Una de las delicias de haber redescubierto la bicicleta para mis paseos urbanos es que me permite hacer más fácilmente recorridos temáticos. No vayáis a pensar, deletéreos lectores, que he descubierto el ciclismo, esa filosofía. No, lo que de descubierto es el bicicletismo por vía de cupones coleccionables de El País. Sí, me he pillado la bicicletilla plegable esa. Como miles de compatriotas con los que me cruzo (mirada de complicidad mediante) cada mañana de las que salgo, bien temprano, a desentumecer los músculos, gozando de paso de las bellezas inmarcesibles de esta ciudad y del repaso de los muchos oprobios que sufre por la desidia o por la acción directa de sus gobernantes. Pero sobre todas las cosas porque tengo que subirla a un ático cada vez que la uso.
Ayer tocó recorrido temático que titulé así a bote pronto: Ruta del fascismo cordobés. Mucha gente roja de otras latitudes patrias que admiran a esta ciudad por su heroica pertinacia en seguir manteniendo el único ayuntamiento de capital de provincia gobernado por una formación de izquierdas se sorprenderían ingratamente si alcanzaran a saber (y para eso está este humilde representante de lo que el mala follá de Muñoz Molina llama egolatría caprichosa, el diarista bloguero) que no es oro todo lo que reluce ni la zahúrda es menos pestosa porque le coloques dos canalillos. Sin entrar en profundidades (y pueden ser abisales) del cariz de la política propuesta para esta ciudad por los extraños izquierdaunidistas que nos gobiernan, me atendré sólo a lo que respecta al mantenimiento de los muchos, demasiados símbolos que de la sangrienta dictadura franquista aún quedan en ella. No ya que hayan tenido oportunidad de eliminarlos, que la han tenido y la han ejercido con contundencia, sino que la necesaria higienización del ámbito urbano de la pestilencia simbólica fascista no ha sido del todo completa.
Es por eso que propongo una ruta cicloturista en busca del símbolo fascista en el feudo de los rojos redimidos.
Comenzaremos la ruta en la antigua plaza del general Varela, hoy del Realejo, pero donde aún pervive en la pared del palacio donde vivió el jerarca militar-fascista una oprobiosa placa que da cuenta de las fazañas del militar felón contra la legalidad democrática republicana y su responsabilidad en los crímenes de guerra subsiguientes. Con dos cojones sigue sobreviviendo al terrible Anguita, al vidrioso Ext-Herminio (de la vega cordobesa) Trigo, al gaseoso Manuel Pérez y a la mirífica alcaldiosa Rosa Aguilar. A menos de 200 mts. del propio Ayuntamiento.
Bajamos hacia San Lorenzo hasta la calle María Auxiliadora donde tiene su sede el Colegio de los Salesianos adjunto a su iglesia en cuyo compás encontramos una placa de exaltación fascista de los muertos de un sólo bando, el golpista, los curas salesianos que dieron su vida por Dios y por España ¡Heil!
Desde los Salesianos podemos bajar hasta la barriada de Cañero sin dejar ni un solo momento de recorrer calles con nombre del panteón idolátrico católico. No es que eso tenga que ver directamente con el fascismo, pero sí que se llaman así porque las autoridades nacionalcatólicas y la Iglesia colaboradora estrecha con el genocidio los impusieron. María Auxiliadora, Álvaro Paulo y Jesús Rescatado. En Jesús Rescatado podemos detenernos un momento en el nombre rotulado en la segunda calle que sale a mano derecha (cómo no). Esa calle sigue dedicada al que fuera Primer Secretario General del Movimiento (del Movimiento fascista, claro) que hubo en Córdoba: Fernando Fernández Martínez.
Una vez en Cañero podemos preguntarnos quién era el señor que da nombre a la barriada. Y la respuesta sería: un rejoneador profesional y genocida amateur. Efectivamente, como protagonista en el genocidio de demócratas perpetrado por el conglomerado nacionalcatólico fascista a partir de 1936, Antonio Cañero organizó y capitaneó las partidas formadas por falangistas y señoritos que a lomos de caballo y armados de picas y escopetas rastreaban, perseguían y capturaban o asesinaban a sangre fría en la Sierra Morena de Córdoba a los republicanos que huyeron de la ciudad tratando de escapar de la obligación que los golpistas les imponían de dar cuenta de su fe política en las tapias de los cementerios. Viviendo amancebado, a la hora de su muerte el obispo fascista Fray Albino lo conminó a donar unas huertas de su propiedad a cambio de la absolución de sus pecados, no los de sus desalmados crímenes de cacerías humanas, sino los estrictamente de entrepierna, y en los que se construyeron las casas para pobres que hoy forman la barriada.
En la plaza del barrio luce la escultura del obispo Fray Albino, de cuyos méritos fascistas hablaré cuando lleguemos a su barriada y mamotreto monumental en el Campo de la Verdad.
En cuanto a la presencia fascista en el callejero de mi entrañable barrio, hay que decir que se han cambiado recientemente algunos de los infames nombres que portaban sus calles. Incomprensiblemente, no todos. Así la calle que divide justamente el barrio en dos, podríamos decir que La Calle Mayor, atravesando la plaza de norte a sur dejando en su centro la iglesia, lleva aún el del portentoso fascista Joaquín Benjumea. Terrateniente falangista, sus hazañas de retaguardia fueron premiadas por el monstruo Queipo de Llano con la presidencia de la Diputación de Sevilla en diciembre de 1936, en plena ola de fusilamientos masivos, poco después con la alcaldía de la capital andaluza, con un ministerio de Franco durante 12 años y finalmente con el puesto de gobernador del Banco de España y la concesión de un título nobiliario de manos del propio Franco. Un verdadero ejemplar de correoso fascista. En Sevilla se retiró recientemente (nota de 2016) su nombre en todas las calles que lo llevaban en la capital y la provincia. Lo más descacharrante es que aún lo lleva un colegio público de Espartinas, el C.E.I.P. Joaquín Benjumea Burín. Pa mearse y no echar gota.
Regresamos al Realejo y por la calle Almonas bajamos hasta la Corredera, y por las callejas hasta la calle La Feria, genuino nombre que desde el siglo XIX fue usurpado por el del rey Fernando, medieval agresor de un estado soberano y traidor a los pactos con él firmemente firmados y conquistador a sangre y fuego del mismo. Llegamos a una plazoleta en cuyo centro se alza sobre un pedestal de mármol negro la Cruz del Rastro, obra de forja de 1927 que sustituye a otra erigida a finales del siglo XV por la Hermandad de La Caridad para conmemorar, según cuentan las crónicas, una matanza de judíos que perpetraron sus buenos hermanos. Cruzamos el puente de Miraflores y nos dirigimos, contemplando la soberbia silueta de la Mezquita (antes mezquita), bordeando la Calahorra, hacia la plaza de Santa Teresa, delante de cuya iglesia se levanta desde los años 60 un monstruoso aparador glorificador de un obispo fascista, tan fascista que fue confesor de la Caudilla y autor de un atroz catecismo, adaptación para las tiernas mentes infantiles de las peores páginas del Mein Kampf: Fray Albino.
Regresando hacia la Calahorra, de donde parte una avenida llamada hasta hace poco oficialmente de la Confederación y popularmente del Colecor (por la mucha leche que nocturnamente allí se derramaba en épocas de represión sexual), pero rotulada hace no mucho por expresa voluntad de nuestra alcaldiosa excomunista y ahora católica renacida Rosa Aguilar con el nombre del mismo obispo. Flipad, rojos del mundo.
Teniendo en cuenta que el aguerrido obispo nombra además a toda una barriada y a un colegio público y que en la plaza de la barriada de Cañero cuenta también con un busto podemos deducir la fuerza que la secta vaticana tiene en la ciudad.
Un poco más hacia el sur, en pleno Campo de la Verdad tenemos otra calle dedicada a un personaje que no tuvo que ver con Córdoba aunque sí con el fascismo y con la fuerza de la Secta Vaticana. Se trata del papa que regía los destinos de la Secta desde unos días antes de que la Revolución Nacionalcatólica hubiera declarado exterminado el sistema democrático tras tres años de guerra y varios cientos de miles de fusilamientos masivos y se dispusiera a seguir fusilando y exterminando unos años más. El genocidio estaba en su apogeo y el papa felicitó por él al Caudillo y le permitió honores episcopales, como pasear bajo palio y nombrar obispos. Pío XII Eso un poco antes de bendecir al nazismo.
Continuamos nuestro ameno paseo hasta el puente de san Rafael, que cruzaremos pasando bajo el columnón de descacharrante estilo ptolomaico que soporta al hermafrodita genio alado de la pescadilla, en una de sus más delirantes representaciones: tirando de apetitosa cacha y luciendo un tupé de cantante caspopop de los 70.
Si torcemos a la izquierda por la Avenida de Linneo (me encanta ese nombre) y dejamos atrás la espantosa cárcel de animales, subiendo, subiendo llegaremos a un barrio de los años 70 construido sobre lo que fuera la ubicación de la Córdoba íbera. Ese barrio porta el atroz nombre de un individuo de bigotillo fino, cara avinagrada, mezcla de José Luis López Vázquez y signore neorrealista italiano, Antonio Cruz Conde, miembro de una casta de caciques locales dominadores de los resortes del poder durante más de un siglo, que se lo pasaban hereditariamente. Los méritos de este señor, aparte de haber sido conspicuo falangista, es decir, fascista y haber colaborado en el golpe de estado que desencadenó el genocidio residieron en haber reconstruido las murallas romanas y andalusíes en un delicioso estilo Exin Castillos y haber convertido algunas zonas de la Judería en pastiches kitsch para turistas adocenados.
Volvemos a bajar esta vez por la avenida qe acoge el teatro de la Axerquía y llegamos a la principal avenida de entrada en la ciudad, la del Conde Vallellano, rotulada así en honor de un ministro de obras públicas franquista de los 50, suegro del cacique falangista Antonio Cruz Conde. Recientemente se preguntó al concejal de urbanismo de IU Andrés Ocaña por la causa de que tan ominoso nombre no hubiera sido eliminada del callejero. La tortuosa respuesta de nuestro brillante negociador urbanístico fue que él no consideraba el nombre del conspicuo fascista un símbolo franquista, sino el de una persona que aportó ideas e infraestructuras a la ciudad. No sé cómo voy a volver a mirar al correoso concejal cuando lo vea de nuevo tomando cañas en la Corredera. Porque vamos que eso lo diga como excusa alguien del PP, partido que tiene como presidente propiamente a un símbolo franquista que vocifera, pase, pero que lo diga un representante de Izquierda Unida es pa cagarse en tó, compadre.
El problema de la memoria histórica de este país es que no se ha asumido, ni siquiera por los escasos políticos rojos que quedan que el régimen franquista participa de la misma calaña moral que el nazismo y que el fascismo italiano y que sus crímenes son crímenes, como los de aquellos, contra toda la humanidad. Así lo que aquí es algo cuyo equivalente sigue siendo relativamente normal, en Alemania o Italia sería impensable que existieran calles rotuladas con los nombres de Goering, Goebels, Hitler, Mussolini, Ciano, etc., o que las cruces gamadas siguieran presidiendo edificios públicos o las inocentes esquinas. Y que lo blanquee la derecha es lógico: a nadie le gusta reconocer que sus mayores fueron unos criminales, pero la supuesta izquierda no tiene por qué mearse en la memoria histórica de las víctimas de su propio bando.
Si no no se explica que en una Comunidad regida por un gobierno autollamado socialista y en una ciudad gobernada por un gabinete de mayoría izquierdaunidista (comunistas ya no queda ni uno), se siga manteniendo en la misma avenida que porta el nombre del afilado franquista un enorme monumento glorificador de la Cruzada Nacional. Justo enfrente de la Delegación del Gobierno, para más inri. Allí pervive aún desafiante con su hedionda estética imperial, su ganítica cruz, sus criminales símbolos y sus fechas en números romanos (1936-1939). Sin que ningún político consecuente haya ordenado su demolición controlada o un alma justiciera lo haya dinamitado limpiamente.
Seguimos por la avenida hasta la pequeña glorieta elevada y ajardinada frente a la Cruz Roja y el Hotel Mohoso (La Venganza del Ojo Tuerto del Califa) hasta encontrarnos con un pedrusco blanqueado de forma más o menos paralelepípeda. Se trata de un monumento erigido a principios de los años 70 en honor de los valientes universitarios que sirvieron voluntariamente con mando en el ejército fascista: los alféreces provisionales. Los ayuntamientos democráticos no han sentido la necesidad de eliminarlo, aunque sí de tratar toscamente de esconder su verdadera índole. Pero sólo hay que dar la vuelta para encontrar la grabación torpemente repintada de su verdadero sentido.
Desde aquí será obligado alargarnos hasta el límite sur de la barriada de los Olivos Borrachos desde el que parte el tramo de la carretera de Palma hoy convertida en calle que termina en la glorieta de Ibn Zaydun. Esa calle esté rotulada como del “Periodista Quesada Chacón”. ¿Se trata de un esforzado plumilla autor de crónicas periodísticas merecedoras de permanecer en la memoria de los cordobeses mediante dedicación de importante calle en la ciudad? Pues no exactamente, se trata de un periodista, sí, pero cuyos mayores méritos consistieron en haber sido uno de los mayores represores de republicanos desde el primer día del golpe de estado fascista devenido genocidio, durante los siguientes meses y probablemente en los años posteriores. Corresponsal de ABC (¡cómo no!) en Córdoba fue nombrado en los primeros días del golpe fascista y cuando comenzaban los primeros fusilamientos en las tapias del cementerio miembro de la Subdelegación de Prensa y Propaganda de la provincia que presidirá J. M. Rey Díaz, de quien hablaré también seguidamente. Debió cumplir con sus deberes patrióticos del momento con tanto celo que unos meses después, enero del 37, el carnicero don Bruno, violador, ladrón y asesino en serie lo nombró su SECRETARIO ESPECIAL. No se sabe cuál era la misión de esa especialidad secretarial pero sangre debía rezumar hasta por los ojos. En los años 60 fue director de la Hoja del Lunes de Córdoba. Y la calle se le debió rotular, aunque no estoy seguro, ya en la época del ayuntamiento comunista. Tan espabilao como se mostró posteriormente.
Un par de kilómetros más allá, al comienzo de Santa Rosa, topamos con otra calle que lleva el nombre de otro fascista, el que fuera secuaz-jefe del periodista fascista anterior, archivero municipal y cronista de la ciudad, José María Rey Díaz, quien por su colaboración desde el minuto uno con el golpe fascista fue nombrado, como vimos, Subdelegado de Prensa y Propaganda de los criminales que se hicieron con la ciudad y fusilaron a 4000 paisanos. Fue el encargado por Cascajo de amordazar a la prensa y reprimir a los periodistas. La injuria a la decencia se acrecienta cuando comprobamos que el colegio público sito en la calle también lleva el nombre de ese individuo. Alguien debería decírselo a los padres de los niños que allí reciben su educación cívica e intelectual. Una posible venganza del destino es que el Rey Heredia lleve el nombre de su abuelo.
Desde aquí y con sólo cruzar de nuevo el Vial en dirección al casco histórico nos topamos con la plaza de la antigua estación de tren, la llamada oficialmente Plaza del Conde de Guadalhorce, un ingeniero de la alta burguesía cortijera jefe de la conspiración de las derechas para poner fin a la República desde el minuto uno de su proclamación. Así, el mismo 14 de abril un reducido grupo de personajes significativos se reunió en casa del conde de Guadalhorce (Rafael Benjumea, miembro del directorio civil de Primo Rivera y presidente de Renfe durante la dictadura de Franco) para derrocar por todos los medios a la nueva República. Carlistas y monárquicos comenzaron a perfilar el bloque y los socios exteriores necesarios para la sublevación del 18 de julio. Exiliado tras la caída de la Dictadura de Primo de Rivera y la instauración de la República, fue tan valiente que permaneció en ese dorado exilio mientras los militares por él subvencionados se batían el cobre genocidiando a medio país. Regresó acabada la guerra civil para hacerse cargo de RENFE y otros altos cargos de la administración franquista. Fue hermano de Joaquín Benjumea otro fascista manchado de sangre de demócratas hasta las inglés que luce su nombre en una calle de Cañero.
Nos dirigimos ahora por la avenida del Gran Capitán hasta Tejares para entrar desde aquí en la calle más señorial de la ciudad que ostenta el nombre tal vez más oprobioso de todos los que recuerdan el régimen fascista. La calle José Cruz Conde recuerda al prócer caciquil local que organizó y preparó, junto con el coronel Cascajo y Eduardo Quero, los detalles finales para que el levantamiento del 18 de Julio triunfara en la ciudad. Lo recordé hace tiempo en una entrada dedicada a una artículo de Matilde Cabello sobre el personaje. Su responsabilidad en la brutal represión posterior (con cobarde fusilamiento del último alcalde democráticamente elegido) convierte el existencia de esta calle rotulada con su nombre en un verdadero insulto permanente a la memoria de las víctimas y en una prueba de la cobardía o la estupidez de las autoridades municipales de izquierdas que lo consienten. Como dije antes sería impensable que en Berlín existiera una calle con el nombre de un conspicuo jerarca nazi.
Ya hubo en 1930 un serio intento por parte de algunos intelectuales cordobeses de eliminar su nombre de la calle (lo llevaba desde 1926) por su apoyo a la Dictadura de Primo de Rivera. Uno de ellos fue el escultor "El Fenómeno", que sería fusilado en septiembre del 36, probablemente por ello. En la misma calle se conserva perfectamente relevante sobre la puerta principal del edificio de Correos el aguilucho fascista. Pa los restos. Nuestro símbolo nazi particular.
Cíen metros más adelante en plena calle Alfonso XIII se alza el edificio que acogió hasta hace dos días al Rectorado de la Universidad de Córdoba sin que a ninguno de los responsables de la cada vez más pía y fachorra institución se le cayera la cara de vergüenza de tener que pasar cada día por una puerta coronada por el mismo aguilucho fascista de Correos. Claro que qué se puede esperar de una institución que ha acogido recientemente una Diplomatura de ¡¡¡Ciencias Religiosas!!!, una Cofradía de Semana Santa y que pretende rotular un aula de Veterinaria con el nombre del profesor jubilado Castejón Calderón, falangista hasta la médula de su pensamiento y sus actos, por lo que se le llamó CASTEJ.O.N.S., franquista orgulloso aún de serlo y responsable de la represión universitaria cordobesa de los años 70.
Seguidamente podemos bajar hasta la Mezquita (antes mezquita) sacar nuestra entradita y alargarnos al culo del coro, en que podemos disfrutar de dos hermosas placas en las que se glorifican a los que llama sacerdotes mártires de la persecución religiosa, los curas asesinados por fuerzas descontroladas tras el caos generado por el golpe de estado fallido de la Revolución Fascista. Persecución Religiosa llaman a aquellos hechos los miserables habitantes del palacio episcopal. Unos 80. Claro que ni una sola lagrimita para los más de cuatro mil que los nacionalcatólicos, o sea la propia Iglesia implicada en el golpe y el posterior genocidio, asesinó a sangre fría en las tapias de los cementerios y enterró en fosas comunes.
Como aún no he hecho suficientes piernas con la bici terminaré aquí el recorrido, que para ser completo debería terminar ante el rótulo de una calle cerca del barrio de la Asomadilla, Brillante arriba, que recuerda a uno de los últimos alcaldes franquistas de Córdoba: Antonio Guzmán Reina. Dedicado, con dos cojones, por alguno de los ayuntamientos democráticos, no sé si de Izquierda Unida o del PP. Hay que recordar que este alcalde convocó para el 1 de octubre de 1975, un mes y medio antes de que el Caudillo entregara por fin la cuchara, una concentración de adhesión al mismo coincidiendo con el aniversario de su exaltación a la Jefatura del Estado.
Pero antes de llegar a casa será imprescindible una visita a uno de los horrores fascistas más divertidos: el dedicado, grabado a cincel al fascista por jose-antoniomasia, de apellido Primo de Rivera. Efectivamente uno de los muros de la fortaleza albarrana del siglo XIV, Torre de la Malmuerta, conserva aún el ignominioso nombre en afrenta pública a todas las víctimas de los crímenes cometidos por sus seguidores y por la revolución antidemocrática que él contribuyó a iniciar junto con los militares felones y los curas inquisidores. Sin que la ley de Memoria Histórica haya sido capaz de borrarlo para vergüenza de todos los políticos con o sin mando en plaza de esta ciudad.
Mientras regreso a pedaleando tranquilamente a casa me asalta el recuerdo de tantos textos de intelectuales y políticos y dichos de gente común, no precisamente adictos al fascismo ni adoradores de los homenajeados en esos rótulos de las calles o símbolos de sus crímenes, que manifiestan su malestar por la campaña en que tantos estamos empeñados para conseguir la completa higienización de nuestras esquinas y frontales de edificios. Según ellos eso es menear la mierda del pasado y perder el tiempo habiendo otros problemas más importantes por los que luchar. Me vienen a la cabeza las razones más evidentes, desde la ofensa permanente a sus víctimas y a sus descendientes hasta la comparación con otros países que han ajustado cuentas con sus pasados. Ningún nazi ni ningún fascista italiano es permanentemente homenajeado en las calles donde cometieron sus fechorías. Hasta el hecho delirante de que el franquista sea considerado simplemente como el anterior régimen, un régimen quizás autoritario, pero no homologable, como de hecho lo es, como el nazi alemán y el fascista italiano y por tanto no resulta chocante que una banda de criminales siga teniendo con calles y colegios a su nombre. Pero sobre todo hay algo que me resulta aterrador. Hace poco salió la noticia de que unos vecinos de una nueva urbanización a cuyas calles habían puesto nombres de signos del zodiaco exigieron que se les retirara el de CÁNCER. Es lógico, los nombres de las calles se graban en el carnet de identidad de los vecinos, han de meterlos en la cabeza de sus inocentes hijos y enseñarlos a pronunciarlos para que puedan volver a casa y bajo esos nombres reciben los recibos y los cristmas navideños de sus familiares y amigos. Que su calle se llame calle Cáncer debe dar repelús. En cambio no parece darlo el vivir en calles o tener a los hijos en colegios con nombres de monstruos cómplices de un genocidio.
ADDENDUM (26/07/08):
Como se trataba de un paseo improvisado se me debieron quedar obligatoriamente algunos jirones fascistas en el tintero. Efectivamente existe una calle, paralela a la Avda. de Los Dolores, dedicada al deleznable poeta y repugnante fascista José María Pemán, autor del abolido y afortunadamente nunca rehecho himno del estado franquista, y al que dediqué una entrada hace justo dos años. Ignoro si fue Julio Anguita quien se la dedicó, pero sí fue así arrastrará esa terrible culpa por los siglos de los siglos, amén.
A unos kilómetros del perímetro de la ciudad se encuentra la pedanía de El Higuerón, una de cuyas calle porta un nombre atroz: Pintor Ricardo Anaya. Se trata del individuo que en agosto del 36 entregó mediante engaños al brazo ejecutor falangista al escultor montalbeño, republicano e ilustrado, Enrique Moreno "El Fenómeno", autor de la escultura de Eduardo Lucena. Anaya era un pintor principiante, fascista convencido, que envidiaba la trayectoria del escultor ya consagrado y debía odiar su talante demócrata y republicano. Por otra parte tal vez actuara encomendado o bien lo hiciera por motu proprio para buscar su aprobación del cacique Cruz Conde porque El Fenómeno fue uno de aquellos intelectuales y artistas que en 1930 ya exigieran la retirada del nombre Cruz Conde a la calle que antes se lamó Málaga por su apoyo a la Dictadura de Primo de Rivera. Envidia, odio y afán de agrado a los caciques que se sustanciaron en su fusilamiento en la tapia del cementerio esa misma noche. Por esa hazaña, y probablemente por otras por el estilo fue elevado unos años después a comisario de policía y contó con la exclusiva de la confección de los carteles de Feria y Semana Santa durante todos los años 50. Son reconocibles por su estilo relamido y sucedáneo.
Me recuerdan también la placa conmemorativa de la inauguración por el Caudillo del Puente de San Rafael. No tengo datos concretos de su retirada, pero creo recordar que no fueron las autoridades consecuentes, sino un comando justiciero con nocturnidad, alevosía y agravante de nocheviejismo quien la destrozó a martillazos y la envió al fangal del río para que sirviera de nido a las escolopendras.
ADDENDUM (28/07/08):
Aunque ahora se llama Plaza de la Puerta del Rincón, hasta el mismo año pasado (2007) la plaza que enmarca el espacio entre el antiguo cine Isabel la Católica, la calle Isabel Losa y la calle Alfaros conservó el nombre de uno de los fundadores del partido fascista español, la Falange, Ruiz de Alda. Ya digo ¡hasta 2007! En el frontal norte de esa plaza se encontraba un palacete rococó, el de los condes de San Calixto, casi gemelo del de la calle Torres Cabrera propiedad aún de los Cruz Conde. Ese palacete fue adquirido en los años 30 por los sindicatos de izquierdas para instalar en él sus diferentes sedes. En 1936, tras el golpe de estado fascista fue robado por los sublevados y pasó a ser sede de Falange, el criminal nuevo partido único que lo conservó hasta finales de los 60 en que fue derribado para construir en su solar el edificio de viviendas que hoy existe. Es del dominio público que a esas viviendas sólo accedieron los jerarcas falangistas. Alguien debería solicitar al Ayuntamiento la colocación de una placa para recordar esos hechos.
Foto publicada en el FORO POR LA MEMORIA
ADDENDUM (07/08/2015):> La placa del genocida General Varela fue retirada la mañana del 20 de septiembre de 2011. Ya no gobernaban los izmierdistas cagones sin memoria, sino los memoriosos neofranquistas del Partido Popular. Pero no fue una acción municipal la que eliminó definitivamente aquella cruel y persistente afrenta a las víctimas del franquismo, sino los dueños del inmueble que arrancaron la roña acumulada en sus paredes desde décadas para montar un hotel en el edificio.
Un poco antes desparecieron definitivamente los escudos franquistas de Correos y el antiguo rectorado y el monolito a los Alféreces Provisionales de la Puerta de Almodóvar. Por lo demás la misma basura fascista sigue adornando nuestras esquinas, plazas y avenidas sin que ningún político con una puntita de vergüenza ose remediarlo.
ADDENDUM (30/03/2017):> Si unos símbolos fascistas desaparecen higiénicamente con harto esfuerzo de las paredes de esta ciudad otros resucitan sorprendente y miserablemente. Aquí, en Córdoba, en los años 50 se levantó un hospital enorme al que se le endiñó el nombre de Teniente Coronel Noreña, un militar sin absolutamente ninguna vinculación con Córdoba que en Madrid se negó a ponerse a disposición del gobierno legítimo y democrático de la República cuando en julio del 36 otros militares felones aliados con la Iglesia y la alta burguesía se levantaron en armas contra él, fue detenido, objeto de un consejo de guerra por sus propios compañeros leales a la República y fusilado según la legislación vigente por alta traición. Evitaron así que se pasara al bando fascista y que colaborara en el genocidio subsecuente. El que un sujeto como el Dr. Sama, psiquiatra cordobés y conocido por sus ideas ultraderechistas defendiera su memoria cuando un nuevo edificio sustituyó al derribado en 2004 y recibió el nombre de un colega suyo del que lo separan galaxias intelectuales, ideológicas y morales, Carlos Castilla del Pino, dice mucho de la impunidad con que en este país se ensalza el fascismo.
Pero no puede quejarse el psiquiatra de acendradas ideas ultraderechistas. Las autoridades atocinadas de esta ciudad y de la Junta de Andalucía consintieron que la barriada que surgió en esa zona portara de nuevo el atroz nombre del militar traidor. Es así que la nueva barriada surgida alrededor del Castilla del Pino (conocido popularmente como Las Setah) se llama Barrio Noreña. Otrosí, que si la estupidez de nuestras autoridades democráticas no hubiera alcanzado suficientes grados de concentración grasienta, le han endiñado el mismo nombre al nuevo colegio público de la zona CEIP NOREÑA.
No me canso de dar gracias a natura que me escamoteó prudentemente la gracia de tener hijos por la posibilidad realmente existente de que tuvieran que estudiar en un colegio con el nombre de un traidor, un obispo nazi o un poeta de apestosa obra y fusilador de maestros, como muchos niños de Puente Genil tienen que hacer.
Admirable trabajo, Manuel. ¿No has necesitao respiración asistida?.
ResponderEliminar¡Buen trabajo de investigación! Se me habían pasado algunos inadvertidos.
ResponderEliminarSólo puntualizarte que un Arcángel no es fascista, hay veo un poco de mezcla, ¿no?
Fantástico Manuel. Hay un aguilucho similar al de la puerta de Correos en otro cercano y emblemático edificio, que ha sido hasta hace muy poco, la sede del Rectorado de la muy noble y muy progresista Universidad de Córdoba, en la calle Alfonso XIII.
ResponderEliminarGalán a lo mejor se refiere al Duque de Hornachuelos.
ResponderEliminarManuel, al pasar de la avenida del Colecor a la avenida del Corregidor no has mencionado las placas del puente Nuevo, que rememoran su inauguración por el Generalísimo, ¿o es que las han quitado?
ResponderEliminarHay una calle de José María Pemán allá por "Los Picapiedra", la puso Anguita.
ResponderEliminarAcabo de colgar en como Addendum en el cuerpo del post respuestas a mis amigos que me han recordado más jirones fascistas olvidados por mí con las prisas: el aguilucho del antiguo rectorado, la calle de Pemán y la placa del Caudillo en el puente.
ResponderEliminarEstimado Manuel:
ResponderEliminarCon tu permiso, estamos interesados en colgar las fotos de estos símbolos del fascismo aquí: http://www.foroporlamemoria.info/simbolos_franquistas.php
Salud
Claro que sí, Duarte, ningún problema y menos para la página de la Memoria Histórica, que conozco y visito frecuentemente. Precisamente hoy he colgado algunas fotos más que completan el panorama.
ResponderEliminarUn abrazo
Brillantisimo recorrido.
ResponderEliminarSolicitaré al ayuntamiento de Córdoba que incluyan esta ruta en las rutas en Bici que vienen organizando algunos sábados.
Le paso la ruta a Antonio Barragan.
Manuel, el día que hagamos la investigación sobre la presencia de la Inquisición en el callejero cordobés ¡nos vamos a cagaarr!
ResponderEliminarCasandra, desgraciadamente, no participaré ni seré yo quién haga ese trabajo de investigación. Pero estoy espectante a que alguien lo haga para enterarme de todo.
ResponderEliminarBueno, el rastreo de los nombres de los desalmados inquisidores, cuya presencia en nuestras paredes usurpando los antiguos nombres de las calles fue impuesta por la Iglesia en el siglo XIX, puede ser fuerte. De cualquier forma no se podrá hacer en bicicleta porque lo impedirían los trajes de poliputureno que habrá que ponerse para evitar la contaminación moral consiguiente a la exposición en un sólo día a todos ellos.
ResponderEliminarY, María, te tenemos uno preparado.
Ya que hablas de CasteJONS te diré que yo no he podido jubilarme este año en la UCO porque me faltaba el mes que el Rector Comisario Político me tuvo en la calle por rojo.
ResponderEliminarFueron tiempos muy duros para los profes de Magisterio con el comisario franquista Rafael Castejon, ahora medalla de oro de la UCO:
El azote de estudiantes y profesores rojos CasteJONS murió anteayer.
ResponderEliminarDados sus servicios al estado nacionalsindicalista ahora por fin podrá formar junto a sus compañeros que hacen guardia sobre los luceros.
Disculpa, compañero, estamos cargados de trabajo y aún no hemos colgado todas tus fotografías en la página del foro por la memoria... Te avisaré en cuanto esté listo.
ResponderEliminarLástima que determinados dinosaurios se vayan al cielo que para ellos crearon sin que le dediquen un obituario menos próximo a sus méritos y más a su agenda negra. A falta de procesos judiciales, claro. O de una buena pitada por parte de los alumnos. Como la que le dedicamos hace un par de años a Manuel Fraga en la Universidad de Granada y que mereció una sonora condena de las vigentes instituciones demoliberales.
El hospital de Granada se llama Ruiz de Alda todavía...
ResponderEliminarNo has puesto la torre de la Malmuerta y el nombre del fundador de la falange. Y Alcalde Muñoz Pérez, no lo he visto.
ResponderEliminarExcelente trabajo de investigación. Aun siendo repugnantes los hitos que jalonan el itinerario, hay uno que me resulta especialmente vomitivo, por lo sorprendete: que "la victoria" esté donde está después de los últimos terremotos, y que persista con el silencio cómplice de sindicatos, partidos, abogados y progresía de guardar... Y no hay excusa, porque no existe sitio en Córdoba que concite más peregrinaje burocrático que la parcelita donde está ubicada la susodicha manca.
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