jueves, 14 de abril de 2011

Lapos psoeístas sobre la República en su 80 aniversario


Escupir en la calavera del pobre abuelo dicen en algunas partes de Latinoamérica para referirse al hecho de pasarse de bando en la lucha de clases. Algo que los socialistos del PSOE, o sea los que tienen responsabilidades en el partido, ante la sonrisa bobalicona de los sociapollas (los socialistas de a pie que aún creen que su partido es socialista) no sólo cumplen con el violento dicho metafóricamente. Un lapo literal sobre la memoria de la II República Española puede considerarse la conferencia que con motivo del 80 aniversario de su proclamación excretó en Córdoba un individuo, Plácido Fernández-Viagas Bartolomé, hijo de socialista histórico Plácido Fernández-Viagas ante un puñado de barandas del PSOE que le rieron la gracia con gusto, en el palacio de la Merced, el impresionante espacio público usurpado para nido propio por esa colonia de políticos patógenos que parasitan el organismo social bajo el nombre de Diputación Provincial. Sólo el título de la excreción, Las ilusiones perdidas. Por qué fracasó la II República da idea de lo que realmente piensa este sujeto del que ha sido el único régimen auténticamente democrático que ha habido en España desde su raíz hasta hoy mismo. El uso del término fracaso y no acoso, derribo y apuntillamiento final por parte de una banda de fascinerosos habla por sí sólo de la clase de análisis que se le espera. El símil perfecto sería el de alguien que dijera que la prueba de que la vida de Pasolini fue un fracaso fue que unos desalmados lo mataron a golpes en una playa italiana. Porque él mismo se lo buscó. La repugnante calumnia asomó además en su afirmación de que el descalabro de la II República se debió al hecho de que en la España de la época nadie era demócrata. Y la más brutal de las sañas en la de que todos fueron culpables, aunque los perdedores fueron los reales vencedores en el terreno de la estética, sobre todo en el de la palabra. Este reparto equitativo de responsabilidades entre el asesino y la asesinada remata la canallada intelectual. Los franquistas se quedaron con la casa y el caballo, pero ellos se llevaron la canción de Lorca, Miguel Hernández y Antonio Machado. Con la propinilla de la estética perfumada de poesía para lavar y perfumar a la muerta. La ética se la pasa por el arco del triunfo nuestro obsceno individuo. El arco del triunfo de los que carecen de ella. ¿Quién necesita a César Vidal o a Pío Moa con estos intoxicadores supuestamente izquierdistas? Para rematar la faena de neofascismo en principio blando que nos invade la UCO, siempre devota de Frascuelo, de María y de Merlín, para conmemorar el 80 aniversario de la proclamación de la II República Española, modelo de estado laico, organiza una vistosa procesión en la que sacarán a la calle al famoso Cristo de la Universidad, advocado bajo el nombre de Nuestro Padre Jesús del Cuajarón Sanguinolento o Cristo del Mel Gibson. Debe ser por aquello de que la lividez amarillenta del cadáver, la sangre roja manante y el violeta de los moretones forman los colores de su bandera.