miércoles, 14 de diciembre de 2011

De cuando Córdoba fue luz ética del mundo

Hubo en la Historia dos momentos en que el destino del mundo estuvo en manos de cordobeses. El segundo es de sobra conocido y ocurrió en el siglo X, cuando Córdoba fue capital de Al Andalus, el estado más poderoso de occidente por entonces. El primero lo es mucho menos y ocurrió fuera y bien lejos de sus murallas cuando un puñado de sus hijos y sobrinos dirigieron más o menos directamente los destinos del Imperio Romano. Este hasta ahora ignoto hito histórico es el hilo conductor que atraviesa la muy interesante novela que el escritor cordobés Alberto Monterroso, bajo el título de El emperador impasible, hace protagonizar al emperador Marco Aurelio. Tomando como modelo la eficaz estructura narrativa que Marguerite Yourcenar acuñó en su Memorias de Adriano, Monterroso deja hablar a un Marco Aurelio al final de sus días en una larga carta que dirige a un amigo cordobés sobre su vida, su visión del mundo, sus frustraciones, sus fracasos, pero sobre todo sus raíces andaluzas y su dependencia intelectual de Séneca, el filósofo más importante de la historia de Roma.

Con un estilo ameno pero profundo, Monterroso nos hace asistir con una minuciosidad sólo atribuible a quien conoce la época de la que habla al dedillo a los avatares de la azarosa entronización de Marco Aurelio como emperador designado por Adriano y los intentos reformistas que en ese momento histórico intentaron imprimir una serie de emperadores ilustrados a la estructura política del estado para democratizarla, para devolverle el espíritu participativo primigenio que perdió Roma cuando Augusto en sus últimos años decidió divinizarse, convertir la República en una monarquía, desvincularse de las decisiones de la curia e imprimir al estado una deriva claramente absolutista que recogerán con gusto sus sucesores inmediatos. Y la tesis principal de la novela es que esos intentos reformistas son hijos directos de la filosofía política de Séneca quien intentó llevarla a cabo durante el tiempo en que fue tutor del emperador Nerón y estuvo en su mano, pero sobre todo en su voluntad, la conformación de la filosofía política oficial del estado romano. Esta filosofía la basó el filósofo cordobés en la republicanización de Roma, la devolución al Senado de sus atributos decisorios originales, ahora en el marco de una Institución Imperial convenientemente mediatizada por la concepción estoica de una monarquía basada en el Imperio de la Razón. El sueño de Séneca fracasaría principalmente por la personalidad paranoico-tiránica de Nerón, pero su espíritu sobrevolaría por encima de los años ominosos y se encarnaría posteriormente en los conocidos como emperadores béticos: Trajano, Adriano y el propio Marco Aurelio, todos ellos con vínculos familiares muy estrechos con Córdoba.


Este complicado panorama lo va desgranando morosamente Marco Aurelio en la carta que sirve de soporte a la narración, infiltrando sabiamente en el discurso su propia desolación por la imposibilidad de llevar a cabo su ideal político. Como atribulados espectadores asistimos a las causas de su fracaso y que él asume con su profundo sentido estoico: las innumerables guerras en las que se va viendo envuelto a lo largo de su reinado y las traiciones de sus cercanos a las que va teniendo que hacer frente. Todo ello conducidos por el ajustado ritmo que Monterroso imprime a la narración, un ritmo sereno, templado, perfectamente adecuado al espíritu, estóico, de lo narrado.

Sólo cabría reprochar al autor algunas frecuentes caídas en un exceso de celo didáctico que lastran visiblemente el hilo conductor de la narración al obligar a la voz contante a aportar informaciones e introducir aclaraciones históricas o familiares que si bien son necesarias para un correcto entendimiento de la historia podrían haber quedado mejor más sutilmente embutidas en el corpus textual global.


Filosofía, política, historia, poesía, Córdoba, reivindicación de la cultura como fuente de liberación personal y social, relatos bélicos y ética, mucha ética, todo ello, lo que es de agradecer, en muy ajustadas dosis, pero sobre todo el acercamiento a uno de lo personajes más íntegros y cabales de la historia de la humanidad, un alma grande capaz de dejarnos una obra tan incomensurable como las Meditaciones cuya lectura o relectura, según corresponda, recomiendo complementariamente tras la de El emperador impasible.


Una lectura absolutamente recomendable en estos tiempos en los que la ecuanimidad, el concepto vital favorito de Marco Aurelio, es un bien tan escaso entre la atroz clase política que nos gobierna. Y en la no menos atroz clase gobernada.


Alberto Manuel Monterroso Peña
El emperador impasible
ALCALÁ GRUPO EDITORIAL
Alcalá la Real, 2009


En AMAZÓN


lunes, 12 de diciembre de 2011

Buscando Córdoba en los Estrechos Malayos (I)


Me fui a los estrechos malayos buscando las fuentes del malayismo cordobés. Para tratar de averiguar si la conexión entre nuestro Tigre Malayo y su Tigre Malayo compartían algo más que nombre y oficio. Infructuosamente. Después de preguntar en los más perdidos puertos y aldeas de aquellas costas que fueron nidos y azotes de piratas el Sandokán original había desaparecido del inmaginario nativo. Ahora los piratas vienen de tierra adentro y en lugar de sables curvos traen órdenes de deshaucio o expropiación, me dijeron. Nadie que no fuera un ocasional lector de novelas de Salgari recordaba a ningún Sandokán. Por lo que se puede decir que, aparte de en esas novelas del prolífico escritor italiano, contamos en nuestra ciudad con la gloria y la responsabilidad de perpetuar un mito que estaba en vías de extición: el del pirata popular, transmutado tanto aquí como allí en sujetos de traje y corbata y mucha mano en los despachos oficiales. Gracias a que a algún ocioso graciosillo de Cañero se le ocurrió bautizar a uno de sus vecinos con el nombre del pirata malayo por su evidente parecido con su avatar televisivo, esta ciudad tiene ha tenido el honor de haber sido el origen del nombre impuesto a la mayor Operación Policial de Piratería Urbanística en toda la Historia Reciente de España. La Operación Malaya se llamó así porque en el núcleo de su actividad delictiva se hallaba un cordobés apodado Sandokán.

Pero ya una vez allí no me iba a dejar arrastrar por la achocolatada corriente del fracaso y ahogar mis penas exclusivamente en hectolitros de deliciosa TIGER, sino que decidí dedicarme en cuerpo y alma a buscar cordobesadas en otros caladeros. Y San Rafael me guió haciéndome seguir su olorcillo a pescao un tanto rancio hasta el mismo puerto de Singapur. Allí se alza un impresionante Museo a las Civilizaciones Asiáticas dedicado. Y en el que por supuesto existe un apartado de arte islámico. Chaaaan-ta-ta-chaaan. ¿Cuál es la pieza estrella de la exposición permanente de Arte Islámico en el Museo de las Civilizaciones Asiáticas de la ciudad estado ecuatorial? Pues una gigantesta página de Corán del principios del siglo VIII, de origen desconocido pero de ubicación aproximable. Según el texto explicatico se trata claramente de una monumental hoja de Corán (70 x 60) para uso de una mezquita (tal vez para un imán miope) escrita sobre piel y con la característica caligrafía primitiva abasí procedente del Norte de África. Teniendo en cuenta que la totalidad de los textos escritos en lengua árabe que se confeccionaron en Al Andalus y que no fueron quemados por las tolerantes autoridades católicas, fueron pasando al Norte de Africa a lo largo de los diferentes exilios hemos de considerar la posibilidad de que dicho Corán hubiera sido confeccionado y hubiera estado expuesto para su lectura en la Mezquita de Córdoba a lo largo de todo el siglo VIII y quién sabe si no hasta la invasión cristiana. Las otras opciones dada la tempranidad de su confección es que lo hubiera sido o para la mezquita de Amr de El Cairo o para la de Kairouan y nunca hubiera estado en Córdoba. Así que ese sería el cálculo: un tercio de las posibilidades de que se tratara de una pieza cordobesa, uno de los primeros textos excritos en árabe en nuestra tierra. En todo caso podemos imaginar que en la Mezquita de Córdoba hubo uno idéntico o muy parecido a ese. Y a últimas podemos pedir que se le haga la prueba de ADN al pergamino para ver si la cabra o la oveja que le sirvió tan duraderamente de soporte procedía de nuestras sierras o campiñas.



En el mismo museo cuentan con otro ejemplar de las mismas características pero mucho más pequeño, del mismo estilo y probablemente del mismo origen. Así mismo pueden contemplarse en sus vitrinas una veintena de Coranes de muy variadas procedencias y épocas. La mayoría de ellos son andalusíes de los siglos XII o XIII que pueden preceder de cualquier lugar de Al Andalus o incluso de Marruecos, donde arraigó también el estilo de escritura andalusi, muy característica y diferente a cualquier otra.

Un poco más al norte, en la capital de Malasia, Kuala Lumpur, encuentro un magnífico Museo de Artes Islámicas que cuenta entre sus más preciados tesoros con una buena colección de hojas de Corán de las épocas de fundación y primera expansión, algunas de las cuales son claramente andalusíes, de entre los siglos VIII y X. La posibilidad de que pudieran haber sido confeccionados en Córdoba para uso en la Mezquita es alta. Y si no, pues casi, que total kilometrillo o legua arriba o abajo qué más da. Aún pertenecen al mundo abbasida, aunque ya apuntan a elementos propios de las características que desarrollarían los calígrafos y artistas de la órbita omeya andalusi.



Hoja de Corán andalusi o norteafricano del siglo X. Museo de las Civilizaciones Asiáticas de Singapur.



Hoja de Corán andalusi o norteafricano del siglo IX. Museo de Artes islámicas de Kuala Lumpur.


La que casi con toda seguridad se trata de una hoja de un Corán confeccionado en Córdoba y muy probablemente en Medina Azahara es la que se exhibe en el mismo museo y que aparece también rotulado como del siglo X de procedencia andalusi o norteafricana:


Se trata de una caligrafía que ya apunta totalmente al estilo propiamente andalusi que comenzó a desarrollarse a lo largo del siglo X en la Córdoba califal, concretamente en los talleres de Medina Azahara y que se extendió por todo Al Andalus y los reinos maghrebíes occidentales (actual Marruecos). Tanto en las basas de las columnas de Medina Azahara como en la cerámica verde manganeso de sus talleres encontramos los primeros rasgos de ese tipo de caligrafía en su vertiente más decorativa: la terminación floral de los caracteres cuya estilización daría lugar a la típica caligrafía andalusi. Ambas, la terminación floral de dos caracteres (L y K) del lema omeya ALMULK (El Poder) de un ataifor azaharí y su estilización en un caracter (D) de El Corán que se expone en el Museo de Kuala Lumpur se perciben perfectamente en ambas imágenes que cuelgo. Es una pena que el profesor Souto, el acertadísimo epigrafista especializado precisamente en esta época, que nos dejó tan recientemente, no pudiera venir en mi ayuda para corroborar o -tal vez- refutar mi quizás temeraria teoría.



AMENAZA: (CONTINUARÁ)