Estamos en verano. Hace mucha calor. Y me había hecho la firme proposición de no emberrincharme lo más mínimo leyera lo que leyera, viera lo que viera, me contaran lo que me contaran. Pero como el escorpión de la fábula, está en mi condición saltar a la primera. Pero tengo que corregirme, porque cada berrinche supone la extinción de 5000 hepatocitos del delicado, sensible, irritable tejido de mi hígado. Así que me he pasado un par de horas haciendo propósito de enmienda mediante el expeditivo sistema de escuchar música de relajación. Sí, de esa que está tan de moda. Pero yo tengo la propia. Una que no se vende para eso, pero que yo he descubierto que me congela circunstancialmente la sangre en las venas y me restituye los hepatocitos difuntos mediante la regeneración natural y la balsámica pomada de sus largos periodos vocales.
Se trata de los cantos religiosos y tradicionales de la monja maronita libanesa Sor Marie Keyrouz, a cuya preciosa página os invito a entrar. Os recomiendo escuchar los tracks que cuelga de muestra. Es la textura aterciopelada de su voz cuando canta sobre todo cantos monásticos de la tradición bizantina en griego y en árabe lo que más que conmueve, lo que consigue transportarme a un estado de beatitud que a pocas músicas, y menos religiosas, les permito.
Os ofrezco la pieza que responde al hermosísimo nombre de 9ª Oda del Canon del Oficio del Domingo de Pascua (Inna-al-Malak) en árabe. Cerrad los ojos y transportaos al limbo de la mística verdadera. La del arte tejido con la fibra que acaricia directamente al corazón, pulido por el roce de miles de gargantas monásticas a lo largo de cientos de años.
La conocí hace algún tiempo y me resultó sorprendente (por la voz, las canciones, el sentimiento...)
ResponderEliminarNada que ver con esos bodrios "para relajarse" que suenan a música de ascensor o de clínica de dentista.
Veo que compartimos gustos musicales ;-).
ResponderEliminarLa voz de Soer Marie es prodigiosa. Le han ofrecido muchas veces interpretar ópera porque su registro es casi único (entre otras cosas porque domina las dificílismas escalas árabes), pero no quiere interpretar música profana.
En concierto es aún más impresionante que en sus grabaciones. No sólo ella parece cantar en estado de trance, sino que lo contagia. Es capaz de crear un clima que te deja paralizado. Parece increíble que de un cuerpo tan menudo, y con la humildad que canta (la mirada baja, las manos sobre el pecho), pueda brotar tanta emoción pura.
Magnífica elección, Manuel.