domingo, 28 de enero de 2007

La Ley del Embudo en Ceuta

Hay noticias de hechos que ocurren en lugares pequeños que se erigen en paradigmas, en una especie de metáforas perfectas de lo que a escala pasa en el mundo. De cómo los ricos aplican sistemáticamente la ley del embudo en sus relaciones con los pobres, tanto a nivel personal, como al nivel de las relaciones entre las regiones y entre los países. De lo que en realidad consiste el más importante fenómeno de nuestro tiempo: la globalización.

En la ciudad de Ceuta la policía y la guardia civil han sido aguijados para que extremen la vigilancia y el celo en el requiso del pan de contrabando que introducen y venden las mujeres marroquíes desde la vecina ciudad de Fnideq. Las protestas de los panaderos locales han tenido ese eco. No pueden competir con los precios de los panes marroquíes ni (según los consumidores) con su calidad. Ello no tendría nada de particular si no se diera la paradójica circunstancia de que la ciudad de Ceuta vive del contrabando que ella misma genera en el país vecino. Efectivamente fuentes oficiales calculan que el 70% de la actividad económica de la ciudad autónoma lo genera el contrabando de productos que se introducen ilegalmente desde ella en el país vecino. 700 millones de euros anuales. Si un buen día las autoridades marroquíes decidieran hacer cumplir la ley y extremaran el celo como sus colegas españolas impidiendo el contrabando la otrora guerrera ciudad autónoma se arruinaría y sus habitantes acabarían comiéndose los mocos. Estaría bien que ocurriera al menos durante unas semanas para que se enterasen de lo que vale un peine y comprendiesen que está muy feo usar la ley del embudo en las relaciones con el vecino: pa mí lo gordo y pa ti lo fino.

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