vez por causa de alguna tara natural o provocada que padezca, pero realmente de lo que ha leído no puede colegirse que el autor de este post de este humilde blog acuse a nadie de nada, sino que ha leído y visto en televisión que hay quienes acusa a alguien de algo. La diferencia es clara. Y rotunda. El autor de este blog no tiene la costumbre de afirmar nada por sí mismo de lo que no tenga pruebas, aunque sí se considera con derecho de comentar lo que se dice públicamente en la red y en los medios de comunicación públicos.