Esta mañana, día de Andalucía, han recorrido procesionalmente las calles principales de la ciudad varios centenares de seres en dos tandas diferentes. En la primera montaban bicicletas, iban vestidos con ropa deportiva y lucían banderitas blanquiverdes en los manillares. Los de la otra tanda montaban lucidos caballos, iban tocados con sombrero d’alancha y uniforme de gala cortijero y adornaban los jaeces de los animales con graciosas borlitas rojigualdas. Todos han dejado un aire festivo en el ambiente de esta luminosa y primaveral mañana febrerina, pero los segundos además han dejado un reguero de apestosos cagajones sobre los adoquines. Le he comentado a quien conmigo los contemplaba que no sabía por qué no se bajaban del caballo y recogían con la consabida bolsita higiénica las deyecciones equinas como manda claramente la ley. Mi compaña me ha mirado de arriba abajo con cara preocupada y me ha diagnosticado una malafollá aguda, con complicaciones graves de contumacia en alto grado de empedernimiento. Me ha recomendado además muy seriamente que me lo haga mirar sin más tardar. No sé..., me ha dejado preocupado. Mañana preguntaré a algún especialista.
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