En homenaje a nuestro más insigne escultor local, Mateo Inurria, del que se cumplen estos días... ¡anda la ostia!, pues parece que no se celebra ná, ni cincuentenario, ni centenario, ni terry, ni fundador. Por lo menos San Google no me da ningua pista. Bueno, pues nada, parece que a alguien se le ha ocurrido organizar un pollo monumental alrededor de su figura sin ninguna excusa efemeridial. Ya me gusta la idea nada más que por eso. Bueno, pues estos días se celebra un CONGRESO (2, 3 y 4 de mayo) sobre su vida y su obra y del 5 de mayo al 5 de Julio una MAGNA EXPOSICIÓN de más de 300 obras suyas en diversos lugares de la ciudad.
De entre todas las obras del maestro Inurria yo tengo debilidad por una que no me dio tiempo a conocer. Fundamentalmente porque duró erigida menos de lo que dura una saliva en una plancha. Se trata de un monumento que estuvo colocado en los Jardines de la Agricultura, justo en el mismo lugar que hoy ocupa el bar Playa. Una enorme aparador en honor al Ministro Barroso y Castillo (1854-1916). Ya sabéis, el desconocido titular de la famosa calle de Ciudad Jardín. Pues resulta que este señor fue ministro de la corona a comienzos del siglo XX, representante de la burguesía cortijera caciquil cordobesa que a su muerte, agradecida, decidió hacerle un monumento. Por suscripción popular. Ya te digo: todo el mundo a pagar. Se le encargó la obra a Mateo Inurria, quien diseñó un aparatoso aparador del gusto de la época en la que junto a la figura sedente del faraónico político cordobés colocó las esculturas alegóricas del Arte, el Trabajo, la Agricultura y el Comercio. Se inauguró el 24 de octubre de 1918.
Eran aquellos tiempos revueltos en que las masas obreras y campesinas empezaban a tomar conciencia de su fuerza frente al poder explotador de la salvaje burguesía que soportaban y a luchar con decisión contra la red clientelar del caciquismo que les robaba sistemáticamente su representatividad. No sabían aún que cuando esa burguesía se sintiera verdaderamente en peligro no dudarían en echar mano a los afilados dientes de sus perros guardianes: su ejército, que por el momento estaba entretenido matando moros. Pues eso exactamente fueron los golpes de 1923 y 1936.
Pero mientras avanzaban de victoria en victoria. Entre 1916 y 1919 se sucedieron una serie de movilizaciones sindicales con huelgas y manifestaciones. En marzo de 1916 10.000 obreros (qué sindicato tiene hoy los riles de juntar tantos) tomaron el centro de la ciudad y asaltaron el Ayuntamiento. El 17 de marzo de 1919 en el transcurso de una de las manifestaciones, las masas calentadas y enardecidas apedrearon el Círculo de la Amistad, el Círculo Mercantil y el Círculo de Labradores, los tres circulitos del poder de los caciques y después se dirigieron a los Jardines de la Agricultura a presentarle sus respetos al flamante símbolo monárquico-burgués. Del monumento a Barroso y Castillo no quedó ni una china. 5 meses duró el pobre en pie.
Hombre, yo reconozco que estuvo muy feo eso destruir tan valiosa obra de arte, pero, chico, es que los caciques tampoco ponían nada de su parte y se dedicaban nada más que a tocarles los cojones a los pobres obreros, explotándolos leoninamente, matándoles de hambre, robándoles las elecciones, mandándoles a los guardias cuando abrían la boca, en fin, que no digo yo que los obreros no se portaran como unos cafres, pero que, joder, es que la burguesía... se lo estaba buscando. ¿Qué les costaba hacer un poquito la vista gorda a la revolución?
1919: manifestación anticaciquil en la calle Nueva.
La erección de la escultura a Barroso y Castillo fue, por otra parte una de las cuatro patas del banco que el caciquismo dominante y sus aliados levantaron en el primer cuarto del siglo XX, en la cima de su poder, para autoglorificarse y dejar sentado que no sólo eran los amos del caballo, del cortijo y del fusil, sino que también tenían el monopolio de la emisión de simbología urbana. La casta política se erigió el monumento destruido al carca ministro (Inurria, 1918). La casta militar la del eficiente sembrador de calamidades don Gonzalo Fernández de Córdoba, alias el Gran Capitán (Inurria, 1923), la casta vaticana la tronante del protoinquisidor obispo Osio (Coullaut Valera, 1925) y la cultural la del Duque de Rivas (Benlliure, 1929), el más certero ripiador al este del Guadiana.
Todos contentos y perfectamente representados. Bueno la casta política y el pobre Mateo Inurria nunca superaron el berrinche. Pobricos.
Manuel me había contado un amigo, al que tengo por conocedor de muchos intringulis que, el monumento en cuestión lo desmontó el franquismo y que parte del grupo escultorico, lo había visto en la casa de un capataz municipal de hace muchos años. Tus datos y lo que San Google me ha faciilitado coinciden la destrucción, si no total fue grande pero en 1919 (cuando nació mi madre) no en la postguerra. Es posible que restos del grupo escultorico se lo llevaran a las Atarazanas y de allí algún alma caritativa le fuera bien para su parcela. Eso es posible, pero la garantí que tenía de las apreciaciones de m amigo ha quedado un pco mermada por la cuestión de fechas. Dice que datos del monumento están en el Museo de Bellas Artes, al que me voy a llegar a ver que consigo.
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