Mi afilada consideración de la profesión militar genéricamente tomada, sin distinción de las características del país a quien diga servir o de los intereses que en cada momento declare u oculte proteger, ha sido amolada esta semana por la reavivación del recuerdo de la matanza de Srebrenica (julio de 1995), llevada a cabo por los miembros de un ejército profesional y consentido por los de otro que tenía la misión de proteger a las víctimas. Se calcula que 8.000 hombres fueron asesinados a sangre fría por los soldados del ejército serbio, cuyo comandante en jefe, Mladic, dio personalmente la orden, sin que ninguno de sus estrellados o engalonados subordinados pusiera, al parecer, pega alguna (¿obediencia debida?). Tras meses de feroz asedio a la pequeña ciudad bosnia (lo de siempre: un disciplinado ejército profesional tratando de rendir por hambre y miedo a un puñado de aterrorizados civiles mal armados) todo se resolvió militarmente. Hasta entonces se encontraba protegida por un destacamento de soldados de Unprofor de nacionalidad holandesa al mando del comandante Ton Karremans que impedía el asalto directo. El comandante serbio amenazó al holandés con atacar a sus fuerzas directamente si seguían empeñados en cumplir la misión que la Comunidad Internacional les había confiado. Así, el valiente comandante holandés decidió proponer un pacto entre caballeros al valiente comandante serbio. Ellos no recibirían ni un solo disparo a cambio de permitir el libre paso a los soldados serbios al enclave. Además engañarían a los sitiados para que no se defendieran ni huyeran con la promesa de proteger sus vidas. Una botella de slivowitza, el aguardiente de ciruelas serbio, selló el heroico pacto. Las fotos están ahí. Dos caballeros militares sellando con licor la futura matanza, la mayor en Europa desde la II Guerra Mundial. Ningún oficial o soldado holandés pareció protestar (¿obediencia debida?). El ejército serbio separó a las mujeres de los hombres de entre 14 y 70 años que no pudieron o quisieron escapar, confiados en las promesas del pulido militar holandés, los asesinó a sangre fría y los enterró malamente en varias fosas comunes.
Estos días la TV serbia muestra a sus televidentes las imágenes de lo que nunca creyeron cierto. En el tribunal de la Haya se ha juzgado a Milosevic y se juzga en estos momentos a algunos oficiales serbios que participaron en la matanza. Mladic y Karadzic están en búsqueda y captura, probablemente escondidos en algún monasterio de sus beatíficos cómplices monjes. Pero y ¿el comandante holandés? ¿Y sus oficiales? ¿Nadie piensa en juzgarlos en ese mismo tribunal? Fueron limpiamente cómplices del horror. Incumplieron visiblemente la misión encomendada por la Comunidad Internacional. Y además faltaron al respeto a las víctimas por adelantado con ese brindis ominoso. La misma cosa, pues, unos y otros.
Pero lo que de verdad me pregunto es ¿Por qué siempre que tienen oportunidad los militares sacan su alma de jauría desalmada? ¿Por qué la sociedad civil tiene siempre que estar mirando de reojo previsoramente y contentando y halagando a sus miembros para que den la talla de civilizados que el estado de derecho les exige? ¿Por qué parecen ser los únicos depositarios del “honor”, cuando a la primera de cambio suelen emporcárselo ellos solos? ¿Cuándo se comenzará a plantear una reducción de los ejércitos, de todos los ejércitos, al mínimo indispensable para convertirlos en meros cuerpos de policía, disociados de fanfarrias patrioteras y sublimes destinos inefables? ¿Cuándo se sustituirán definitivamente las soluciones bélicas por soluciones negociadas, sin chantajes del miedo y sin razones coactivas?
ADDENDUM DE 04/03/07
Publicado en El País con motivo de la exculpación por parte del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya de Serbia de su incuestionable responsabilidad en la matanza de Srebrenica. Es de nuevo Holanda quien remueve con su palo limpio la mierda de la miseria moral de la humanidad.
¿A QUIÉN LE IMPORTA SREBRENICA?
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