(del laberinto al treinta)


miércoles, 7 de febrero de 2007

FOBIA Y PUBLICIDAD

Esa debe ser su venganza. Poquísimo veo la tele parece pero cada vez que la enciendo aparece el anuncio ese de la Andy Macdowell de la crema antiarrugas diciendo esa solemne cretinez que deja de serlo en su boca por pura asimilación cretina con su propia persona de lo que es injusto es encontrar arruguitas donde ayer no las había. He de decir primero que a la fulana esa le tengo un paquete del copón desde las primeras veces que la vi en la pantalla. Es algo irracional. Ya sabéis, eso de que de entrada hay gente que te cae del culo que incluso poniendo mucho de tu parte raramente consiguen remontar tu estimación con el tiempo. En este caso incluso el tiempo lo ha ido empeorando. Luego me he ido enterando de cosas que me han ido corroborando que no me engañó mi instinto. Parece ser que es de esas megachorras divonas que exigen cuando viajan que en la habitación del hotel les coloquen hasta una jarra de agua recién recogida de un manantial del Himalaya y filtrada con una muselina hecha por deditos de niños kurdos protegidos por su ONG favorita. Una gilipollas. Hasta me molestó mucho que Robert Altman le diera un lucido papel en su magnífica adaptación de los cuentos de Carver Vidas cruzadas. Ya hablé en otro lugar de las manías mingitorio-defecatorias de Madonna. Pues ésta igual. Un pequeño consuelo que me autoarrogo es el de pensar lo pésimamente que la tratan los publicistas. La recuerdo en otro anuncio de champú en el que se le notaba a la legua que la cortina de pelos irisados y sincrónicos que lucía sobre su cara de pasmá era una peluca. Y en este de la cremita antiarrugas de marras se le notan que te cagas los estirazones de las operaciones que le ha infligido el afamado cirujano pellejero Carniserito de Jólivu en sus ratos libres. Es lo que tienen las manías, que te obligan a cultivarlas minuciosamente en el huerto de tus pequeñas miserias. Ya sé que hay otras muchas que hacen lo mismo (la insufrible Jane Fonda, Catherine Deneuve) , algunas incluso de mi gusto y merecedoras de mi admiración (Susan Sanrandon, Diane Keaton), pero es que la Macdowell consigue engurruñarme el hígado como ninguna otra. Y sobre todo tengo a gala que mi gran amor fílmico, mi adorada Madeleine Stowe se haya limitado siempre a vender sólo buen cine y jamás cayera en esa pequeña prostitución, descendiendo a anunciar ninguna de esas mierdas de cremazas para señoras insatisfechas. Por cierto, ¿alguien sabe si Julianne Moore, mi segundo gran amor, lo ha hecho?

En otra ocasión ya hablé de lo que opino de la publicidad protagonizada por famosos. Entonces no hice hincapié en un aspecto que hoy se me ocurre especialmente miserable como es el de la competencia irredimiblemente desleal que practican en relación con los profesionales de la publicidad que se ganan la vida prestando sus perchas y conocimientos en la indispensable industria de la creación de consumidores. Esos tipos que ganan verdaderas burradas de unidades monetarias en sus prestigiadas profesiones, actores/trices de éxito, inigualables golpeadores de pelotas de golf, impávidos presentadores de telediario, cristalinas maniquíes de pasarelas de cotizaciones absurdamentes millonarias se llevan de una sola tacada el mensuario de 100 ó 500 ó 1000 asalariados del modelismo publicitario. En España se ha convertido en una peste y da grima ver a gente como José Coronado vendiendo en la tele un yogur que permite cagar más suelto o a Concha Velasco una compresita para las señoras que se mean sin querer cuando se ríen. Todo por el puto dinero. Sin ninguna vergüenza.


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