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Aunque no era la primera vez que visitábamos la antigua capital del Protectorado, dos días más en Tetuán nos permitieron conocerla más en profundidad. Rincones recónditos poco explorados por los escasos turistas que recalan en ella (a pesar de su condición de Casco Histórico Patrimonio de la Humanidad, que alcanzó recientemente), sobre todo por la zona de Bab Sa’ida, en los alrededores de la mezquita de Sidi Sa’idi, patrón de la ciudad. En una de las esquinas encontramos un ejemplar de tetuaní de los que van quedando ya pocos: un abuelo que vivió los años del Protectorado, tocado con el inevitable gorro de lana y portador de un raído abrigo. Regenta una pequeña tienda de comestibles en la que atiende a la humilde clientela del barrio mientras escucha infinitamente en un desportillado radiocassete una vieja cinta de Antonio Machín. Nos saludó y en un español de reminiscencias coloniales nos retrató con pocas pero sabias pinceladas la vida de la ciudad en su juventud. No sólo había nostalgia por su el tiempo ya ido, también parecía sentirla en nombre de la ciudad. Por él nos enteramos de que los españoles, los pobres, emigrantes, no los militares, no se habían instalado solamente en la zona nueva, sino que, al contrario de los franceses, lo habían hecho también en la intrincada medina. ¿Sólo por ser más pobres? Según aquel vestigio viviente, en aquella zona de la medina habían vivido marroquíes y españoles puerta con puerta, compartiendo callejón y sal en igualdad de condiciones. Su versión coincidía con las opiniones de varios intelectuales nortemarroquíes de que la colonización española había sido, en los lugares pacificados, extremadamente liberal e intregradora. De hecho, la existencia de algo parecido a partidos políticos marroquíes y de prensa libre (que desaparecerían con la independencia) a ello apunta. Varias fuentes independientes coinciden en que, durante el franquismo, los marroquíes gozaban de mucha más libertad que los metropolitanos, acogotados por el puño de hierro de la dictadura.
Yo siempre pongo por método en cuarentena todo ese tipo de afirmaciones positivas respecto a cualquier forma de colonialismo y siempre trato de descubrir el racismo encubierto de las manifestaciones paternalistas que las acompañan. De hecho siempre he defendido la necesidad de asunción perenne por el Estado Español del recuerdo de los bombardeos aéreos con gases letales de los aduares rifeños por parte de su ejército a principios del siglo pasado, que inauguraron la abominable tendencia militar a bombardear desde el aire a la población civil como una táctica más de guerra. Pero por más que he buscado jamás he encontrado rencor en los sobrevivientes de la colonización. Más bien he percibido una especie de nostalgia por un tiempo más feliz que el actual, por una situación política y social más cómoda y dinámica, más liberal, en suma. El gobierno central marroquí tiene mucho de culpa: el norte del país siempre fue sospechoso y ha sido mantenido en la más absoluta indigencia por la desidia institucional de Rabat. La colonización española fue sustituida por la colonización de las gentes del sur, que absorbió el rencor que pudieron haber generado los españoles.
Aunque cada vez menos, por todo Tetuán se pueden encontrar personas mayores como el abuelo de la tiendecita. Y les encanta saludarte en español e intercambiar unas palabras. Y señalarte dónde estuvieron algunas de las dependencias militares o sociales españolas: el casino, un cuartel, una escuela...
La presencia española está muy viva aún, a pesar de la inmersión francófona que ha sido sometida la población rifeña desde hace años. En los mercados no se cuenta por dirhams, sino por riales. La gente aún llama Plaza Primo (no sé a cual de los dos Primos se refiere si al dictadorzuelo zarzuelero o al fascista de su hijo) a la plaza donde está la iglesia y Plaza de España a la monstruosamente remodelada y renombrada como de Hassan II.
El caso de esta plaza es especial. Los tetuaníes siguen sin perdonar al rey que les destrozara su coqueto lugar de encuentro favorito, ajardinado y con un templete hispanomorisco en su centro, de un blanco resplandeciente, para sustituirla por una explanada dura que antecede al nuevo palacio real que sustituye al del Khalifa, un conjunto construido en ese horripilante estilo neoasirio que es la marca arquitectónica de la monarquía alauita. Lo más sangrante es que la plaza es ahora impracticable, acordonada perennemente y vigilada por celosos policías. Mis sondeos son, claro, limitados pero, creo, sintomáticos.
Yo siempre pongo por método en cuarentena todo ese tipo de afirmaciones positivas respecto a cualquier forma de colonialismo y siempre trato de descubrir el racismo encubierto de las manifestaciones paternalistas que las acompañan. De hecho siempre he defendido la necesidad de asunción perenne por el Estado Español del recuerdo de los bombardeos aéreos con gases letales de los aduares rifeños por parte de su ejército a principios del siglo pasado, que inauguraron la abominable tendencia militar a bombardear desde el aire a la población civil como una táctica más de guerra. Pero por más que he buscado jamás he encontrado rencor en los sobrevivientes de la colonización. Más bien he percibido una especie de nostalgia por un tiempo más feliz que el actual, por una situación política y social más cómoda y dinámica, más liberal, en suma. El gobierno central marroquí tiene mucho de culpa: el norte del país siempre fue sospechoso y ha sido mantenido en la más absoluta indigencia por la desidia institucional de Rabat. La colonización española fue sustituida por la colonización de las gentes del sur, que absorbió el rencor que pudieron haber generado los españoles.
Aunque cada vez menos, por todo Tetuán se pueden encontrar personas mayores como el abuelo de la tiendecita. Y les encanta saludarte en español e intercambiar unas palabras. Y señalarte dónde estuvieron algunas de las dependencias militares o sociales españolas: el casino, un cuartel, una escuela...
La presencia española está muy viva aún, a pesar de la inmersión francófona que ha sido sometida la población rifeña desde hace años. En los mercados no se cuenta por dirhams, sino por riales. La gente aún llama Plaza Primo (no sé a cual de los dos Primos se refiere si al dictadorzuelo zarzuelero o al fascista de su hijo) a la plaza donde está la iglesia y Plaza de España a la monstruosamente remodelada y renombrada como de Hassan II.
El caso de esta plaza es especial. Los tetuaníes siguen sin perdonar al rey que les destrozara su coqueto lugar de encuentro favorito, ajardinado y con un templete hispanomorisco en su centro, de un blanco resplandeciente, para sustituirla por una explanada dura que antecede al nuevo palacio real que sustituye al del Khalifa, un conjunto construido en ese horripilante estilo neoasirio que es la marca arquitectónica de la monarquía alauita. Lo más sangrante es que la plaza es ahora impracticable, acordonada perennemente y vigilada por celosos policías. Mis sondeos son, claro, limitados pero, creo, sintomáticos.
Plaza de España de Tetúan tal como se mantuvo hasta que fue arrasada para construir la nueva en los años 80
La nueva plaza y el palacio neoasirio del rey
ADDENDUM:
ARTÍCULO DE GABRIEL CARDONA acerca del trato que el ejército colonial español tributó a los miembros de las tropas "indígenas", en el marco de una opinión sobre el homenaje que se tributó recientemente en Nador al criminal de guerra general Mizzian con motivo del museo abierto en su memoria con la inmoral presencia de autoridades españolas.
que article interesante. muchas gracias.
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