(del laberinto al treinta)


martes, 21 de junio de 2005

Milicos

A los civiles se nos puede fácilmente militarizar;
a los militares difícilmente se los puede civilizar.
Miguel de Unamuno


La hipocresía parece ser una forma de autodefensa de la sociedad para evitar los cambios bruscos, las radicales limpiezas, las catarsis substanciales. En Argentina vamos a asistir a una nueva representación de la ignominia, en forma de ampliación de la justicia. Se anulan las leyes de Punto Final que amnistiaban a todos los asesinos uniformados que eliminaron criminalmente a lo más granado de toda una generación de argentinos. Se podrán juzgar a unos cientos o a unos miles de torturadores directos y de criminales que llevaron a cabo lo más sucio del trabajo y que ahora disfrutan de una impunidad obscena y delirante. Pero se absuelve en definitiva al culpable absoluto: El Ejército. El Ejército Argentino en pleno es culpable, es el responsable global de la masacre, el organizador, ejecutor y encubridor de la matanza. En nombre de la misma burguesía vicaria de intereses foráneos que ahora lo absuelve a cambio de algunos sacrificios simbólicos, cabezas de turco delegadas. En ese Ejército todos, absolutamente todos sus miembros profesionales fueron ejecutores o cómplices. Todos lo sabían. Todos callaron después. Todos tienen sus manos y sus conciencias manchadas de sangre. Y los que entraron después de la disolución de la dictadura también son culpables. También sabían en qué pudridero ético entraban. También se zambulleron en el magma de sangre y sevicia en que se convirtió el Ejército Argentino en pleno a partir del 24 de marzo de 1976. Todos tendrían que ser juzgados. Todos desposeídos de sus cargos y sus pagas, que salen ignominiosamente de los bolsillos de toda la sociedad víctima. Disuelta la ominosa institución y refundada, si fuese necesario, cosa que también se podría discutir, en aras a la instauración de la concordia y la paz entre todos los ciudadanos. Civiles, por supuesto.
Todos escarnecidos.
Y los de Chile.
Y los de Guatemala.
Y los de tantos otros sitios...
Hijos de mala entraña.
Comentarios
¿Y por qué irse tan lejos? Esto es España, y aquí hubo una guerra que la mayor parte del Ejército hizo contra su propio pueblo, seguida de una dictadura cesarista-militar que duró 40 años.Y hoy, tras casi 30 años de democracia, aún tenemos que ir desenterrando, medio de tapadillo y ante el escándalo de los bienpensantes, nuestros muertos arrojados en fosas comunes repartidas por las cunetas de todo el país.Seguro que en Argentina, Chile etc hay bastante mierda que lavar. Pero aquí la tenemos infinitamente superior en cantidad y "calidad".
Joaquim — 21-06-2005 09:38:59
Amigo Joaquim:Tengo/tienes problemas para que te deje comentarios en tu blog...A ver si se soluciona pronto. Me he quedado un poco cortado sin poder hacerlo...UN saludoManuel
harazem — 22-06-2005 02:14:34
Tienes razón, hay problemas para dejar comentarios en mi blog. Parece ser que Diariogratis está modificando partes de la administración de los blogs que tiene alojados, y como consecuencia, desde hace dos días no solo no se pueden dejar comentarios sino que han desaparecido todos los comentarios que había.Espero que lo solucionen pronto, y que se puedan recuperar los comentarios!Por cierto, cuando entro en tu blog me encuentro conque me aparece una pantalla de mi sistema antivirus que dice "clean virus", e indica que tienes éste, que al parecer se activa al entrar la visita: Adware-RBlast.dldr
Joaquim — 22-06-2005 14:47:20
Es cierto: hay un castigo que los militares argentinos han esquivado, no sólo por las atrocidades de los siete años del llamado Proceso, sino por negar sistemáticamente que hubieran cometido un crimen. Pero la falta de justicia contra el cuerpo castrense no es nada si se lo compara con cierta idea instalada en muchos habitantes de la Argentina, y que nadie se cuida de guardar para sus adentros. Esta idea puede resumirse en una frase: "con los militares estábamos mejor". Todavía hoy, cuando la barbarie de esa época (la más oscura del país) se hace cada vez más evidente, son muchos los que siguen prefiriendo sus recuerdos del buen pasar económico de esos tiempos a la más pobre pero más digna (y sobre todo, libre) democracia de hoy. Es cierto: la llamada "inseguridad" de estos días no da muchos alientos, pero es perverso ansiar la vuelta de una era en la cual debió correr sangre, debieron volar cuerpos para desaparecer en el mar, para dar "tranquilidad" a un puñado de conciencias egoístas. Que exista un pensamiento de este tipo, que un argentino deba escuchar de otro que "tendrían que volver los militares" es casi tan repugnante como la falta de castigo a otros que también lo merecen.
Fernando G. Toledo — 04-08-2005 20:11:56
Harazem. Muy bueno tu blog. Me encantaron las fotos. Son espejos perfectos de los textos. Y ¡aguante Unamuno! Lo que me parece muy importante es que España esté empezando a revisar en serio, a escribir de verdad, acerca de su lóbrega dictadura. Los argentinos todavía no empezamos. Nos quedamos en la puteada y la bronca y el tanguito asonante. Quizá sea necesario que pasen más de 30 años para que podamos "hacer literatura" con nuestro dolor.
Patricia — 06-08-2005 07:26:27
Amiga Patricia: Si bien es cierto que la literatura de variado formato ha llegado a ser realmente importante, el tema de la guerra civil, provocada por las castas más reaccionarias de la sociedad española que destruyeron la primera democracia que hubo en este país, y el terrorífico estado de terror y la miseria moral que impusieron durante cuarenta años no ha sido suficientemente solventado desde el punto de vista de las reclamaciones morales, judiciales y económicas que lógicamente la justicia histórica reclama. El mito de la transición española se forjó sepultando en el olvido las responsabilidades criminales de los verdugos. El ejército, principal ejecutor del golpe, no sólo salió indemne sino que vigiló la rectitud del cambio con amenazante rigor (tiene razón Joaquim unos comentarios más arriba reprochándomelo). De la podredumbre de las instituciones franquistas surgió una absurda monarquía que nunca pagó su colaboracionismo. Las grandes fortunas amasadas durante la dictadura se camuflaron perfectamente en la nueva situación. Y sus valedores políticos nos gobiernan aún: sólo tienes que repasar los apellidos del partido criptofascista (y cristofascista, como lo llama el periodista Haro Tecglen) que nos ha gobernado los últimos 8 años y cotejarlos con los de la élite política franquista. Siempre se negaron a condenar oficialmente el golpe de estado y la dictadura. Coinciden asombrosamente. Hasta hace dos días el presidente de Galicia fue un ministro franquista, Fraga Iribarne, sobre cuya (falta de) conciencia pesa la firma de algunas condenas a muerte y más de una sangrienta represión callejera. Jamás respondió ante nadie de sus ignominias. Su insultante chulería nos sigue ofendiendo. Ahí tienes todavía a la Iglesia Católica, alma espiritual del régimen fascista e incitadora sin escrúpulos de su sevicia, recibiendo millones de euros del erario público para mantener la enseñanza privada que regenta casi en exclusividad después de haber hecho desaparecer la enseñanza laica en los 40 años de su reinado. Y manteniendo el privilegio de adoctrinar en la escuela pública con sus apestosas consignas y supersticiones a la mayoría de la infancia de este país. Y lo que es simbólicamente peor: las miles de fosas comunes de los asesinados por los golpistas aún siguen sin abrirse. El estado ha puesto siempre todas las trabas posibles para que sus familiares pudieran rescatarlos y sepultarlos adecuadamante.El poder sólo se ha maquillado, pero desde luego no se ha repartido, ni transformado profundamente. Hace unos días Haro Tecglen lo volvía a plantear:“Aquí: lo recuerdo, y lo sigo confirmando en los libros, lo que hicieron con la República: una vez proclamada y negada inmediatamente por sus enemigos, fue sometida a todas las vejaciones de los poderes internos, del matrimonio de curas y pistoleros, hasta que declararon cruzada santa para acabar con ella. Dos circunstancias se producen ahora que simulan aquello: una, la constatación de que los poderes de minorías opulentas pueden siempre más que los resultados de unas elecciones con mayoría sin poder social; otra, que los mismos enemigos siguen usando el lenguaje de guerra civil, falseando realidades y haciendo creer falacias. De todas formas no se repiten las circunstancias objetivas de entonces; no hay nazis fascistas fuera, la verdadera opulencia vive más allá de las de los cambios de gobierno y el ejército está tranquilo.”
harazem — 07-08-2005 08:29:23

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