Leo en la prensa que el Gobierno chino va a endurecer los requisitos a los occidentales para la adopción de sus niñas orfelinatizadas. Nada de obesos, ni recién casados, ni prolíficos, ni maduros, ni homosexuales, ni... La imaginación china para las prohibiciones es sólo pareja a su capacidad para emitir estúpidos proverbios disfrazados de razón. Yo tengo para mí que sólo se trata de una maniobra especulativa para subir el precio del producto. A mayores dificultades para conseguirlo mayores cantidades que exigir.
La disparada demanda de productos chinos de bajo coste en occidente está volviendo más codiciosos aún si cabe a los gobernantes chinos empeñados en lanzar a toda máquina la industria nacional. La estrella es sin duda la cría de niñas para adopción en orfelinatos, un producto de lujo ofrecido a precios muy razonables para bolsillos occidentales. Un viejo proverbio confuciano enseña a hacer del pecado virtud. Así los gobernantes chinos, irresponsables responsables de la política de hijo único (varón) que llenó de niñas (las que sobrevivieron a los millones de infanticidios) los miserables hospicios del país han conseguido la reconversión del sector convirtiéndolo en una importante fuente de divisas al par que han llevado, previo pago, la felicidad a miles de familias occidentales estériles, conmovidas o caprichosas.
Se sabe que en las grandes ciudades chinas, donde están surgiendo pujantes clases medias enriquecidas e hiperconsumistas, hay muchas familias nacionales dispuestas a adoptar a sus propias compatriotas abandonadas. Pero el gobierno prefiere desde luego dedicarlas a la exportación por su mayor rentabilidad económica.
Las campañas publicitarias encubiertas que el gobierno chino lleva a cabo de vez en cuando en los medios occidentales se basan en la emisión de imágenes falsamente clandestinas de mugrientos orfelinatos donde se hacinan las niñas en condiciones insoportables con el fin de remover la piedad de la posible demanda. Mi impresión durante mi viaje a China de hace dos años es que el país goza de una envidiable prosperidad y que se genera dinero suficiente como para que los orfelinatos cuenten con instalaciones más que decentes. Si no ocurre así deberían ser denunciados en Tribunales Penales Internacionales. Por otra parte también hay dinero suficiente para dedicar a la incentivación de la adopción interna entre las capas menos favorecidas mediante la institución de ayudas económicas a las familias que así lo hicieran. El hecho de que esa política no se lleve a cabo no apunta sino al hecho de que se trata de un asunto de tráfico de seres humanos puro y duro. El precio impuesto por el gobierno chino por cada una de las niñas lo dice todo (3.000 $ según ANDENI, aparte gastos burocráticos). Con las nuevas trabas, el precio se disparará seguro. Tal vez la parte contratante pueda reclamar para sí la denominación de adoptadora en lugar de la de compradora, pero desde luego la parte emisora sólo puede reclamar para sí la de traficante de carne humana viva.
El ticket de entrada a la Ciudad Prohibida de Beijing muestra en su envés una foto del propio palacio y en su revés una imagen publicitaria que muestra a unas docenas de relamidos niños chinos urbanos de diseño (solo les falta ser rubios) brindando al aire con distintos productos NESTLE. Solo a una mente perversamente retorcida y demagógica como la mía se le puede ocurrir la idea de que tal vez les hagan brindar por el buen rumbo del negocio con que su gobierno se lucra vendiendo a sus compatriotas niñas campesinas inservibles a los corruptos capitalistas occidentales.
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