miércoles, 15 de mayo de 2013

Patios Cordobeses: los sanfermines del sur

Somos cada vez más los que sospechamos que los implementaores de la explotación de la folklogallina de los huevos de oro cordobeses tienen su punto de mira en los Sanfermines. Convertir el Festival de los Patios Cordobeses en los Sanfermines del Sur parece ser su meta. Las pruebas son muchas. Solicitar y conseguir que la UNESCO declare Patrimonio Inmaterial de la Humanidad unos espacios tan íntimos, tan frágiles, tan peligrosamente sensibles puede responder a dos causas: una para proteger su posible extinción o posible deterioro; otra para explotarlos turísticamente a tutiplén. Como para la primera posibilidad sólo habría que haber creado el marco legal y el espacio cultural suficiente a nivel local, nos queda que la unescada sólo ha respondido al deseo de emisión de un eco a nivel mundial que atraiga a ingentes cantidades de turistas que se dejen las perras en los establecimientos hoteleros de la ciudad. Solamente. Como cualquier otra fiesta imán de multitudes, a ser posible arrolladoramente masiva. Como los Sanfermines.

¿Tienen que ver mucho los Sanfermines con los Patios? Estéticamente no: no es lo mismo pasarte un día de fiesta comiendo y bebiendo alrededor de unos patios floridos que hacerlo alrededor de un espacio donde unos tipos putean a unos pobres animales para satisfacer sus bajas pasiones adrenalínicas. Pero en la práctica la diferencia es mínima: de las cienmiriadas de turistas que invaden las calles de ambas ciudades poniéndose ciegos de comer y beber sólo un 10% tiene la oportunidad de disfrutar del meollo de la fiesta: de asistir a un encierro o ver un patio florido, ambas cosas por las naturales limitaciones del espacio en el que ocurren. Cientos de miles de personas poniendo la ciudad patas arriba, regando las esquinas con hectolitros de meados a cambio de dejar un pastal en los comercios. Nada moralmente reprensible desde el punto de vista de los medios de subsistencia de una ciudad. El problema es que no lo dicen abiertamente y andan empleados en maniobras orquestales en la oscuridad para conseguirlo.

Por eso también cada vez somos más los que estamos convencidos de que esa comparación que deslizó nada sibilínamente el New York Times hace unos años entre los Patios y los Sanfermines no fue un apunte inocente y respondió más a un artefacto de publicidad encubierta contratada que a un destello del magín del redactor. O sea que se trata de un guiño para los gringos degustadores de las fiestas gallardas españolas. Pero desde luego cada día somos más los que consideramos que nuestros implementaores son unos verdaderos caguetas que se la cogen con papel de fumar a la hora de cumplir con su santa misión implementaora. Y hacer las cosas bien hechas. Con profesionalidad y coraje.

Para empezar deberían contratar a un buen creador de leyendas históricas en la rama de turbias figuras literarias que consiguiera fascinar a los anglosajones consumidores de mitos de escritores silvestres. Por ejemplo y para compartir con la propia Pamplona, podría servir el propio Hemingway, creando la leyenda que extenderían escritores a sueldo yanquis de que en una estancia en Córdoba mantuvo un tórrido romance con Manolete. Es un poner. Sólo un poner, que los adoradores del Matarife de la cara de Vinagre están últimamente mu sensibles. La leyenda se complementaría con señalamientos claros de los lugares, tabernas, plazuelas, esquinas, donde ambos mocetones hubieran paseado su amor secreto. Con testimonio orales y escritos de ancianos que asistieron perplejos a los hechos pero que callaron por prudencia, por discreción, esa virtud tan cordobesa. En un par de años millones de rubiales con un pañuelo blanquiverde al cuello acababan con las penurias de esta ciudad a base de trasegar desmedidamente vinazo de Montilla y salmorejo con la excusa de alimentar su mitomanía literaria.

Y ya, como perla implementaora, para que a los gringos adoradores del desmadre sanfermineros no les farte de ná en su trasunto festero del sur, estaría bien proveerles de la más genuina de sus tradiciones: el salto libre desde la fuente. En Pamplona desde tiempo inmemorial las hordas de rubicundos anglosajones, para compensar que los mozos pamplonicas les impiden sistemáticamente desbocar su testosterona corriendo ante los toros, vienen celebrando la ya acrisolada tradición de lanzarse de uno en uno en caída libre, el temerario salto del ángel borracho, sobre la multitud de sus paisanos que se aprestan a recogerlos en el aire evitando que se revienten contra los centenarios adoquines pamploneses, desde la cima de la fuente de la Navarrería, una recoleta plaza el resto del año. Para colmo de afinidades cordo-pamplonicas en la citada plaza de la Navarrería existe un famosísimo bar rotulado como Cordovilla que ostenta la especialidad de la tortilla de patatas. Una tortilla de patatas que compite a nivel mundial con la no menos famosa del Santos de la ciudad de la Mezquita (antes mezquita). Unidad de afinidades en lo Universal. Así pues una vez pensado el evento ningún lugar mejor que la FUENTE DEL POTRO para ubicarlo convenientemente. La Fuente del Potro para practicar el salto del ángel mamado cuenta además con el timbrado de lugar cervantino, lo que le añadiría incalculable valor turístico, que no por borrachuzas empedernidas hay que suponer a las hordas festeras anglosajonas menos sensibilidad cultureta.

lunes, 13 de mayo de 2013

Fartusquilandia

Ibn Hazm, lumbrera de Al-andalus

Mientras esperamos paciente y pastueñamente el Apocalipsis aquí en Córdoba se ha acabado por instalar una atmosfera parecida a la de aquel mundo ficticio que retratara José Luis Cuerda en Amanece que no es poco. Un mundo reconocible en su normalidad pero donde personajes absurdos peroran absurdamente. La diferencia es que el delicioso surrealismo que allí lo impregnaba todo aquí es sustituido por un pegajoso fartusquismo colectivo que no tiene contestación. Si allí los hombres normales crecían por doquier en los bancales aquí lo que crecen en los foros públicos son los fartuscos, sobre todo los ilustrados. No ya que un presidente de la peñas, el movimiento asociativo junto con las cofradías más importante de la ciudad, un tipo salido de lo más profundo del carpetovetonismo roepalillos franquista, que representa ideológicamente no sólo a la cultura más rancia cordobita sino además legalmente a más de diez mil cordobeses, soltase en la prensa local sin que se le moviese un pelo del culo que las peñas son aquellos lugares donde se refugia un hombre cuando termina su trabajo, llega a su casa y la mujer está fregando y no nos deja ni pisar, sino que gente a la que se le supone por el ingente volumen de sus estudios cierta sensatez argumentativa se despendola fartuscamente a la nada que le pongan un micro o una columna de prensa en blanco por delante. Todo hay que decirlo. Dentro de ese fartusquismo hay de todo: lo hay gratuito, solipsista, que sólo remite a si mismo, y lo hay perverso, que apunta a intereses oscuros de un colectivo determinado. No en vano en esta ciudad gozamos de una de las mayores glorias del fartusquismo solipsista local: la exalcaldiosa Rosa Aquilar, una de cuyas más aquilatadas perlas fue aquella de declarar el progresismo avant la letre del matarife fino Lagartijo por la hazaña distributiva de arrojar, en la hambrienta España del siglo XIX, perraschicas a los pobres para divertirse.

Si los fartuscos siempre crecieron en los bancales cordobeses con alegría, debe haber sido por las pertinaces lluvias de que hemos gozado que últimamente los encontramos más gordos y lozanos que nunca. Veamos unos cuantos recientísimos:

I

Ayer mismo pudimos escuchar en la SER las declaraciones del arquitecto Gabriel Ruiz acerca del Festival de los Patios Cordobeses, que acaban de ser declarados Nuevos Sanfermines de la Humanidad. Después de caer en los alcanforados tópicos de siempre se deslizó cuesta abajo por la fartusquidad infame más absoluta con un ... y además en estos tiempos de crisis la forma de vida de los patios cordobeses son un modelo de "viviendas sostenibles", de vecinos que no sólo comparten un patio común sino también cocina, baño, etc..."

Imagino que se refería a que la vida en los patios populares cordobeses era y es, en algunos casos aún, pura miseria sostenida. O no sabemos si llama viviendas sostenibles a aquellas en las que 30 o 40 vecinos tenían que cagar en el mismo inmundo agujero o hacer cola para lavar sus harapos en la misma pila o para hervir en el mismo fogón el triste puchero de la pobreza.

Tal vez llegaremos a eso pronto de nuevo, pero no será nada supermegaguay de sostenible, sino supermegachungo de sostenido por la lucha de clases. Desde luego los ricos, mientras no se abolan las clases, no creo que estén dispuestos a posar sus culos donde los posen los pobres. En cuanto al tema del sentido de los patios como recientemente publiqué un largo artículo sobre el asunto a él os remito si queréis ampliar.

Es lo que tiene el hiperbarroquismo floral de los patios, que, como decía don Hodierno recientemente, sube peligrosamente los niveles de lirismo hiperglucémico en sangre, pero también los niveles de fartusquidad argumentativa. A ello hay que sumar para redactar el diagnóstico final que el consumo inmoderado de productos espirituales católicos produce desarreglos neuronales graves que cursan con estulticia, cretinismo y alucinaciones conceptuales de carácter irreversible. El intoxicador profesional y canónigo Nieto Cumplido que viene contaminando de trolas y embustes mefíticos tanto la memoria histórica de la guerra civil (es autor de una piomoana La persecución religiosa en Córdoba 1931-1939 que te cagas lorito) como el sentido histórico y monumental de la Mezquita (antes mezquita) desde hace años, ha encontrado un nuevo campo para empozoñar la mente colectiva de esta ya de por sí emponzoñada ciudad: los patios. Los patios no son ni romanos, ni moros: son estrictamente cristianos, porque ¡¡¡nacieron en el barroco!!! Ya te digo... Aparte de que se trata de una mentira como la panza del obispo, si en los siglos XVII y XVIII en las hacinadísimas corralas cordobesas hubiera nacido una flor hubieran tardado un pis pas los hambrientos vecinos en echarla al puchero. Niputeaidealismo en estado puro. De la gama de los perversos, porque responde a intoxicaciones interesadas del lobby ultracatólico cordobés. Los palmeros que le acompañan no son tampoco moco de Paco (El Caudillo): nada menos que dos antropófagos de la órbita católica de reconocido prestigio y un conocido dealer en la rama de dorador de productos narcocofrades. Una amigo mío está convencido de que el dorador, que también propietea un patio cordobé de los fetén tiene por fuerza que cultivar en él algo más que geranios y gitanillas para decir las cosas que dice.

III

Si de algo podemos estar orgullosos en nuestra ciudad es del extremo cuidado que del patrimonio arquitectónico muestran nuestras autoridades del ramo. Por algo se han ganado a pulso el título de reconocido prestigio universal de CORDOBESTIAS. Es por ello que el Arqueobispo Metropolitano de Córdoba ha podido despreocuparse de asuntos urgentes referentes a la preservación del patrimonio arqueológico en el que es especialista y dedicarse a más altos menesteres. Concretamente a tejer reintegrando a Córdoba los mimbres que un día la hicieron grande. No por nada es conocido en los ambientes intelectuales como El Canastero. Y para reintegrar esos mimbres a nuestra excelsa lumbrera se le ha ocurrido la impagable idea de volver a hacer navegable el Guadalquivir a su paso por la ciudad de los Califas Navegantes. Para ello sería necesario cepillarse los sotos de la Albolafia, que total llevan ahí tres días con pasado mañana, una cagadero de pájaros al que alguien en un día en que amaneció más tonto de la cuenta tuvo la peregrina ocurrencia de declarar Parque Natural que además de impedir la navegabilidad milenaria del Betis impide, como decía un conocido plumilla abecedario con alma de poeta adicto a la cofradeína, que ejerza limpiamente de Espejo de la Sultana. Un deseo largamente acariciado no sólo por nuestro arqueobispo sino por también por todas las mentes preclaras de esta ciudad. Con oscuras intenciones, con más oscuros aún intereses. Sería necesario además dragar profundamente el río hasta Sevilla, una sencilla obra de ingeniería al alcance de cualquier presupuesto comunitario, dado que el calado de los barcos actuales supera ligeramente el de las barcazas planas de la Antigüedad. Y por supuesto construir un puerto. Un puerto en condiciones que reciba esos barcos procedentes del Atlántico cargados de turistas cargados de euros hambrientos de salmorejo y berenjenas a la miel y sedientos de vinillo de Montilla y dispuestos a llenar con su rentabilísima presencia nuestros Humanitariamente Inmateriales Patios Floridos, listos para apreciar la ingente labor de protección del patrimonio en que están siempre afanadas nuestras ilustres autoridades culturales.

Pero ha habido algo que le ha faltado proponer al actual ocupante de la cátedra de Ambrosio de Morales. Pero aquí estamos nosotros para hacerlo por él: que un coloso que a la manera del que una vez enseñoreó en el puerto de Rodas dé entrada al puerto cordobés, una pierna colosal en cada orilla bajo cuyos perendengues circulen los bravos navíos camino del plato de salmorejo. Como ya hubo uno una vez en la ciudad podríamos reconstruirlo de nuevo. O bien podríamos reciclar para tal fin el Mazinger Zeta que pena soledad en un descampado tarraconense. O mejor aún: encargar al escultor de cabecera de nuestro ínclito prócer y mecenas Rafael Gómez Sandokán que esculpa un colosal arcángel con el noble rostro del Tapaeras de Cañero.