Tengo un amigo que vive en la calle de la Feria y conoce a la persona que propició la investigación sobre el origen de los capiteles califales cordobeses que se subastaban hace unos meses en Sotheby's. Sospechaba que se trataba de los mismos que él había podido ver durante muchos años sirviendo de maceteros en el patio de la casa de vecinos en la que habitaba el párroco de San Francisco. Yo mismo tuve ocasión de verlos desde una ventana de su casa. No tuvo oportunidad de examinarlos muy de cerca, pero sus conocimientos de aficionado a la arqueología y los míos propios no nos dejaban duda acerca de su autenticidad. Unos años antes me había hecho partícipe de su alarma al descubrir que tras la muerte del párroco los capiteles habían desaparecido del lugar que hasta entonces habían ocupado. Me faltó tiempo para colgar esa alarma en este blog colada en un post que dediqué al robo y posterior subasta de las vigas de la Mezquita (antes mezquita).
Cuando aparecieron en prensa la noticia y las fotos de los dos capiteles califales que se subastaban en la famosa Casa de Latrocinio inglesa este probo ciudadano se puso en contacto con un medio de comunicación digital local brindándole esa información, lo que, tras el pertinente acuerdo estrictamente desinteresado, desató una denuncia en sede policial por parte de la delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, cuya más impactante consecuencia fue la paralización cautelar de la subasta. En ese acuerdo el comunicante se ofreció a testificar en la denuncia, para lo que fue convenientemente llamado e invitado a prestar declaración en dependencias policiales. Días después me contaba que no había llegado aún a su casa procedente de la comisaría cuando divisó en su puerta, velando las armas del oficio, a un conocido Reporter Tribulete del Acorazado Abecedario, al que esquivó como pudo al borde del síndrome alérgico. Es normal que donde esté la noticia esté el avispado plumilla de turno, pero no es tan normal que llegue al lugar de los hechos con información confidencial de tan relampagueante modo si no ha existido previamente una sucia filtración escurrida directamente de donde únicamente puede escurrirse. Y que les llegue a ellos en exclusiva y no a otros medios. No es la primera vez que ocurre este portentoso fenómeno. Y no es que las evidencias sean palmarias sino que la existencia de malolientes tuberías comunicantes entre los centros gubernamentales dominados por el Partido Putrefacto y el nacionalcatólico rotativo matutino de las tres letras del Movimiento Nacional y de las J.O.N.S. es motivo de alarde publicitario para ellos. El otro día sin ir más lejos se jactaba impúdicamente con grandes titulares de haber accedido al veredicto de culpabilidad de José Bretón antes de que se hiciera público. Ni que tuvieran en su plantilla al primo de algún jurado...
Al día siguiente salió el reportaje que publicó el Acorazado. El problema de picar tan alto o tan bajo, es que los niveles intermedios quedan desguarnecidos. Aparte de que es lo que tiene el ocupar la bóveda craneana con más angelotes barrocos ahumados que herramientas de la profesión periodística. Así, el Tribulete que firmaba el reportaje, conocido por su meapilismo militante, en lugar de ponerse a investigar en su propio medio ambiente -entre curas y cofrades andaba el juego- se dedicó al picoteo fácil de la información confidencial policial y a la elucubración especulativa de flagrante estilo rococó.
Porque al final parece -está feo afirmar alegremente sin datos suficientes- que el misterio de los capiteles maceteros del cura de San Francisco está más cerca del compadreo cordobita que de una sofisticada acción delictiva de guante blanco. Si nuestro infeliz Tribulete hubiera metido la nariz donde debía, o sea en su propio gelatinoso ambiente, en lugar de limitarse a chupar rueda oficial habría averiguado que en los medios eclesiásticos, cofrades, meapilas y cordobitas mucha gente sabe que en la ciudad católica abundan los capiteles de nido de avispero falsos, obra de un curioso personaje local muerto hace unos años y conocido por el alias de el Morita, Manuel Mora Valle, maestro de taller de la Escuela de Artes y Oficios cuya especialidad artística estuvo en el vaciado de la escayola donde hizo verdaderos trabajos de imitación sobre todo en capiteles de avispero, que para los neófitos de la arqueología podían dar el timo, según nos cuenta nuestra atildada y listísima señorita Cordobapedia. Lo mejor de todo es que añade que realizó numerosos trabajos para las cofradías cordobesas y fue un destacado hermano de la ¡¡¡Virgen de las Angustias!!! Lo que no dice es que sus obras las regaló -o vendió, no tengo constancia- profusamente entre sus amigos y cuidadores espirituales. El cura de San Francisco parece que fue uno de ellos. Recientemente, investigando por mi cuenta sobre el tema he tenido oportunidad de ver alguna de aquellas copias en la Escuela de Artes y Oficios Dionisio Ortiz de la calle del Sol (hoy Agustín Moreno). Me han comentado además la existencia de varias más de ellas en patios y zaguanes de casas particulares cordobesas pertenecientes a familias de rancia catolicidad.
Me consta que el vecino denunciante quedará razonablemente decepcionado en el caso de que se confirme definitivamente que los capiteles del cura eran bonitas copias del maestro Morita, sospechas fundadas pero acerca de cuya fuente y sólido fundamento no pienso dar ni un solo dato. La circunstancia de no haber podido acercarse a examinarlos, aliada con el carácter amateur de sus conocimientos arqueológicos cuentan como bálsamo reparador del probable chasco, pero no se le puede negar su sentido del deber ciudadano en una ciudad donde tal valor brilla, fundamentalmente en el campo del mirar por el patrimonio histórico-artístico común, por su ausencia.
Pero desde luego el plumilla abecedario que se cascó el reportaje mejor que se dedique exclusivamente a describir minuciosamente las texturas de las tirabordás de encaje de las enaguas de la idolatría virginal narcocofrade. Que es para lo que está, y portentosamente, dotado.