Alguien me escribe y me pregunta si al finalmente me hice caligrafiar en chino el poema de Wang Wei LÙ ZHÁI, como prometí en una entrada antes de mi viaje al País del Centro hace la friolera de dos años y medio. Realmente olvidé constatarlo, tanto en este blog como en el que abrí para anotar cosas de aquel viaje, CUADERNO DE CHINA. Pero efectivamente me lo hice caligrafiar por dos veces.
Una en la calle Shu Yuan Men de Xi’an, una calle tradicional que parte de la Puerta sur totalmente reconstruida en estilo tradicional y donde se concentran los calígrafos, algunos de mucha fama y muy carísimos.. Yo elegí uno de tipo medio, le hice el encargo y el resultado fue este:
Unos días antes, en Pingyao, una pequeña ciudad cuya visita supone un viaje alucinante al interior de un trozo de ámbar donde se conserva fosilizado el aire de la China Ming, en un pequeño estudio de una de las casa-museo de las que se visitan en ella encontré a un anciano calígrafo disfrazado de funcionario mandarín de otra época. Vivía de caligrafiar a los turistas nacionales (el turismo organizado occidental aún no la ha descubierto) proverbios tradicionales chinos en un papel de seda de muy mala calidad. Le ayudaba una mujer, que debía ser su hija, que lo cuidaba con un mimo exquisito. Le preparaba la tinta, le alisaba el papel y le hablaba con una enorme dulzura. Le propuse que me caligrafiara el poema de Wang Wei que llevaba copiado en una cuartilla. Se colocó unas anticuadas gafillas, se acercó a la ventana por donde entraba uno de los rayos de sol del atardecer y lo leyó en voz alta imprimiéndole una maravillosa entonación y un ritmo pausado, haciendo sonar cada monosílabo con una limpidez cristalina. Luego rió alegremente y me dirigió unas entusiastas frases de las que no entendí absolutamente ni una palabra, y en mi pauperrísimo chino y con ayuda de mi diccionario de bolsillo conseguí hacerle entender que lo quería en otro tipo de papel de más calidad. Tras un largo tira y afloja creí entender que no poseía más tipo de papel que ese, incluso ofreciéndole bastante más yuanes de los que me pedía y que ascendían al equivalente de 1€. Así, la hija alisó el papel, lo sujetó a la mesa y preparó la tinta y el pincel y el viejo calígrafo comenzó a aplicar con mano firme pinceladas suaves pero seguras a la luz melosa del atardecer que entraba por la ventana. Yo asistí a la ceremonia fascinado, sintiéndome como en una burbuja donde se respiraba aire de otro tiempo. Por supuesto no hice ninguna foto, pero unos días después encontré esta postal que me recordó ese momento. Y que cuelgo como ilustración. A su lado, el trabajo del viejo escribano.
Que eres un apasionado de la caligrafía china queda claro con tu empeño y por tu camiseta.
ResponderEliminarUna pregunta tú que sabes algo de esto. ¿Este poema es haiku? Da la impresión por su métrica y temática de ser un académico haiku? ¿noo?.
Por cierto que la traducción de Paz, la primera es la que más me gusta, aunque creo, seguro que por ignorancia, que no está occidentalizado del todo.
Soy calleja, no se que pasa que no me deja entrar con el nick habitual.
Bueno, amigo calleja, yo no soy para nada un experto, sino un modestísimo pollo picoteador en la gran tradición, que aúna belleza y discreción, artística oriental. Pero algo he llegado a distinguir. Los haikus pertenecen a la tradición japonesa. Son poemas de tres versos que deben tener 5, 7 y 5 sílabas cada uno. En ellos, en condiciones de concisión extremas, ha de plasmarse un paisaje, un hecho, una idea. Cuanata mayor sea la comunión de fondo, forma, sonido, pictograma, más bello será.
ResponderEliminarEl poema de Wang Wei es una cuarteta, la mejor de las muchas que escribió el poeta. Es el aire inconfundiblemente oriental, pictórico, lo que ha debido confundirte. Efectivamente la poesía extremoriental se caracteriza por su acusado carácter de abstracción pictórica, es decir, tratar de abstraer los paisajes naturales y verterlos en el papel con el pincel de la palabra. Como las palabras chinas y japonesas son además signos pictóricos el resultado, sobre todo para los que pueden entenderlo, es fascinante. Si te fijas la pintura china, que nos parece a los occidentales absolutamente monótona hace lo mismo. De hecho las reglas académicas tradicionales dicen que el paisaje no se puede pintar in situ. El artista contempla el paisaje, absorve la belleza, se va a su estudio y allí lo reinterpreta, lo poetiza. Lee el poema de Wang Wei, la magnífica traducción de Paz, y mira luego alguna pintura tradicional china, la que uso para ilustrar el post primero por ejemplo. Verás como ambos responden a las mismas reglas abstractivas.
En cuanto a los haikus, desde su redescubrimiento por los occidentales se ha intentado hasta la saciedad su transplante a las lenguas occidentales, que usan la escritura alfabética y no ideográfica con lo que la mitad de la gracia se pierde en el empeño. No obstante, tanto la traducción de los clásicos japoneses como los haikus escritos por occidentales pueden alcanzar gran belleza.
Este es uno de los más famosos, del maestro Matsuo Bâsho (siglo XVII)
Un viejo estanque;
se zambulle una rana,
ruido de agua.
Este pertenece al libro Gotas negras de Andrés Neuman , una colección de haikus propios que publicó el poeta argento-granadino en la editorial cordobesa Plurabelle en 2003:
Redonda, quieta
en el raíl del metro
una paloma
Ah! eso no lo sabía. No sabía que los paisajes se memorizaban para pintarlos desde una visión más poética. Es curioso, porque durante algunos años yo hice lo mismo. Observaba un paisaje reteniendo sus impresiones y luego en mi habitación dibujaba esas impresiones, y es verdad que el resultado tiene una carga más poética que si lo plasmas del natural.
ResponderEliminarCuriosamente hace una semana nuestro País publicó la visita de un artista norteamericano que hacía exactamente eso. El artículo creo que se titulaba "la cámara humana".
saluditos
el tabernero
Los recuerdos más valiosos, se conservan mejor en la memoria que en la foto. Preciosa entrada.
ResponderEliminarSalud
Manuel