Bajo el suelo de Córdoba hubo una vez petróleo. No un petróleo oro negro y untoso con el que fabricar combustible, sino un oro sólido y dorado, de sillares de piedra y mosaicos polícromos, cuya explotación y refinado hubiera proporcionado a esta ciudad una fuente de riqueza inagotable, limpia y duradera para el resto de su historia: las ruinas de su pasado. Ninguna ciudad de España, ninguna de Europa y sólo unas cuantas de África y Oriente Medio han contado con unas posibilidades de mostrar excavaciones arqueológicas de tal magnitud, importancia y de tan largo aliento histórico como Córdoba. No hace falta que las enumere, ya se han encargado desde siempre de airearlas hipócritamente para vender humo turístico los propios responsables históricos y actuales de su destrucción: capital de una provincia romana, ciudad importante bajo los visigodos, capital de un imperio islámico y centro de primer orden bajomedieval. Con el añadido de que durante el periodo de mayor esplendor triplicó la extensión de su perímetro actual. Eso significa que no solo bajo el subsuelo de su centro histórico actual, sino sobre todo en los espacios no urbanizados de su hinterland se encontraba una riqueza bruta excepcional, el equivalente a las bolsas de petróleo que han enriquecido a tantos países, un petróleo constituido por los restos de vidas de un pasado remoto, de gentes que vivieron en una ciudad fabulosa diez siglos atrás, barrios enteros con sus calles, sus mezquitas, sus fuentes públicas, sus cementerios. Toda una enorme estructura urbana altomedieval islámica ubicada al norte, al sur, al este y al oeste de la ciudad, perfectamente rescatable mediante excavaciones intensivas sistemáticas, que puestas en valor, hubieran convertido a esta ciudad en el parque arqueológico más grande de Europa y en el que hubieran convivido, además, con un poblado ibérico, con almunias árabes, villas romanas, basílicas paleocristianas e iglesias visigodas si la racionalidad y la planificación estructural hubiera cabido en la mente de los políticos y los sectores económicos más dinámicos de esta ciudad en un momento en que aún se estaba a tiempo de salvarlos. Un foco de atracción turística universal con el que no hubieran podido competir las ciudades andaluzas hermanas, a las que hubiera beneficiado también tangencialmente, una enorme bolsa de petróleo en bruto que fue directamente arrojado a la alcantarilla de la historia por la desidia, la estupidez, la corrupción y los intereses inconfesables de un puñado de gestores y espabilados con nombres y apellidos que sin embargo reclaman la paternidad del supuesto progreso de este poblachón cada vez más pobre y apartado de los circuitos del bienestar económico.
La cosa comenzó antes de que las fuerzas supuestamente democráticas tomaran supuestamente el control del gobierno de la ciudad. En tiempos de la dictadura los destrozos fueron importantes y durante los primeros años de la transición las dudas acerca de qué hacer con los restos que iban apareciendo en las nuevas obras permitieron que se salvara, volviendo a enterrarse misericordiosamente la zona noble de la Colonia Patricia encontrada bajo el Bulevar y el rechazo al aparcamiento en su lugar. Hoy probablemente, dada la acreditada calaña de los responsables del asunto, se hubiera construido con toda seguridad el aparcamiento. Pero la verdadera minipimer pulverizadora de restos arqueológicos comenzó inmediatamente después con el boom inmobiliario, con la conversión de todos los políticos de este país en mullidas alfombras por la que hicieron su paseo triunfal la turbias maneras de enriquecimiento de la peor casta empresarial de toda Europa, una casta primaria, de boina y palillo, empeñada en que el motor de la actividad económica española la monopolizara únicamente la más fácilonga de las industrias: la del ladrillo. La espiral es bien conocida: dinero de diversos blanqueos y de dudosa procedencia que invertido en crear millones de pisos innecesarios y el mantenimiento de unos precios supermegainflados en connivencia con los bancos que un momento de falsa boyantía económica concedían hipotecas de saldo a los consumidores que los compraban mayormente por exclusivos fines de inversión, propició la formación de una superespiral especulativa en la que los beneficios para los dueños originales del capital fueron incalculables y las consecuencias para el resto una caída más profunda, respecto al resto de nuestros países vecinos, en el pozo de la crisis cuando el mundo ha entrado en una recesión sin precedentes en la historia del tardocapitalismo imperante.
Desde principios del boom toda la actividad política de carácter económico ha estado encaminada cualquiera que fuera el color del partido en el poder a eliminar el mayor número de trabas legales que entorpecieran el encementamiento del solar hispánico. Y cuando las leyes ya no se dejaban adelgazar más se utilizó la política del encogimiento de hombros y la mirada para otro lado para que los héroes del desarrollo no se sintieran acosados por las leyes y la razón. El caso de las costas y la destrucción del patrimonio natural ha sido el más espectacular y donde los casos de corrupción han alcanzado cotas más delirantes, pero la destrucción del patrimonio arqueológico es menos conocido y goza de menos comprensión por parte de las voces que se han levantado en contra. Es curioso como muchos de los que protestan contra la sistemática destrucción de la naturaleza que en nuestras costa se ha venido perpetrando impunemente son más comprensivos con la destrucción del patrimonio arqueológico. En Córdoba mismo cuando las catas arqueológicas obligatorias previas a una obra encuentran restos se produce sistemáticamente una extraña unanimidad en su catalogación, antes que en su datación o clasificación, como obstáculo, imprevistos, retardadores, incluso en gente muy concienciada con la conservación del patrimonio histórico de la ciudad. La excusa ha sido siempre que esos restos, normalmente dispersos, porque nunca se ha planteado darles continuidad, no pueden, una vez estudiados, frenar el desarrollo urbanístico y económico de la ciudad. Como si la conservación de un solo resto de un arrabal islámico del siglo X no fuera objetivamente más importantes que cuatro bloques de pisos a todas luces innecesarios, cuya construcción ha respondido siempre, como sabe ahora todo el mundo, a operaciones especulativas de enriquecimiento estrictamente de un particular y nunca a una respuesta racional de aumento de demanda de vivienda. O como si no hubiera terreno edificable más allá de donde se terminan los restos arqueológicos, que como cualquiera puede imaginar, no son infinitos. O como si el desarrollo económico de una ciudad sólo pudiera entenderse desde el punto de vista del capitalismo más descarnado y en el caso cordobés, más primitivo, cuyo fin es sólo el enriquecimiento rápido de unos pocos en lugar de la creación, fijación y consolidación de fuentes de riqueza duraderas para todos.
Parece mentira que en esta ciudad estemos y hayamos estado gobernados tantos años por políticos de ideología comunista o excomunista o exloquequiera que ahora sean y en esta comunidad lo hayamos sido desde siempre por otros que se llaman socialistas. El sustento de la idea de socialización es la planificación. Simplemente eso. Planificar racionalmente los recursos para que generen el mayor beneficio posible para el mayor número de personas posible. En esta ciudad que vive vistosamente del turismo de lo que se trata es de generar el mayor número de atracciones reales turísticas. Ya no voy a hablar desde el punto de vista de la racionalidad cultural intrínsecamente tomada, sino desde el punto de vista de la racionalidad económica. Y en esta ciudad se perdió la oportunidad de socializar la riqueza que la propia urbe proporcionaba en su subsuelo, estando como estaba gobernada por triplicado (Ayuntamiento, Junta y Estado) por gentes cuya base ideológica es el socialismo, pero que decidieron apostar sin ambages por un desarrollo económico y político calcado de las recetas clásicas de su oponente, y por tanto enemigo de la clase social mayoritaria a la que decían defender: el ultraliberalismo.
La prueba de que las leyes, los decretos y las normas municipales, autonómicos y estatales se diseñaron siguiendo una estrategia minuciosamente encaminada a defender los intereses privados de los constructores de los ataques de los conservacionistas fue la decisión de permitir la existencia de empresas privadas, inmersas en el juego de la oferta y la demanda, de arqueología cuyos servicios debían pagar los propios constructores para realizar las obligatorias catas en los solares preparados para ser urbanizados. El equivalente sería permitir que los fiscales de los juicios los pudieran contratar los propios acusados.
Ahora hay algunas voces importantes que desde el mundo de la arqueología claman contra la destrucción sistemática de los yacimientos pero en los 80 y los 90 yo no oí ninguna. A lo mejor es que estuve sordo pero desde luego la raza de aquellos conservadores míticos que se hicieron famosos en las trincheras de las obras luchando contra políticos y constructores, que los esperaban armados con sus dos cañones, como Enrique Romero de Torres y Ana María Vincent se extinguieron son ellos.
Y las propias administraciones no fueron las menos destructivas. Los destrozos conscientemente perpetrados por los responsables de las obras del AVE en el complejo de la basílica tardoromana de Cercadillas y el barrio mozárabe a principios de los 90 perseguirán su memoria por los siglos de los siglos. Un acto de justicia sería que se les grabara los nombre en una placa que diera cuenta de sus fechorías junto a los restos del yacimiento como escarnio y escarmiento de futuros forajidos del patrimonio.
A raíz del descubrimiento del yacimiento de Cercadillas, en el año 91, el gobierno de Herminio Trigo, promovió una auténtica campaña de desprestigio para crear en la opinión pública un sentimiento contrario a la Arqueología. Así se podía destruir un yacimiento para construir la estación en una zona determinada y no trasladarla 800 metros, ya que se estaba especulando con esos terrenos que habían al lado. Es un ejemplo de algunas opiniones de arqueólogos -minoritarias por supuesto- que, como en este caso el arqueólogo Pedro Marfil, se atrevieron a denunciar lo que las autoridades estaban cociendo.
La destrucción sistemática de los arrabales califales occidentales , desde Gran Vía Parque hasta el Hospital Reina Sofía o su abandono, caso de la mezquita de El Fontanar, doloso con la esperanza de que su olvido les permita construir más pisos sobre sus restos, impidieron la creación de un Parque Arqueológico continuo único en el mundo, que con los adecuados centros de interpretación hubieran atraídos cientos de miles de visitantes y colocado el nombre de esta ciudad a la cabeza de las atracciones mundiales del turismo cultural.
El no por silencioso desconocido traslado sistemático de la mayoría de las piezas arqueológicas encontradas en Córdoba a unas naves en Sevilla, el lamentabilísimo estado en que se mantienen los restos de uno de los templos romanos más importantes de Hispania, ubicado para más inri en el propio Ayuntamiento de la ciudad, el olvido supino en que se mantienen los restos romanos del Bulevar, cuya visita sería perfectamente posible si se volvieran a excavar y se planteara un cubrimiento, como ocurre en el Barrio Gótico de Barcelona, que sirviera de piso al paseo, sólo hablan del verdadero interés que por la arqueología tienen nuestros políticos.
El secretismo que rodea al futuro de la Casa Patricia romana encontrada en la zona de Santa Rosa o el abandono a su suerte del arrabal de Saqunda, cuya cercanía al casco histórico podría haber fácilmente rentabilizado su puesta en valor o la destrucción que se está llevando a cabo actualmente de los yacimientos de los arrabales orientales de la Avenida de Libia, son otras de las fechorías que estos políticos nuestros permiten o perpetran impunemente a favor del capitalismo ladrillista mientras expelen por la boca el humo de la fanfarria huera y de unos falsos méritos que sólo cuelan porque se dirigen a una sociedad adocenada y convenientemente estupefactada por los productos del entetanimiento.
En cuanto a los industriales del turismo y de la hostelería, muy principales beneficiarios del desarrollo racional de la industria turística tampoco han levantado nunca la voz para impedir la destrucción de ningún yacimiento. Sólo para pedir la no peatonalización del casco antiguo.
Entonces realmente esta ciudad tiene lo que se merece: el haber perdido una oportunidad histórica de desarrollo en la más puntera de sus actividades, el turismo cultural, y el contar ahora para presentar a su candidatura de ciudad Capital Cultural Europea de 2016 sólo con los restos salvados del naufragio, con la culpa del crimen y con la caspa de su vida cultural real, una caspa que acabará ahogándonos de asco y de tristeza inconsolable. A todos.
DEBO LAS FOTOS A LA AMABILIDAD DE MI AMIGO LUIS (CALLEJA)
Para más información o una más minuciosa descripción de las fechorías contra la arqueología de esta pobre ciudad, imprescindible visitar el blog del arqueólogo Jerónimo Sánchez:
ARQUEOLOGÍA Y PATRIMONIO HISTÓRICO EN CÓRDOBA
MATERIALES
EL PROFESOR HIDALGO SOBRE EL YACIMIENTO DE CERCADILLA
ADDENDUM DE 14 DE MARZO DE 2010:
Es bt irritante este tipo de sucesos.
ResponderEliminarSiento decirlo, pero Córdoba no merece ser capitalidad de la cultura, sino de la infamia, y q nadie me venga a decir q soy "antipatriota" o "antimadre" (no sé si son los términos más exactos, pero se entienden). El deber de no renegar de la familia ni de la sangre son venenos insuflados por la religión a los q me resisto con todas mis fuerzas. No hay más familia q la q se porta y protege a sus vástagos, aunq no sea biológica, de la misma manera q no hay más "patria" q la q se trabaja con ahínco por su ciudadanía y le lleva por los caminos del progreso y la cultura para alcanzar su cénit más alto, lo demás son paparruchas.
Manuel, los de las pernoctasiones y hosteleros callan porque si rascas un poco verás que muchos de ellos tienen intereses en la construcción.
ResponderEliminarLa palabra Córdoba en sus bocas debiera convertirse en veneno y fulminarlos.
Estimado Manuel, destruir el patrimonio sin que casi nadie se sienta perjudicado viene siendo una ancestral costumbre. Le pongo unos ejemplos de otro territorio bastante castigado también por oscuras actividades:
ResponderEliminarEl patrimonio histórico de la Comunidad de Madrid está en peligro de extinción.
Una decena de yacimientos han sido destruidos o corren riesgo de desaparecer y el patrimonio que corre peligro de desaparecer está más que identificado:
Felipe II pierde sus jardines: Calle 30 dañó parte de los jardines renacentistas de Felipe II en la Casa de Campo. Ahora, Madrid Río amenaza el Palacete de los Vargas, cerca de Puerta del Rey.
Prehistoria en el Manzanares: La ribera del río en Arganzuela esconde restos prehistóricos, romanos y árabes. Parte de ellos se conservan, pero Gallardón destrozó muchos con los túneles de la M-30.
Ruinas salvadas por la crisis: Valdemoro iba a construir un polígono industrial sobre ruinas romanas, pero la falta de dinero ha parado el plan.
La posada de Felipe II, rodeada de pisos: La finca de Monasterio, en San Lorenzo de El Escorial, conserva una casa-posada de Felipe II. Un plan urbanístico prevé construir 7.000 pisos. El Ayuntamiento dice que hará una zona verde para proteger la casa.
Visigodos enterrados por la Warner: El parking del parque Warner engulló el mayor yacimiento visigodo de la región, en S. Martín de la Vega.
Autopista sobre las ruinas: Una necrópolis visigoda y una villa romana descansaban en Villaviciosa hasta que la M-501 pasó por encima de ellas.
Actos vandálicos en la ciudad árabe: En pleno campo de Villaviciosa yacen abandonados y semienterrados arcos, aljibes y murallas de la ciudad árabe de Qalatalifa, expuesta al vandalismo y el saqueo.
Destrucción con impunidad: La ampliación de la M-507 al salir de Villamanta destruyó ruinas romanas sin que nadie lo denunciara.
Adosados junto a la villa romana: En Arroyomolinos ya se han perdido muchos restos romanos. Todavía se pueden salvar varias villas con restos de actividad textil, aunque están amenazadas por los pisos y un centro comercial.
El palacio pierde su huerta: Prevén un centro comercial en la huerta del palacio de Nuevo Baztán, s. XVIII. El trazado histórico de calles se alterará.
Adiós al canal: Los puentes del Canal de Cabarrús, s. XVIII pueden ser arrasados por pisos en Torremocha.
Esto es solo una recopilación de lo más destacado, pero no la única. El gravísimo problema de la Comunidad de Madrid es que son las autoridades se están saltando a la torera su propia normativa, lo que resulta mucho más espeluznante.
En fin... Un abrazo
Amiga Marta: Lo de Madrid es realmente para cortarse las venas o dejárselas largas. A la destrucción de patrimonio arquitectónico se suma ahora el paisajístico y el ecológico (en su doble vertiente de espacios verdes y espacios laicos) con la entrega por parte de esa bestia parda que ejerce de alcalde con la comprensión estúpida de parte de la izquierda de este país, de las Vistillas al Rasputín Purpurado para que se construya un Mini Vaticano. Hoy Isaac Rosa se mea de la risa con el asunto:
ResponderEliminarAsí que ya saben. Si finalmente no conseguimos los Juegos Olímpicos de 2016, tendremos premio de consolación: las olimpiadas católicas de 2011, para las que ya podemos ir entrenando el alma. Ya está en marcha la Villa Olímpica, en las Vistillas, por gracia del alcalde.
http://blogs.publico.es/trabajarcansa/2009/03/09/habra-olimpiadas-pero-catolicas/
LO DE MADRID, A MÍ, ME MATA
Pues tampoco andan mal por Aragón, mire:
ResponderEliminarCueva de Chaves
En Madrid apenas puede comprenderse nada de lo que sucede, la vorágine es tan bestial desde hace mucho tiempo: el caso de La Vaguada y la reivindicación vecinal de dotación de servicios, el cierre del Albéniz para hacer un centro comercial, el asunto este de las Vistillas, el incendio del Monte Abantos (ya hay construido sobre ello, si bien en el prao de las apariciones, ná de ná, fíjese)
Pero esta ciudad se ha convertido en un monstruo que no hace sino devorarse a sí mismo. Ahora bien, se sigue votando con cerril obcecación... Ya lo venimos pagando desde hace mucho tiempo.