Somos cada vez más los que sospechamos que los implementaores de la explotación de la folklogallina de los huevos de oro cordobeses tienen su punto de mira en los Sanfermines. Convertir el Festival de los Patios Cordobeses en los Sanfermines del Sur parece ser su meta. Las pruebas son muchas. Solicitar y conseguir que la UNESCO declare Patrimonio Inmaterial de la Humanidad unos espacios tan íntimos, tan frágiles, tan peligrosamente sensibles puede responder a dos causas: una para proteger su posible extinción o posible deterioro; otra para explotarlos turísticamente a tutiplén. Como para la primera posibilidad sólo habría que haber creado el marco legal y el espacio cultural suficiente a nivel local, nos queda que la unescada sólo ha respondido al deseo de emisión de un eco a nivel mundial que atraiga a ingentes cantidades de turistas que se dejen las perras en los establecimientos hoteleros de la ciudad. Solamente. Como cualquier otra fiesta imán de multitudes, a ser posible arrolladoramente masiva. Como los Sanfermines.
¿Tienen que ver mucho los Sanfermines con los Patios? Estéticamente no: no es lo mismo pasarte un día de fiesta comiendo y bebiendo alrededor de unos patios floridos que hacerlo alrededor de un espacio donde unos tipos putean a unos pobres animales para satisfacer sus bajas pasiones adrenalínicas. Pero en la práctica la diferencia es mínima: de las cienmiriadas de turistas que invaden las calles de ambas ciudades poniéndose ciegos de comer y beber sólo un 10% tiene la oportunidad de disfrutar del meollo de la fiesta: de asistir a un encierro o ver un patio florido, ambas cosas por las naturales limitaciones del espacio en el que ocurren. Cientos de miles de personas poniendo la ciudad patas arriba, regando las esquinas con hectolitros de meados a cambio de dejar un pastal en los comercios. Nada moralmente reprensible desde el punto de vista de los medios de subsistencia de una ciudad. El problema es que no lo dicen abiertamente y andan empleados en maniobras orquestales en la oscuridad para conseguirlo.
Por eso también cada vez somos más los que estamos convencidos de que esa comparación que deslizó nada sibilínamente el New York Times hace unos años entre los Patios y los Sanfermines no fue un apunte inocente y respondió más a un artefacto de publicidad encubierta contratada que a un destello del magín del redactor. O sea que se trata de un guiño para los gringos degustadores de las fiestas gallardas españolas. Pero desde luego cada día somos más los que consideramos que nuestros implementaores son unos verdaderos caguetas que se la cogen con papel de fumar a la hora de cumplir con su santa misión implementaora. Y hacer las cosas bien hechas. Con profesionalidad y coraje.
Para empezar deberían contratar a un buen creador de leyendas históricas en la rama de turbias figuras literarias que consiguiera fascinar a los anglosajones consumidores de mitos de escritores silvestres. Por ejemplo y para compartir con la propia Pamplona, podría servir el propio Hemingway, creando la leyenda que extenderían escritores a sueldo yanquis de que en una estancia en Córdoba mantuvo un tórrido romance con Manolete. Es un poner. Sólo un poner, que los adoradores del Matarife de la cara de Vinagre están últimamente mu sensibles. La leyenda se complementaría con señalamientos claros de los lugares, tabernas, plazuelas, esquinas, donde ambos mocetones hubieran paseado su amor secreto. Con testimonio orales y escritos de ancianos que asistieron perplejos a los hechos pero que callaron por prudencia, por discreción, esa virtud tan cordobesa. En un par de años millones de rubiales con un pañuelo blanquiverde al cuello acababan con las penurias de esta ciudad a base de trasegar desmedidamente vinazo de Montilla y salmorejo con la excusa de alimentar su mitomanía literaria.
Y ya, como perla implementaora, para que a los gringos adoradores del desmadre sanfermineros no les farte de ná en su trasunto festero del sur, estaría bien proveerles de la más genuina de sus tradiciones: el salto libre desde la fuente. En Pamplona desde tiempo inmemorial las hordas de rubicundos anglosajones, para compensar que los mozos pamplonicas les impiden sistemáticamente desbocar su testosterona corriendo ante los toros, vienen celebrando la ya acrisolada tradición de lanzarse de uno en uno en caída libre, el temerario salto del ángel borracho, sobre la multitud de sus paisanos que se aprestan a recogerlos en el aire evitando que se revienten contra los centenarios adoquines pamploneses, desde la cima de la fuente de la Navarrería, una recoleta plaza el resto del año. Para colmo de afinidades cordo-pamplonicas en la citada plaza de la Navarrería existe un famosísimo bar rotulado como Cordovilla que ostenta la especialidad de la tortilla de patatas. Una tortilla de patatas que compite a nivel mundial con la no menos famosa del Santos de la ciudad de la Mezquita (antes mezquita). Unidad de afinidades en lo Universal. Así pues una vez pensado el evento ningún lugar mejor que la FUENTE DEL POTRO para ubicarlo convenientemente. La Fuente del Potro para practicar el salto del ángel mamado cuenta además con el timbrado de lugar cervantino, lo que le añadiría incalculable valor turístico, que no por borrachuzas empedernidas hay que suponer a las hordas festeras anglosajonas menos sensibilidad cultureta.
Genial entrada Harazem. Casi me estoy pensando comprar un localcillo en las inmediaciones de la Caridad, para enriquecerme a costa del bebercio de las previsibles hordas anglosajonas que elevarían el potro a fecundo alazán.
ResponderEliminarNo desageres, Rafa, pero me alegro de que te haya gustado. Pues no es ninguna tontería. Yo le voy a a ofrecer al arcarde mis servicios de intermediación. Mis contactos en Pamplona son muchos y puedo comenzar la campaña publicitaria bajo la misma fuente los días de salto con el eslogan de THE NEXT YEAR THE FOUNTAIN PARTY STARTS IN CORDOBA.
ResponderEliminarY el profesor Lupiáñez puede hacer campaña en las universidades americanas...
Muy bueno Manolo, estoy de acuerdo contigo al 100%. Los dueños y cuidadores de los patios sudando la gota gorda, gastando su tiempo y pasta y las ganancias para los del gremio de la hostelería. Las autoridades de turno con pasarle el brazo por el hombre y salir en la foto están cumplidas.
ResponderEliminarYo creo, Paco que deberían ser los propios dueños y cuidadores los que pidieran racionalidad en esta locura. Más subvenciones y más racionalidad, mucha más racionalidad.
ResponderEliminarNi más ni menos de lo que ocurre en otras fiestas de otras ciudades. Pregúntales a los gaditanos que huyen de Cádiz por que "el Can-navá ya no eh lo que era, pisha". En cuanto a lo del bebercio, será por la noche. Los patios se disfrutan por la mañana, cuando hay pocos borrachos que, como yo, aprecien un buen lingotazo de mediodía (un bloody-mary bien hecho, un martini bien hecho, un whisky sour bien hecho). Y por último, los que empezaron a tirarse desde las alturas en Pamplona no fueron los gringos, sino los australianos, una subespecie admirable (para mi) descendientes de putas, ladrones, asesinos y demás ralea delincuencial british, amén de borrachuzos y paisanos de los ACDC. En lo que si estoy de acuerdo es en que los que se deberían de llevar más manteca son los propietarios de los patios, que sin ellos pues como que es más complicado que exista la fiesta. ¿O no es una fiesta?
ResponderEliminarSALUD
Fenomenal, como siempre. El otro día leí que un propietario o propietarios de un patio no pensaban presentarse más al concurso. Al parecer, una empresa de turismo les había propuesto tenerlo abierto todo el año a cambio de una pasta. Ya puestos, es lo que deberían hacer todos los dueños de patios. ¿No quieren turismo? Pues que trinquen algo los verdaderos agentes del asunto.
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