Hace unos días mi viejo amigo Acisclo recaló como cada año procedente del desértico corazón del Imperio -donde habitualmente mora et labora- en su ciudad natal en cumplimiento de sus obligados, inexcusables deberes filiales. De obligado, inexcusable cumplimiento así mismo ha sido cada uno de esos años el ritual compartimiento conmigo de una noche de exaltación alcohólica de la amistad que inquebrantablemente nos profesamos. Y éste con más motivo porque el cumplimiento de las premadmáxicas previsiones que vengo anunciando desde hace poco podrían convertirlo en el último. A pesar de ello y como aquellos culturetillas pompeyanos que se entretenían en el cedaceo de menudencias eruditas para enmendarles la plana a los Plinios cuando ya llevaban dos días cayendo augurantes lapillis sobre sus cabezas, nosotros esperamos la Hecatombe hablando de las pequeñas minucias arqueohistóricas de esta ciudad de las que somos desde siempre consumados catadores. Este año, que tal vez sea el último en que los intereses supervivenciales permitan tales frivolidades intelectuales, le hice partícipe de un reciente descubrimiento que aún no ha sido publicitado académicamente. Con su habitual gracejo dejó crónica de esa famosa noche, del descubrimiento y de las consideraciones histórico-arqueológicas que de él se derivan. En las páginas de La Colleja. Cómo no.
Colleja Jones en busca de la Puerta (Piscatoria) Perdida
Acisclo Lupiáñez
Como cada verano vengo desde mi lejano destino gringolandés a visitar a los cada vez más escasos familia y amigos y ya de paso pasear la ciudad que tanto tiempo fuera la mía y calibrar las novedades –aciertos y horrores- de su evolución. Una de las liturgias de obligado cumplimiento es siempre unas cañas con mi viejo amigo, camarada y compañero de canallerías Manuel Harazem, el de la Perspicaz Agudeza, por quien he dejado escritas algunas cosillas para esta Colleja.
Quedamos por indicación suya en la Cruz del Rastro con el fin -me dice- de mostrarme la nueva zona de movida cordobesa establecida recientemente en La Ribera y con ramificaciones por Cardenal González y Potro (atrozmente colonizado ya por los veladores), según él, heredera y usurpadora de la que en los últimos años quedó asentada en el Vial o Paseo Marítimo. Efectivamente los locales de restauración y copeo han surgido como hongos en los últimos tiempos y a pesar de las nada sutiles amenazas del premadmáxico (el palabro es, cómo no, harazemiano) futuro que le espera a este país no falta la clientela. Otro día – me dice- te cuento lo que se sospecha que hay detrás de ese traslado y la influencia de los jóldines hosteleros en todo lo que ocurre. Pero esta noche PROHIBIDO HABLAR DE LA COSA. Noche estrictamente cultureta toca.
Tras un tanteo por los alrededores me introduce en un pequeño bar justo a la entrada y a mano izquierda de Cardenal González por nombre LA BICICLETA. Yo, que me crié en ese barrio, recordaba desde siempre en ese lugar una jurásica tienda de ultramarinos perfectamente integrada en el entorno de la zona. El nuevo bar también parece integrado en el nuevo espíritu de la misma. Con la salvedad –me explica Manuel- de que escapa al control de la mafia hostecoriense cordobesa. Defensores de la bici, peña alternativa y guiris de mochila forman el grueso de su clientela. Si vas en bici rebaja al canto en la consumición.
Con dos cañas en la mano Manuel entra en materia. Comenzamos hablando de la propia calle que hoy padece el terrible nombre de un jerarca católico ultramontano y antiilustrado de principios del XX y que sustituyó al antiguo de Carrera del Puente. Bajo este rótulo, desde la Cruz del Rastro hasta la Mezquita, se unificaron, por estúpida decisión municipal en el XIX, varios otros que desde la Edad Media nombraban diferentes tramos. Por orden desde la calle de la Feria: Arquillo de Calceteros, Platerías, Torrezneros, Herrerías, Pescadería y Mármol Quebrado. ¿Qué, no es pa matarlos? Nosotros nos encontrábamos en el primer tramo, el correspondiente a Arquillo de Calceteros y Manuel me pone a prueba instándome a recordar su historia.
- Así de memoria lo más fácil: que en este ángulo de la muralla de la ampliación romana se abrió una puerta cuyo nombre se desconoce, que en el estado omeya recibió el nombre de Bab al-Hadid (Puerta de Hierro) o Bab Saraqusta (Zaragoza), que sirvió de hemistiquio a la gran vía principal, az-Zuqaq al-Kabir que iba desde el Alcázar hasta la Puerta de Baeza ya en la muralla almorávide, atravesando el arrabal de Sabular (y el vicus romano previo) y que se corresponde más o menos con la existente en el viario actual. Que por esa puerta, según cuenta Ibn Idhari, salieron las tropas del emir al-Hakam hasta el vado de la almunia de Al Ramla (literalmente cortijo de El Arenal) para rodear a los sublevados del arrabal de Saqunda. Que tras la conquista se llamó Puerta Piscatoria, porque en ella se vendía el pescado, y finalmente, hasta su destrucción en el siglo XVIII, según cuenta don Teodomiro, se llamó Arquillo de Calceteros, por los muchos que trabajaban en su entorno, Puerta del Sol y Calcetonía.
- ¿Y dónde crees que estaba exactamente?
Nos salimos del bar con las cañas en la mano y en la misma puerta le señalo la calzada.
- Aquí mismo. Si doy un paso me coloco bajo ella. Ya sabes que si cruzas al restaurante de enfrente encontrarás la muralla perfectamente conservada sirviendo de muro oriental, como en toda la calle de la Feria arriba hasta la Cuesta de Luján. Si lo sigues ideal y rectamente hacia el río llegarás al punto donde nos encontramos. Lo que no sé es por qué Arjona Castro en su Urbanismo de la Córdoba Califal coloca la puerta en la entrada de la calle Caldereros, 30 ó 40 metros más allá. Bueno, creo que lo que dice es que sus cimientos deberían estar ahí. O sea que no tiene constancia arqueológica. O bien confundió el nombre de la calle Caldereros por el de Cardenal González y se refería al mismo sitio que te estoy indicando o considera la encrucijada de más allá como perfectamente posible para que se abriera una puerta. Pero en ese caso la muralla tendría que meterse para adentro esos 30 o 40 mts. Hablo de memoria. Hace varios años que no pienso históricamente en este rincón de la ciudad.
- Pues tienes una memoria de elefante. Efectivamente todo lo que dices es exacto. He traído por si no te acordabas una fotocopia de la página del Donteodomiro (Paseos por Córdoba) que habla de este lugar. Mira, dice que en el XVIII se derribó y que... Te leo: nosotros hemos visto parte de los cimientos en varias ocasiones y últimamente la zanja en 1870 para la tubería del gas... Así que cimientos, gas... todo encaja. Se supone que la zanja se debió hacer en la propia calle... Entonces... Vamos por otras dos cañas.
Una vez servidas las cañas, el Manuel se me quedó con mirando con expresión de cabroncete y me espetó a bocajarro:
- Todo lo que me cuentas y nos cuenta don Teodo está muy bien, pero entonces cómo cojones te explicas esto...
Más allá del pequeño espacio donde estaba la barra se abría otro cuarto, lo que debió ser el almacén del viejo ultramarinos. Me instó a entrar en él, me colocó de cara al muro oriental y me lo señaló.
- ¡Joder, joder, joder!
Casi se me cae la caña de la mano, y la baba de la boca. En ese muro, que habían dejado en crudo, se conservaba inscrito medio arco completo fabricado con sillares... romanos. La Puerta romana sin nombre, Bab el Hadid, Bab Saraqusta, la Puerta del Sol, Piscatoria, Calcetonía, el Arquillo de Calceteros. Ahí estaba la jodía. La única puerta de la muralla original romana de la ciudad que se conserva. Idéntica a la del Arco del Cristo de Cáceres. Sólo que ésta es de granito y la nuestra -cómo no- de calcarenita.
- No lo destruyeron entero. En el siglo XVIII cuando tiraron ese trozo de muralla dejaron el arco para que sirviera de muro de carga para una casa. Mejor muro de carga que un arco romano...
- Pero entonces –flipé yo- la puerta no estaba enfilada respecto a la calle y el trozo de muralla debió tirarse justamente para enlazarla directamente con la actual Lucano (VER ADDENDUM). Vaya, vaya, eso cambia todo el plano de la zona que me había construido desde hace años. ¿Sería en el mismo momento del XVIII o anteriormente. ¿En época del reino de Castilla? ¿En época andalusí?
- Ni idea. Por más que he indagado no he conseguido averiguarlo. Venga. A ver si coincidimos en la reconstrucción de este espacio al menos en la época andalusi.
- Pues... si la puerta estaba desplazada respecto a la boca de la az-Zuqaq al-Kabir quiere decir que ésta no llegaba hasta aquella. Que había una plaza. Una gran plaza delimitada por la estricta muralla y a la que desembocaban las dos calles actuales: Caldereros y Cardenal González. La ermita del Amparo y el Hospital de La Lámpara y las casas a ella adosadas no debían existir. Es probable que se trate de la plaza del pescado desde época romana, fundada en el rincón más extremo de la ciudad, para limitar lo más posible el mal olor. Con esa función parece haber pervivido durante casi al menos quince o dieciséis siglos. No sabemos cuándo dejó de venderse pescado en ella, pero desde luego tuvo que ser mucho después de la conquista, porque de otro modo no hubiera conservado el nombre. Habría que buscar en la memoria arqueológica de la excavación que se hizo en el solar de la ermita hace unos años si aparecieron restos de viario, tanto romano como andalusi, ya que la fundación del hospital, y siempre según don Teodo, se remonta al siglo XIII. Por otra parte creo recordar que en la excavación de urgencia del solar de la extinta Posada de la Herradura donde se construyó el aparcamiento de la Ribera en cuya terraza se instaló ese bar tan moderno, aparecieron restos importantes, edificios industriales desde época romana, modestas casas califales e incluso un gran horno andalusi de época postcalifal, lo que nos lleva a pensar que el espacio edificado estaba ordenado de la misma manera que lo está ahora. Ello significa que al salir por la puerta había que desplazarse en diagonal hacia el noreste para enfilar la vía oriental, actual Lucano. Todo muy extraño.
- ¿Y esto está controlado? -pregunto un tanto alarmado.
- Sí, parece ser que sí. No estoy muy al tanto pero saltó la alarma nada más aparecer, vinieron los oficiales y se levantó acta. El dueño además me han dicho que es muy sensible para estas cosas del patrimonio y lo mima.
Me pongo estupendo con el subidón tras el chute de jaco histórico arqueológico que me ha regalado mi colega y le propongo seguir la marcha buscando libatorios más arriba.
- Menudo regalazo me has hecho, tío. Venga te invito a un supergintonic en el Cazador, a ver si coincido por fin con el famoso Luis, que nunca que vengo lo pillo.
Camino de El Cazador de Iconos seguimos perorando sobre lo mismo. Coincidimos en que esta zona de la ciudad es sin duda una de las más interesantes y donde el sabor, los nombres y las ubicaciones de los lugares que fueron importantes en la que fuera capital de Al Andalus están más patentes. Un baño almohade (el de la Cara), la alhóndiga, la alcaicería, alfayatas... Un diamante histórico urbanístico en bruto... Es lo bueno que tiene Córdoba para mí. Disfruto de ella cada vez que vengo -y desde mi exilio con su estudio en la distancia- pero me largo antes de que sus mocos me pongan perdida la camisa.
El Cazador de Iconos está en el tramo de Cardenal González que se llamó de Torrezneros, en la esquina con el tramo de Alfayatas que desemboca en la plaza de la Alhóndiga. A ver qué local del mundo mundial goza de una nomenclatura como esa. En la barra Luis acompañado por su socio Manuel. En un rincón Lamalgama y Mr. Parkingson conspirando -me dice Harazem- contra la dirección colegiada de La Colleja. Vaya, de una tacada al fin conozco a medio universo friki cordobés. Tras las presentaciones de rigor unas risas y me convencen entre todos de que en vez de gintonic me pimple un vargas. El gintonis paluego. Estás -me dice el Harazem- en el único bar del mundo que cuenta con una carta de vargas. Me pido el tropical y lo flipo. Después mi colega me señala primero la lámpara botellero de Duchamp que cuelga del techo con el soplo de que ES AUTÉNTICO y el arco en crudo de la puerta que da paso al interior. Y me cuenta que allí mismo, donde nos hallamos soplando, tuvieron lugar encarnizadas batallas de entre dueños de shopbares y arqueólogos en paro a cuenta de la antigüedad de la criatura. Que si califal como defendía Luis que le había dicho un experto murólogo, que si bajomedieval como defendían los arqueólogos... Al final de la noche el Harazem se subió en una banqueta y le soltó un lametón a las venerables piedras. Otros lo imitaron y de nuevo surgió la polémica... Que si sabe a califal, que si es un combinado de moro y cristiano, que tiene un fondo de aliño judío, que si... Sea como sea, el disfrute de un vargas -y varios gintonis detrás- ante ese Muro de las Lamendaciones -como a partir de ahora lo conocerán las generaciones futuras- con tan aguerrida tropa fue otro más de los inquietantes placeres que me deparó la vida aquella noche en el ventrículo más zarigüeyo del corazón de la Córdoba que amo. El último, ya en plena exaltación etílica de la amistad, fue contagiar a toda esa tropa de nuestro grito de guerra juvenil. Ocurrió de vuelta, en el piloncete de agua no potable (¡hay que ser mezquino!) que han instalado justo donde el erudo agarenista Arjona Castro colocaba la Piscatoria, entre Cardenal González y Caldereros:
- ¡¡¡Me cago en los canónigos!!!
Bueno, amiguitos de La Colleja, nada más que desearles un FELIZ CAMBIO DE ENTRADA EN LA NUEVA EDAD MEDIA y el consejo de que no olviden vitaminizarse y supermineralizarse para lo que viene...
ADDENDUM: Me encuentro una interesante apostilla de Alimoche en los comentarios. Como dice Manuel no habíamos caído en ese detalle. Así que le agradezco el apunte. Efectivamente, a pesar de que sabía que la Mezquita conserva en sus bajos el entramado del viario romano no había caído en hacerlo coincidir con la puerta. Efectivamente el muro sur de la Mezquita delimita el borde de un decumanus. Tendría que buscar los datos exactamente en las excavaciones que se hicieron hace unos años, creo que a cargo de Pedro Marfil. Pero creo que coincidirían. Así que tenemos que la Puerta Piscatoria era la desembocadura rectilínea de un decumanus romano, probablemente el más meridional de toda la urbs. Y es que incluso los planos ideales de la urbs romana más recientes consideran la boca de Cardenal González el lugar de la puerta haciendo dar un quiebro noreste al decumanus para hacerlo coincidir con ella. Y quedaría más o menos así:
Mapa de Corduba confeccionado por el Convenio GMU-UCO y publicado en el catálogo de la exposición CÓRDOBA ESPEJO DE ROMA, pg. 218 (Córdoba 2011)
De todas formas quedo a la expectativa de que algún experto quiera aportar algo a este artículo de carácter estrictamente amateur.