Hoy ha amanecido lloviendo. Lloviendo a mares. Y ya son más de las 12’30 del medio día y aún no ha parado. Teniendo en cuenta que estamos apenas pasando el ecuador del verano en Córdoba, se trata de un fenómeno extravagante. Pero encantador. Y aquí me hallo viendo llover por la ventana, escribiendo esto que ahora lees, improbable lector, manoseando de vez en cuando una vieja caja lacada que compré en China y escuchando a Hibari Misora.
Una de mis más estrafalarias aficiones musicales, que suelo ocultar pudorosamente para evitar miradas compasivas, es el enka. La música de raíces japonesa. Lo confieso aquí porque no podré ver ese característico gesto en vuestros rostros al instante mismo de leerlo. Y porque hoy llueve y el tacto suave de la laca y la voz modulada de Hibari me elevan por encima de vuestras extrañezas y compasiones.
Os dejo con una muestra. Alegre, muy alegre. Aunque hay piezas muy melancólicas que son mis favoritas. El problema que tengo es que no entiendo ni papa del noble idioma nipón y ni pajolera idea de la trascripción ni de la traducción de los títulos.
enka1.mp3 |
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Mañana, si tengo tiempo y ganas, os hablaré de Hibari Misora y el enka. Tal vez incluso de Junichiro Tanizaki.