Mi amigo Cato Zulu suele tocarme a menudo las gónadas en los comentarios de esta bitácora, pero a veces se deja caer con imprevistos regalitos. Ambas vertientes del mismo cariño, yo se las agradezco de igual forma.En un viaje reciente al sur de la Francia recolectó una imagen de uno de esos horrores escultóricos urbanos que tan viciosamente me espeluznan. Se trata de una de esas despedestaladas estatuas que tan de moda se han puesto en la ciudades de todo el mundo. La que me envía mi amigo C.Z. ha sido erigida ante el Anfiteatro Romano de Nimes, reconvertido en coso taurino, a mayor gloria del insigne y aciago Nimeño II, el ultimo gladiador galo, aunque éste a diferencia de sus agrestes antecesores en lugar de enfrentarse a energúmenos germanos vestidos de pieles y armados con agudísimos tridentes, desarrolló sus destrezas vestido de bailarina y evolucionando como tal delante de una fiera negra corniveleta a la que una vez agotada y mareada con tanta evolución espiral ensartaba finamente con una especie de sable de esgrima tal como una fina señorita sevillana ensarta con un mondadientes una oronda morcilla rondeña. Está representado el tal gladiador con la falda tras la que engañaba una y otra vez al noble morlaco previamente a convertirlo en la susodicha morcilla y tocado con esa especie de extraño objeto a medio camino entre una maceta y un teléfono especialmente diseñado para extender perfectamente la mezcla de caspa y brillantina por todo el cráneo del héroe contemporáneo. Aunque tal disfraz o uniforme sea propio de otras latitudes más sureñas y supuestamente más agrestes, lo curioso del caso es que ha arraigado provisionalmente en ciertas zonas del ilustrado país como ilustración, y valga la redundancia, o rebuznancia o repugnancia, de que en todas partes cuecen habas, sobre todo si hay olfatos suficientes listos para disfrutar de semejante tufo y avispados empresarios que puedan forrarse con ello.
Lo más llamativo de la escultura es el tremendo bulto con que le han representado el lugar exacto donde los toreros suelen acomodar sus virilidades. O las pilas del traje de luces, como decía el viejo y casposo chiste aquél. ¿Habrán exagerado? En realidad sí que suelen llevar esos bultazos los valientes matarifes finos aunque normal y naturalmentemente no siempre todo el contenido es todo “suyo”. Creo que fue al profesor Castilla del Pino a quien disfruté en una conferencia hace años rebatir la excusa que había escuchado de que había que reforzar esa parte con algodones para preservarla de las astas de los bichos, aclarando que una cornada en esas partes no la mitiga ni el braguero salvavirgos de la esposa de un cruzado. La causa que él consideraba más plausible era la del refuerzo visual de la propia virilidad de los toreros, para acentuar aún más el desafío constante al que someten al público que no tiene los “suficientes” para hacer lo que ellos hacen. No hay más que ver los chulescos desplantes rituales que componen tras cada muestra de valor ejecutada.
Con todo, más sobresaliente aún que propio bulto es el hecho de que éste presente evidentes muestras de haber sido más manoseado que el columno del Pórtico da Gloria. Tal vez alguien podría explicarme (explicarnos, extendiéndolo a los fieles lectores de esta bitácora) la razón de tal proceder. ¿Tal vez el manoseo lo efectúan mujeres estériles que pretenden conjurar la fuerza eugenésica contenida en los hipertrofiados atributos del torero? ¿Tal vez mocitas casaderas que convocan con ello a la suerte para que proporcione unos iguales al que haya de ser su semental? ¿Tal vez son hombres que reclaman para sí todo lo que también les reclaman sus mujeres? ¿Culto gay?
En todo caso parece que el matador francés amenaza con convertirse en un serio competidor de su vecina y colega (en el sentido de que ambas son imágenes de bulto) la Virgen de Lourdes en cuanto al poder milagroso que ambas efigies sean capaces de ofrecer a las masas hambrientas de soluciones espectaculares para sus problemas en este comienzo del siglo XXI. Al fin y al cabo aún no ha nacido quien pueda determinar exactamente qué elementos anatómicos deben ser o no objetos de veneración por parte de aquellas personas imbuídas de ardorosa fe. El afán por catar el objeto venerado se basa en ambos casos en el mismo principio, aunque no la parte de la anatomía de los ídolos que han de tocar con untosa devoción las manos de los fieles para saciar su fe: los menudos pies en el caso de la Virgen y los dimensionados cojones en el del arrojado torero. Y desde luego, los franceses han sido siempre mucho más avispados que nosotros para vender ellos mismos nuestros productos. Recordad, insomnes lectores, cómo el mayor ranquin de ventas de las entrañables rumbas nacionales (si exceptuamos la inenarrable globalización de la Macarena de Los del Río, esos monstruos de la sutileza) lo detentó y detenta hasta la fecha un conjunto francés, para más inri con nombre inglés: los Gipsy King. Así, no les ha sido difícil utilizar para beneficio propio una de las escasos productos genuinamente españoles que nos quedaban como hecho diferencial para vender en la Europa uniforme que nos amenaza: el valor de la virilidad torera. Un valor que reside, cómo no, en los cojones. Y qué hacemos cuando esculpimos las figuras de esos temerarios héroes contemporáneos. Pues rebajarles ostensiblemente el tamaño de los mismos. ¿Por pudor? ¿Por ahorro de bronce? ¿Para no excitar peligrosamente la imaginación de las niñas? Llegan los franceses, cogen al único torero que tienen, lo esculpen en inmortal bronce y, a mano de todo el mundo, le ponen unos cojones campanudos que se convierten en tres días en un formidable objeto de peregrinación eugenésica y libidinosa y en la primera atracción turístico-religiosa de todo el Midi. Máxime cuando ya cuentan en París con otro santuario de lo mismo, este sí genuinamente francés, sito en el cementerio del Père Lachaise donde se halla la tumba del romántico francés Victor Noir, como nos recordó no hace mucho el amigo Trapo, representado con su miembro en plena gloria que acuden a acariciar las mujeres estériles de todo el país.
Escribo a mi amigo Cato Zulu para darle las gracias por el regalito y le comento que en Valencia existe, junto a la plaza de toros, una escultura torera: la del malhadado banderillero Manolo Montoliú. A los dos días me envía imagen de la misma haciendo de paso referencia a la brutal diferencia:
Como verás, he cumplido contigo. Ni corto niperezoso me he ido a retratar la estatua de Manolo Montoliu para que te de más juego en tu artículo. Te envío dos fotos: una con el banderillero y otra con el susodicho más una guiri que por allí pasaba (y que por cierto está muy buena, la cabrona) y que no ha resistido el impulso de retratarse con un símbolo de la virilidad patria: el torero. Es muy probable que Manolo Montoliu no se comiese muchos torraos en su vida; por la estatua parece que debió de ser más bien algo canijo. Sin embargo, paradojas de la vida, su imagen inmortalizada en bronce es
y seguirá siendo objeto de atracción de turistas, extranjeras más bien, que ven en ella ciertas referencias no exentas de simbolismo sexual. ¡Quién mejor que un torero puede representar al "macho hispánico", esa especie ya protegida y de la que quedan menos ejemplares que la del lin ce ibérico!
Por cierto, en su estatua no aparece el "bulto marcado", ¿por qué?.
¡Pues por eso, so pasmao, por eso! Porque no nos enteramos....
Comentarios
Querido Harazem, se me ocurre que quizás el susodicho banderillero utilizase el famaso anillado “Príncipe Alberto” para evitar “marcar paquete”. Esta especie de piercing que el Príncipe Alberto (esposo de la reina Victoria) utilizaba consiste en colocar un anillo que penetra en la uretra y sale por el frenillo. Parece que algunos aristócratas ingleses, como el Príncipe Alberto, lo llevaban.Pasaban por el anillo una cinta cosida en el interior de suspantalones para así mantener el miembro a un lado discretamente, sin"marcarse", pues parece que el “marcar paquete” quedaba poco aristocrático. También consideraban que eso facilitaba la higiene. Yomás bien me inclino a pensar que el tema del anillado del peneprincipesco debió de ser más bien de índole sexual, pues dicho anillodebía de incrementar un montón el placer, y no el del príncipe sinomás bien el de la Reina Victoria al ser penetrada. Y creo que deboestar muy cerca de la verdad de tan extraña práctica; los filipinospractican algo parecido, se hacen una incisión superficial en la pieldel pene, en la parte superior (en el lomo, por así llamarlo, delmiembro) y se insertan varias piedras semipreciosas (tipo turquesas).Tras unos puntos de sutura y la posterior cicatrización ya estándispuestos para satisfacer a su pareja. Dichas piedras producen unroce en el clítoris que incrementa en gran medida el placer de laafortunada. En fin, no podemos saber con seguridad si Manolo Montoliú utilizaba el anillado “Príncipe Alberto” o si es que simplemente la tenía más bien pequeña.C.Z.
Cato Zulú — 05-09-2005 00:21:45
pues solo t comento q... conoci en vida a el de la estatua en Francia... Cristian o Nimeño II, para mi fue una persona muy important... ahora para responder a tu intriga en cuestion a lo del "pakete" pues solo t digo q si analizas varias fotos de varios toreros a algunos se les nota mas q a otro el "pakete" todo esto, como ya sabras tu o sabemos, depende del tamaño del miembro viril pues... de la estatua t puedo decir q muchas veces no las hacen 100% proporcional a como era o es la persona real, en este caso la verdad no recuerdo la anatomia de Cristian para decirt si, las proporciones son correctas, pero t invito a q indagues un poco en internet a ver q consigues... o si no estoy a la orden para ayudart en la buskeda... con respecto a el pakete tan marcado, el tema del algodon, etc etc, no es cierto.. ellos en el traje usan unas medias q son bastant altas tanto como unas pantymedias d mujer q es de varias kpas, y luego se colocan los pantaloncillos... si buscas fotos de cornadas veras q los q han recibido cornadas en esta zona, kedan con el "pakete" al aire y no sale ningun algodoncito... jejeje bueno ya termino por aka.. hablamos..
Saba — 10-07-2006 04:50:29