El Caimán de la Fuensanta huye de la caspa cofrade
Todo el mundo sabe que la tradición de sacar a que le dé el aire a la calle al ídolo que representa al avatar de la deidad madre pero virgen del dios, también virgen, que adoran los católicos, intitulada como del Carmen es eminentemente marinera. O sea, que sucede sólo en aquellos lugares en los que una arraigada superstición popular coincide con una ubicación orillada en el mar. Por algo se la considera la deidad protectora de los pescadores y navegantes. Se la saca de paseo, se la lleva a la orilla del mar, se la monta en una barca y después de inferirle unos yuyus mecidos por las olas se la desembarca y se la encierra de nuevo entre el jolgorio, el petardeo y la devoción de los creyentes en la existencia real de seres imaginarios que pueden ocasionalmente paralizar las leyes naturales en su beneficio si se le pide con suficiente insistencia, pertenecientes al gremio del remo y la red. Rituales, por otra parte, que no tienen nada que envidiarle a los de los aborígenes de Papúa Nueva Guinea que nos muestran los documentales de la 2.
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