Me llega casualmente a las manos el ultimo número de la revista del Colegio Oficial de Enfermería de Córdoba. Se llama “Constantes” y nunca un título fue más gráfico sobre la condición de sus editores. Efectivamente, constantes, sin cambios, continúan sus dirigentes desde los tiempos de Franco. Lo hojeo desganadamente y me encuentro en su interior una noticia que me da la medida de la calaña de esos dirigentes que desde tiempos inmemoriales mantienen el control de la Organización. El presidente del Consejo General de Enfermería entrega el gran collar de Enfermería a Benedicto XVI, dice el titular y lo acompaña con una foto de la fechoría. Añade además que esa distinción sólo la poseía anteriormente, de modo honorífico, San Juan de Dios, patrón de la profesión.
Como el Pastor Alemán, que se sepa, no tiene nada que ver con profesión sanitaria alguna habrá que deducir que sus méritos para merecer tal distinción se deben exclusivamente a la profesión que él mismo ejerce, Director General de una empresa religiosa, la Iglesia Católica, Aguerrida Multinacional especializada en generar ideología para consumo de una parte importante de la humanidad adicta al pensamiento mágico en competencia feroz con otra parte que propugna el uso de la razón para gestionar dicho pensamiento.
Las muestras de confesionalidad (católica, por supuesto) de las juntas directivas de ciertos Colegios Profesionales, fundamentalmente sanitarios, de este país sólo tiene correlación con su propia desvergüenza. No se van a enterar nunca de que la adscripción descarada a los principios fundamentales ideológicos de la Entidad Vaticana atenta directamente contra los derechos de todos los profesionales adscritos (hasta hace bien poco obligatoriamente), porque supone una opción partidista clara en un campo en el que muchas de las actuaciones de esos miembros pueden ser objeto de consideraciones morales de interpretación múltiple.
Es decir, con ese acto indigno están tomando posición sobre temas como el aborto, la eutanasia, el uso del condón como profilaxis del sida, las células madre y todas aquellas cuestiones de ética civil que la correosa moral religiosa trata de envenenar con su agresiva convicción de hallarse siempre en propiedad de la Verdad Absoluta. Revelada, claro. Y si representan a un colectivo profesional compuesto por personas libres de diferentes (se supone) tendencias, el acto de adhesión a la doctrina papal es una intolerable agresión a la libertad de opinión de sus miembros. El meapilismo deberían dejarlo sólo para su vida privada y no hacer ostentación oficial de él.
En cuanto a lo de haber distinguido también con el collarcito de marras a san Juan Dios participa de la misma índole desatinada que la de su primo mayor el Colegio Médico de Córdoba cuando nombró Colegiado de Honor al Arcángel san Rafael, por su contribución a la buena salud de los cordobeses. Una flagrante regresión al espíritu de otros tiempos (¿recuerdas?: vírgenes alcaldesas y generalas, santos defensores de la mitad de la patria...).
Si volaran, el cielo se oscurecería en un santiamén y nos invadirían las tinieblas.
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