La de un guardia civil levantando el puño en una concentración reivindicativa es de esas imágenes que pueden remover las entrañas de muchos progres como yo, que la que conservamos en nuestro imaginario es justamente la de los guardias civiles disparando contra todo aquel que lo levantara. La lorquiana que les hacía sostener bajo el tricornio de plomo las calaveras. La de El crimen de Cuenca.
Parece que los llamados beneméritos números han cambiado mucho y quieren convertirse a la normalidad, reivindicando su derecho a ser trabajadores como los demás, desvinculándose de la dictatorial, por esencia, disciplina militar.
Los que no cambian en cambio son los propios militares. Debe ser algo de tipo infeccioso, algún virus inerradicable que contamina desde siempre los colchones cuarteleros. Leo la noticia de que en Ceuta se han abierto diligencias por parte de la Justicia Militar (ya sabéis, aquélla que se comparaba con la Música) por el asunto del espionaje por parte de los servicios de información de una unidad del Ejército a sindicalistas y asociaciones vecinales de la ciudad. No pueden resistirlo. El vernos a los civiles como una masa de incorregibles presuntos traidores a la patria y por los tanto dignos de estrecha vigilancia. Lo ¿asombroso? es que esas diligencias no se abren para depurar responsabilidades por la intolerable intromisión en la vida de los ciudadanos de los uniformados metidos a huelebraguetas, sino para averiguar el origen de la filtración. En ello parece estar el origen del cese del jefe de la unidad, un arrojado teniente coronel con ínfulas de samurai que ha tratado de lavar su honor mancillado cortándose las venas con un cúter y arrojándose después a un patio de luz de cuatro metros. El mismo que pringó en la investigación a unos números de la guardia civil para que hicieran el trabajo sucio. Parece que fue uno de ellos el que se chivó a la prensa. Como vengansa cuartelera ¿Porque no le querían dar chocolatinas en la merienda?
Parece que los llamados beneméritos números han cambiado mucho y quieren convertirse a la normalidad, reivindicando su derecho a ser trabajadores como los demás, desvinculándose de la dictatorial, por esencia, disciplina militar.
Los que no cambian en cambio son los propios militares. Debe ser algo de tipo infeccioso, algún virus inerradicable que contamina desde siempre los colchones cuarteleros. Leo la noticia de que en Ceuta se han abierto diligencias por parte de la Justicia Militar (ya sabéis, aquélla que se comparaba con la Música) por el asunto del espionaje por parte de los servicios de información de una unidad del Ejército a sindicalistas y asociaciones vecinales de la ciudad. No pueden resistirlo. El vernos a los civiles como una masa de incorregibles presuntos traidores a la patria y por los tanto dignos de estrecha vigilancia. Lo ¿asombroso? es que esas diligencias no se abren para depurar responsabilidades por la intolerable intromisión en la vida de los ciudadanos de los uniformados metidos a huelebraguetas, sino para averiguar el origen de la filtración. En ello parece estar el origen del cese del jefe de la unidad, un arrojado teniente coronel con ínfulas de samurai que ha tratado de lavar su honor mancillado cortándose las venas con un cúter y arrojándose después a un patio de luz de cuatro metros. El mismo que pringó en la investigación a unos números de la guardia civil para que hicieran el trabajo sucio. Parece que fue uno de ellos el que se chivó a la prensa. Como vengansa cuartelera ¿Porque no le querían dar chocolatinas en la merienda?
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