En otra ocasión definí al periperiodista (Escolás)Tico Medina, como un profesional de la plumilla que ha navegado todos los mares de los medios franquistas, tardofranquistas y pseudodemocráticos sin despeinarse, con la bandera de su perenne sonrisa-rictus, su portentosa habilidad adulatoria y su inanidad más absoluta. Hace años que desde el culo dominical del Diario Córdoba agrede con sus soplapolleces cobistas, su falso perol y su inconfundible mueca netoliana, la inteligencia de los cordobeses con algún resto de dignidad ética, pero sobre todo estética.
Pero esa inanidad se ha vuelto hace unos días latigazo venenoso porque don Tico se ha entretenido en morder traidoramente en uno de los pilares de la religiosidad autóctona cordobesa, que compite en pasión devocional con la narcocofrade y la furbolera, inoculando en la mente de los fieles un ponzoñoso caldivache.
Todo el que haya venido a Córdoba alguna vez y haya paseado por el emblemático marco incomparable de sus calles y plazas y haya entrado en sus matriciales aunque sintapistas tabernas habrá descubierto el arrebato que desata en los cordobeses el culto al mito de la cara de nabo avinagrado y la inteligencia inmóvil: Manolete. El manoletismo es la religión de estado cordobesa, cuya hierofanía tiene lugar en sus templos, sus capillas, sus gloriosos aparadores urbanos, sus placas conmemorativas, sus cien mil fotos de almanaque recamando las paredes tabernarias, su regurgitación litúrgica a cargo de los sumos sacerdotes del culto del recuerdo del aciago día de su pasión y muerte, su literatura perpetrada no sólo en los previsibles e interminables romances heroicos de jaca y reja, sino incluso por las exjóvenes expromesas de la novelística local. Una inquietante pasión necrohómofila que hace que miles de viriles roedores de palillos de dientes sientan temblar sus carnes con sólo recrear con el pensamiento un leve cimbreo del cuerpo del hierático matarife defuncionado hace ¡60 años!, extraña pasión genuina y sólo posible en una ciudad como Córdoba que ha hecho de la malafollá y la vaciedad mental virtud filosófica bajo el nombre de senequismo.
Pero mantenido como un inmarcesible ídolo virginal hasta ahora, su estática y extática figura acaba de ser mancillada por el descubrimiento del secreto, desvelado por el traidor periperiodista perolero de que nuestro fino matarife del agrio semblante, nuestro entronizado símbolo de la cordobesidad torera se metía las rayas dobladas. Es decir, que se dopaba con cocaína que era un gusto. O sea, que le pegaba a la farlopa como un sicario de Medellín. La imagen del diestro del parco verbo cortando las rayas con el estoque y metiéndoselas con el recamao capote de paseo no tardará en enquistarse en el magín de sus adoradores. O la de la posible, inmortal, faena esnifando por chicuelinas que quizá pase un día a las panoplias de las capillas tabernarias. O haga caer al mito desde su inconmensurable y celeste pedestal cuasi divino al fango humano de la drogadisión y er visio.
Lo que es seguro es que esta ciudad ya nunca será la misma, y que Tico Medina, el traidor emporcador de mitos cordobeses ya puede emigrar a Madagascar o hacerse monje tibetano antes de que los manoletistas fundamentalistas caigan en la cuenta, le corten los güebecillos y los congelen para comérselos en un perol el próximo aniversario de la Tragedia. El 29 de agosto de 2010, Dios mediante, con el permiso de la autoridad competente y si el tiempo no lo impide.
NARCOCORRIDA
En fin Harazem, sabido es de todos q lo q narcocofraces, futboleros, fachas y otros pájaros del estilo, todos bajo la protección de la "santamadriglesia", pueden llamar "pecado" y "pecador infame" a lo q les salga los forrillos los escrotuelos. Ahora eso sí, ellos, aunq incurran en esas costumbres de pecador, según cánones, no lo son tanto, se van al "kioskillo lúgubre" con ensotanado dentro y se redimen de todo pecado saliendo resplandecientes y "toreros" todos, por mucha cocaína, sexo extramarital y vicios varios (aunq sea humillar al subordinado y enriquecimiento con dinero público, esto si q ya no tiene perdón de ningún dioj), en una palabra en "grasia de dioj". A más escalafafón social más comprensión a sus "deslices", reídos incluso como chistes en estos círculos "senequistas", sobretodo si son varones, claro, en mujeres impensable (no cuadraría en sus dogmas de fe)
ResponderEliminarel "potoxós" c'est magnifique!
saluditos >:0]
Me alegro de leerte de nuevo, Lisis. Pues sí, hay lugares donde el dispositivo hipócrita inscrito en las bases del catolicismo está especialmente enquistado y tan fundido con la cotidianidad que no se ve si no se escarba. Pero a la mínima que se escarbe con la uña en su coriácea piel da miedo la cantidad de capas de roña que esconde debajo. Su propio profeta los denunció lúcidamente: sepulcros blanqueados
ResponderEliminarTu sabes, amigo Harazem, que soy antitaurino, quizás por los motivos “equivocados”, es decir, no tanto porque la “fiesta” me parezca una salvajina, que también, y desde luego nada festiva, como porque me aburre y me harta sobremanera tanta solemnidad taurina, tanto arte que no ‘se pue aguantá’. Por eso no deja de desconcertarme, y eso es muy sano, que uno de mis mejores (e inteligente) amigos sea taurino irredento, aunque no suele soltar soplapolleces con ínfulas filosóficas sobre tauromaquia, y que una de mis biografías favoritas sea ese maravilloso libro que se llama ‘Juan Belmonte, matador de toros’, de ese republicano inclasificable y maravilloso que se llamó Cháves Nogales. Por cierto, Belmonte competía en careto avinagrao con Manolete, aunque era de Triana y no de Córdoba.
ResponderEliminarEl Tico es más empalagoso que las almendras garrapiñadas, aparte de lo demás que mencionas
Yo, amigo Lansky, fui aficionado (relativamente entendido) a los toros desde mi más tierna infancia, cuando mi padre me ponía ante el televisor y me enseñaba los secretos del espectáculo. Fue en mi posadolescencia cuando tomé conciencia de algunos desajustes éticos que existían en el mundo, aparte de los políticos, cuando voluntariamente renuncié a ese gusto. Por eso entiendo a los aficionados, cosa que por ejemplo no me pasa con el fútbol, que a pesar de que lo considero menos “agresivo” contra la racionalidad me parece un espectáculo insulso y que por determinados mecanismos ajenos al propio juego ha llegado a ser un portentoso generador de violencia y cretinismo social.
ResponderEliminarPero lo que no he soportado de ninguna de las maneras nunca es eso que tú llamas la solemnidad taurina, ese hipervalor añadido que alcanza lo pasional y que yo amplío a otros ámbitos. Por ejemplo, el flamenco. También fui (y soy) muy aficionado al flamenco y me consideré durante un tiempo un flamencólogo (flamencólico como los llama Morente) amateur con el atrevimiento incluso de dictar algún curso para profanos. Pero el mundo que lo rodea, las peñas, los aficionados, los mismos artistas me producen tal grima que jamás conseguí sentirme a gusto en él. No por las propias personas, claro, sino por el discurso que ostentan, un discurso entusiástico, instintivo y sentimentaloide que desaloja cualquier atisbo de juiciosa sensatez.
Y desde luego convendrás en que el caso de Tico Medina, que aquí sufrimos hirientemente, lo he tratado con muy piadosa prudencia, entre otras cosas para no mostrarme excesivamente provocativo.
Un saludo.
Ah, se me olvidaba: yo también considero a Chaves Nogales un maestro, al que sólo he podido leer muy recientemente. Eso da idea de qué clase de cultura se fomenta normalmente y qué clase de figuras se elevan a los pedestales de la gloria por sistema.
ResponderEliminardéjate ya de aporrear a la parroquia y háblanos de Fez.
ResponderEliminarManuel te superas. Muy bueno, me he reído muchísimo. Qué derroche retórico de gracia e ironía!
ResponderEliminarGracias, Marga, ¿qué tal van las naranjas este año?
ResponderEliminarPerdóneme usted señor de impecable y rebosante prosa que haya tardado tanto tiempo en percibir que me tenía usted enlazado. He de decir que he quedado seriamente fascinado con su relato del software bautismal y que este mismo post, que relaciona a dos personajes que ni en sueños se le podrían aparecer a uno en sueños, ni aún sumergido dentro de la surrealidad abisal más profunda, como son Manolete y Tico Medina, el primero por recurrente y el segundo por amnesia, es sencillamente maravilloso. Lo que se puede llegar a hacer con un tabique nasal fabricado de la misma aleación gloriosa que un estoque mítico, ays!
ResponderEliminarPues eso, que se va de cabeza usted con todos los honores a mi lista de lectura.
Todo un placer leerle.
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ResponderEliminar¿Que tal Manolo?
ResponderEliminarTe comento que a un servidor le paso como a ti, de pequeño era un aficionado acérrimo de los toros. Vivía junto a la plaza de toros de Andújar, finales de los años 50, me hice amigo de los guardeses de la misma y presenciaba todo el proceso de la lidia, como descargaban los toros de los camiones y posterior ubicación en los corrales, el sorteo y encierro en los chiqueros, al final de la corrida me colaba en el desolladero y contemplaba el despiece de los animales, ¡la cantidad de sangre que soltaban!, era impresionante, no olvido el olor que emanaban las vísceras y todo lo demás.
En varios años no me perdí ninguna corrida, ya que un portero de la plaza, zona de sombra, era amigo de mi padre y me colaba. Vi torear a todas las figuras de la época, Antonio Ordoñez, Luis Miguel "Dominguín", Jaime Ostos, Martorell, Curro Romero y otros. Como a muchos niños de la épocas yo quería ser torero, se me fue la afición al ver varias películas en las que palmaba el maestro, con el tiempo me di cuenta la salvajada que era eso.
En cuanto a Manolete no me explico la adoración que hay hoy en día en Córdoba con él, a principio de los 60 me mudé a Córdoba y los viejos compañeros de trabajo, me contaban que torear en la Plaza de Toros de Los Tejares era un suplicio para él, ya que lo ponían verde y le gritaban no se qué de las hermanas y otras lindezas, también le tarareaban "Manolete, Manolete, si no sabes torear pá que te metes", por lo visto aquí no lo podían ver.
Saludos, patás a los niños y besos a los perros.