Ya de vuelta con la suerte de poder disfrutar de esos preciosos días de octubre de aire cristalino y horizontes de nitidez prerafaelista a los que cada año desde hace muchos renuncio por los viajes, pero con la lata de ver convertido un sábado en un domingo previo a otro domingo. En Córdoba se festeja por especial dispensa vaticana el día católico del Genio Alado de la Pescadilla, Rafael, como lo definiera tan precisamente mi amigo David, desgajado del común de los otros Genios Alados a los que enjauló la Iglesia en un mismo día conmemorativo: Gabriel y Miguel. Día en el que los cordobeses más militantes aprovechan y se lanzan a montar en pleno campo serrano una de las colecciones de performances gastronómico festivas en serie más delirantes del Hemisferio Norte: el perol. Yo siempre defendí que el clásico perol cordobés supone una manifestación artístico vanguardista de primer orden en el que los elementos más espeluznantes (barrigas peludas, sombreretes de tenis, paletas de agujerillos, y neveras multicolores) se dan la mano en un espeluznante combinatorio alrededor de un guiso de arroz con pollo. Yo no sé cómo nunca a ninguno de los artistas de corte moderno que andan a la caza de ideas se le ha ocurrido usar una filmación y reproducción cíclica de un perol cordobés en los Villares como elemento de inquietante videocreación. En ARCO rompía con la pana, seguro.
Así, que con el magnífico día que se había levantado la ciudad estaba vacía. Preciosa en su vaciedad y en su iluminación. Decidimos por nuestra parte aprovechar y visitar las otras manifestaciones artísticas, estas voluntarias, que estos días se han instalado en los patios cordobeses en una imaginativa propuesta al servicio de la promoción de la Dichosa Capitalidad Cultural 2016. A pesar de mis serias dudas de los merecimientos de esta ciudad, que de lo que anda necesitada es de una verdadera revolución cultural interna y no de cartonpiedristas portadas estrictamente promocionales, o de que los dineros podrían gastarse de una manera más racional, lo que agradezco a la Organización es que estén apostando, con mayor o menor criterio o éxito, por manifestaciones alejadas del folklorismo castizo-casposo, haciendo saludablemente caso omiso a lo que aquel honrado asesor contratado para eso mismo les aconsejó: menos modernidades y más toros y Semana Santa.
La idea era verlos casi todos, pero los encuentros callejeros con conocidos sólo nos han permitido unos pocos, aparte de que uno de los principales, justo el que tiene lugar en el patio de la Concejalía de Cultura Municipal del palacio de Orive permanecía cerrado por causas que probablemente tienen que ver con la negativa de quien se lleva la pasta gansa a pagar horas extras a un empleado que abra y vigile, a contratar a alguien para ello o por cualquier otra soplapollez propia de cargo municipal al uso.
La fuente de sangre del patio de la calle de la Palma y la giganta de la Casa de las Campanas son las más curiosas. Digo curiosas expresamente, porque si algo venden determinadas manifestaciones del arte contemporáneo son impresiones que tienen que ver más con la extrañeza (ni siquiera la provocación, que sería más divertido), la extravagancia o el esperpento. De todas formas seguro que mi favorita será la de los caracoles, 2016 caracoles con la conchas doradas soltados en un patio. Cuando los vea prometo documento gráfico. Mientras tanto ahí van dos de las manifestaciones vistas esta mañana:
Por la tarde me alargo a la merienda concierto en el patio del SOUL FOOD de la Calle de la Feria (San Fernando, 39), donde Alberto Guerrero, un joven cantautor cordobés, desgrana un buen puñado de canciones hermosas y sencillas, acompañado por los acordes con alma de samba de su propia guitarra. Pan y chocolate por cuenta de la casa.
El SOUL FOOD comienza a ser ya un referente lúdico-gastronómico de la ciudad. Sus dueños tienen muchas ideas y un gusto exquisito. Cenar en el patio, en las mesas corridas con aire de merendero popular, bajo la tupida parra, las especialidades de la casa, sofisticaciones –no tan sofisticado, como reza el lema del restaurante- exquisitas a precios saludables, es un placer único en la ciudad. Alternativas al tapeo clásico sin dejarse la piel de la cartera en el intento. Y suculentos menús al mediodía. Y además es bar de copas. Para después. Todo en uno.
Mi amigo Jerónimo lo dejó dicho perfectamente no hace mucho en la Calleja.