El cura de mi barrio (parroquia de San Francisco de Córdoba), se nos ha destapado como un verdadero predicador atronante y apocalíptico. Como es natural yo no lo he escuchado nunca ni maldita la falta que me importa. Es más, acabo de incluso de enterarme ahora de que goza del celestial nombre de Rafael María de Santiago. Pero lo que cuenta de él el ABC ha conseguido que me caiga bien. Por fin un cura que abandona las hipocresías relativistas y canta las verdades a la grey. Según el beato diario, ya vuelto al buen redil de la ultraultraderecha de donde nunca debió salir, el otro día abroncó contundentemente desde el púlpito en no sé qué misa de no sé qué regla de no sé cual hermandad de esas que procesionan tan bonito, a los cofrades de esta ciudad por su poca solidaridad con la Santa Madre Iglesia y su silencio cómplice en estos amargos días en que sufre la persecución de los crueles neopaganos diocleciano-socialistas (vienen tiempos difíciles para los cristianos, aunque también «fantásticos», pues están siendo «perseguidos por ser fieles a Dios», atronó atorrante con el dedo tieso). Y de paso, e indirectamente, los instó (iluminándolos, dijo literalmente) a que la venguen votando a quien tienen que votar, que no puede ser a otro, claro, que al PP. Aparte la posibilidad de poder disfrutar de la sarta de estupideces y adornos de faena de rigor en estos casos, lo que más me ha gustado de verdad de los jirones de homilía que trae el diario, por ser lo más coherente que haya oído en mucho tiempo, ha sido la justa bronca en sí misma a los cofrades. Con el santo látigo de la justa intolerancia que predicara san Josemari ha azotado valientemente sus conciencias poniéndolos en su sitio. Y su sitio es el que es. Al lado de la Iglesia y del PP. La hipocresía consustancial al catolicismo, que en los últimos y relativistas años ha alcanzado cotas alarmantes, en el caso de los cofrades llega a ser además sangrante. Y el cura cumple con su santa obligación recordándoselo. Ser cofrade significa ser de derechas pura y duramente. Y votar a la Iglesia que se presenta a las elecciones mediante su brazo político, el PP. Y punto pelota. Y si no te gusta, pues rompes el carné y te apuntas a una murga de carnaval, donde tienes lo mismo y además puedes votar a quien quieras. Porque si los católicos en general están acostumbrados a hacer con la capa de su catolicismo un sayo de iniquidad y pecado los cofrades son ya la repapoya. Se divorcian, se hacen pajas, prefieren los peroles a las misa dominical, etc. Lo único que parece interesarles a los muy hipocritones es disfrazarse de kukuxklanes, ponerse ciegos de alcaloides cerúleo-incensorros, sacar sus ídolos a la calle y mantearlos a base de bien, etc, todo sin compromiso con la Secta. Pero si todos esos pecados pueden ser perdonables con un simple formateo confesional, votar a los perseguidores de la Iglesia los conducirá directamente a ese infierno recién reabierto e inaugurado por el que fuera Inquisidor Mayor reciclado ahora en Sumo Pontífice. Diga usted que sí don Rafael María, ¡que sólo son unos aprovechaos!
La conferencia ePPiscopal lleva cuatro años en campaña electoral y no quiere que a su rebaño se le olvide a quién debe de votar.
ResponderEliminarEn su derecho está, amigo Ramone, lo que hay que hacer es dejar de suministrarle el pastón que encima se lleva. Porque lo que el PSOE dice cuando dice que los Obispos no tienen derecho a meterse en política es que no tienen derecho a meterse en política después del pastón que les están dando como soborno.
ResponderEliminarY a ver si vienes más por aquí, descastao.
Un abrazo