(del laberinto al treinta)


viernes, 4 de mayo de 2007

La mejor escultura funeraria cordobesa

Que en los cementerios existen exquisitas obras de arte ocultas a la vista de los paseantes callejeros, como corresponde al fin y al lugar para el que fueron pensados, es sabido de sobra. Que el de Córdoba no es una excepción, ya no lo es tanto. Pues sí, atento internauta: a la multitud de pequeñas obras, muchas sin firmar, de un Mateo Inurria que durante su juventud se dedicó a labores lapidarias y a la sobrecogedora última morada del gran Manolete obra del prolífico Juan de Ávalos se suma desde hace poco el que ya es sin duda la mejor escultura funerafia de Córdoba.



En uno de los tristes patios del camposanto cordobés de San Rafael reposan los restos de los miembros de una conocida familia cordobesa que con una discreción exquisita se han hecho construir un magnífico mausoleo donde disfrutar del sueño eterno. La obra es de un autor aún desconocido, pero que sin duda, cuando se le haya valorado suficientemente, como intenta humildemente este post, se convertirá en una gran figura de la escultura nacional contemporánea.

El conjunto está construido en refulgente mármol blanco y conforma una estructura de tipo clásico grecorromano en el que en un fondo de templo impecablemente dórico con fronstispicio rotulado con el nombre familiar, columnas acanaladas y severos arcos de medio punto, se alza la figura esculpida en bulto redondo del patriarca, en una pose asombrosamente natural. Es esa naturalidad de la estatua la que nos sobrecoge, porque nunca pudo haberse dicho con tanta justeza el dicho popular de parece que va a echarse a hablar. La mirada perdida en el horizonte esbozando sutilmente un pensamiento profundo, la mano imperceptiblemente acogida en el bolsillo del pantalón y la perfección de los pequeños detalles (botones, arrugas, ojales) nos hacen comprender que nos hallamos ante una obra mayor de la escultura hiperrealista posmoderna.

Pero sin duda lo más inquietante del conjunto es esa mesita de precioso pie torneado en la que reposan varias barajas de cartas y en cuyo borde se ha grabado la misteriosa leyenda: CASINO BUCHON. Dicen que a los difuntos chinos sus familiares les llevan a sus tumbas reproducciones de los bienes que más disfrutaron en vida: billetes de banco, automóviles, manjares... para que los sigan disfrutando en la otra vida ¿Tendrá algo que ver esta leyenda con esa creencia? Por que si no, ¿qué intrigante secreto, qué simbólico misterio, qué oscura alegoría esconderán entonces esas palabras?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Desde que estoy en tu ciudad, hace 4 años, no he entrado nunca al cementerio de San Rafael y eso que trabajo súper cerca, pero me has picado la curiosidad y ¡mucho!

harazem dijo...

Bueno, espero que no te hagas muchas ilusiones, amiga Azul. El de Córdoba no es un cementerio rico en esculturas ni mausoleos. En el de San Rafael sólo existe esa que comento. Y en el Cementerio de la Salud (supongo que ya habrás caído en la grasia que tenemos aquí para bautizar cementerios) sólo existe la tumba de Manolete, una macabra representación del fino matarife cordobés en estado de fiambre.

La escultura es obra de Ruiz Olmos, el perpetrador de casi todas las esculturas callejeras de la ciudad durante los ominosos tiempos de la dictadura.

y digo yo dijo...

Yo diría que el sujeto en cuestión es un tahúr.