Es más que probable que el Sefardita Impostado (*) no sea más que un pobre perturbado. Un orate. Pero ante la duda sobre esa patológica, y por lo tanto lastimosa, posibilidad, a mí sólo me cabe la opción de considerarlo a la vista de sus ponzoñosas manifestaciones una verdadera mala persona: un misántropo empedernido que habita en una torre de marfil que se ha construido a la medida de su inconmensurable ego. Autoprotegido de los maléficos encantamientos de la justicia universal por el cementéreo muro de la vergüenza del apartheid físico e ideológico israelí que él ha decorado primosoramente por su cara externa para la galería pijiprogre hispana por una irisada militancia ocasional en el buenismo blandichurri de andar por las instituciones, estratégicamente campaneado por él mismo, arropado por una numerosa clá de palmeros y ejecutantes de su ola y por la manía persecutoria consustancial al irredentismo sionista que fundamenta el actual y pasado expansionismo genocida del estado de Israel, nuestro personaje se ha autoconcedido bula para faltar al respeto y a la inteligencia de los conciudadanos a los que nos ha tocado el albur de tenerlo por vecino. Y no es que sobre por ser forastero en una ciudad que algunos queremos abierta a todos los aires, es que para espabilaos ya tenemos de sobra con los locales. Que manos de Fátima sabemos vender todos. Y sobre todo porque es un plasta que no para de inventarse inquisiciones, contubernios y conspiraciones, la mayoría a su delicada personita dedicados desde su tribuna de Cordópolis.
El negocio de este señor consiste en una tienda de bagatelas para turistas en la Judería de Córdoba cuya originalidad respecto al común y adocenado mercadeo del souvenir de la saturada zona radica en su especialización en la explotación del recuerdo (industrial y sentimental) del legado material y espiritual, pero sobre todo de las terriblemente reales desventuras, de una etnia concreta, la judía, que sufrió hace 2000, 1000, 500, 200 ó 70 años aquí y en otros lugares de mundo. Un negocio muy parecido al que en franca competencia y en la misma calle montó, antes que él, la exótica viuda de Roger Garaudy pero en el ramo moruno andalusí. No sé cómo le irá con el turisteo normal, pero su confesa meta es conseguir clientela fidelizada en el estado de Israel. Y es lo que tiene el negocio, que si quieres que prospere al cliente que paga has de dar siempre la razón... Así, que en pleno boicot mundial a ese estado solicitado por las más acreditadas asociaciones pro Derechos Humanos por sus más que acreditadas criminales políticas se fue hace unos meses para allá, consiguió espacio para publicitar su producto en la televisión pública, dio una conferencia en una universidad también pública y maniobró para conseguir que en los planes de estudio israelíes se incluyera una obligatoria visita a Córdoba y de paso a su tienda (o viceversa). Y cuando regresó, aprovechando que había montado una exposición sobre el Holocausto, nos lo contó en los medios locales. Semejante hazaña emprendedora debió despertar la envidia de su vecina y competidora que ni corta ni perezosa envió vía intermedia de un sicario textual un artículo al Diario Córdoba en el que se despachaba a gusto mezclando variados y acidulados temas: desde apoyarse en la acusación de industrialización del Holocausto de Norman G. Finkelstein y su monopolización por el estado sionista hasta recordar el olvido interesado, por razones obvias, del sufrimiento del pueblo palestino.
Yo me limité a enlazarlo en mi muro de facebook recomendando su lectura. Fue entonces cuando el sujeto, que sin conocerme hacía meses me había solicitado amistad pero que jamás había comentado ni likeado nada mío, porque pertenece a ese grupo de ególatras que mantienen el feisbu sólo para que lo adoren en su muro convertido en altar, entró en tromba, con la vena del pescuezo hinchá, para, siguiendo la manida estrategia sionista maniático-persecutoria, arremeter sin argumentar contra todo el que allí se meneaba, acusándome de connivencia con el articulista sólo por el hecho de enlazarlo. Yo me limité a señalarle que en algunas cosas el sicario de la viuda tenía razón: estaba muy feo reunirse con autoridades (aunque fueran académicas) y acudir a la televisión estatal de un estado que practicaba el apartheid racista y empleaba políticas criminales contra población indefensa para que influyeran en los planes de estudios de los niños israelíes con el fin de que visitaran como complemento académico los lugares donde sus supuestos antepasados fueron víctimas del odio racial, mientras se les escamotea sistemáticamente el conocimiento de los crímenes contra la humanidad que su propio estado comete actualmente contra los palestinos.
La atrabiliaria reacción del buen señor fue acusarme directamente de dibujarle a él una diana en la chepa para que los extremistas le dispararan y haciéndome seguidamente responsable de lo que a partir de ese momento le ocurriera, incluyendo una velada amenaza de ir con el cuento a la policía. Así se las gasta el jicho. De nuevo intervine afeándole su conducta, retándolo a que mirara a ver cuántos neonazis violentos encontraba en la lista de mis amistades y rogándole por favor ya en perfectamente apreciable ironic mode que andara con cuidado no fuera que de cualquier accidente doméstico, verbigracia que le diera un calambrazo el microondas, que sufriera en su casa me hiciera también responsable. Podría haber dicho por ejemplo el rizador de pelo que imagino que usa para cuidar de esos caracolillos que tan coquetamente cultiva o el cuchillo de cortar chacinas kosher. Pero fue el microondas lo primero que me vino a la cabeza. Tal vez y por ejemplo porque acababa de calentarme un café en el mío. Y me olvidé del asunto y del colérico señor sin volver a saber nada de lo que publicaba o dejaba de publicar en su muro cuyo acceso además tengo bloqueado.
Pero hete aquí que un amigo me acaba de enviar una captura de pantalla de un comentario, titulado Hornadas, anécdotas y microondas que ha hecho público en su muro recientemente y meses después de aquel suceso, en el que comienza hablando del humorista francés Dieudonné y su sintonía con el político ultraderechista Le Pen a cuenta de la palabra hornada que supuestamente éste ha usado referida a lo que había que hacer con unos periodistas, continúa con su negacionismo o minimización de los hornos crematorios nazis y termina con lo siguiente:
Hace unos meses la Casa de Sefarad organizó una amplia y excelente muestra documental: "Donde se queman libros al final se quemaran personas". Genocidios y holocaustos, y naturalmente la Shoah, centraban el contenido de la muestra. En la Red un incendiario se cabreó con la muestra conmemorativa el supuesto "abuso" que se hace del Holocausto. Jugando con las palabras le sugirió al director de este centro privado que "tuviese cuidado con el microondas". Una broma sin aparente mayor intención... salvo por el poder evocador (e infame) de ciertas palabras. Y también sonrió. Como muchos otros. Parece que están esperando otra oportunidad.
No sólo está loco y probablemente necesite ser tratado de su enfermedad maniaco-persecutoria, es que además es un mentiroso. El que se cabreó con la muestra conmemorativa y denunció la manipulación sionista del Holocausto fue el sicario de la pérfida mora, no yo.
Yo por si acaso y alarmado por el grado de conspiranoya que me rodea he dejado de usar el móvil, que me han dicho que sus ondas sirven de perfecto localizador para que ciertos servicios secretos amigos de quién sabe quién te puedan enviar una bonita postal luminosa por meterse con sus cosas de genocidiar gentes vecinas para quedarse con sus tierras.
(*) Me dicen amigos sensatos que está mu feo poner nombres así descaradamente en la red poniendo a sus portadores, si no son personajes excesivamente públicos, a caldo. Que el problema no es el nombre en sí, sino San Google que a partir de ese momento (y a no ser que con la nueva, represora y censora normativa se solicite expresamente) lo unirá hasta el fin de los tiempos a lo publicado. Así que les hago caso y sustituyo el nombre del individuo al que dedico este post por esta descripción que considero la más acertada.
Me parece que ha publicado Vd. uno de los posts más lúcidos que haya visto Salmorejistán desde el primer ascenso del Córdoba C. de F. a la 1ª División- un hito temporal como otro cualquiera-
ResponderEliminarNo falta ni sobra nada. Perfectamente definido el atrezzo y con él, el personaje con su mercadotecnia.
La ira de algunos de los paseantes salmorejistaníes, nativos y asimilados, es, por ahora, contenida. Burrofaxes, curiosa tecnología intimidatoria, para abrir boca, o cerrarlas. No mucho más.
No obstante, no creo que situaciones como las que Vd. recoge sirvan para llegar a prohibir el churrasco con sus inevitables connotaciones: se perdería un elemento indiscutido de la Economía de, precisamente, "lah pennotasioneh".
No se haga Vd. de rogar tanto y prodíguese algo más. Todo ello salvo mejor y oportuno criterio.
Hombre, dichosos los ojos que le vuelven a leer, amigo Marti, aunque he de decir que lo leí el otro día zurriagueando convenientemente a un plumilla local. Efectivamente tengo el blog muy abandonado y la causa no es otra que la de que me encuentro inmerso en otros menesteres "más enjundiosos". pero de vez en cuando algún capullo me obliga a afilar pluma y desfogarme. Gracias por su alabanza y si interés.
ResponderEliminarVamos progresando. El sefardita impostor va mutando sus acusaciones contra mí. De considerarme aspirante a horneador de judíos ha pasado a considerarme simple y llanamente maricón. Mucho mejor ¿que no?
ResponderEliminar"¿Una imprevista declaración de amor?
Un incendiario que desde hace un tiempo cultiva una peculiar obsesión con mi persona y las actividades que realizo, me dedica unas extrañas palabras. Después de quejarse de que nunca he likeado nada suyo (¡qué desazón!), se refiere a "el rizador de pelo que imagino que usa para cuidar de esos caracolillos que tan coquetamente cultiva". Lamento desilusionarlo. Ya no tengo caracolillos (aunque él se los imagine). Nunca he usado rizador de pelo (el último que vi lo usaba mi madre). Efectivamente soy coqueto aunque ya no lo cultivo (con la coquetería ocurre como con el arroz, se pasa). En cualquier caso no deja de sorprenderme su imprevista declaración producto, seguramente, de una cuidadosa observación y atención (a los inexistentes pero imaginados "caracolillos"). Vaya, vaya..."
Yo también he "gozado" y parece que aún gozo de gentucilla obsesionada conmigo, así que resígnate y tómalo como un homenaje a la inversa, porque la paranoia no es curable.
ResponderEliminarSaludos
Manué, eso tiene el caminar por por sendas no definidas como caminos habituales, ya sabes qué en el paseo con mediaslunas puedes tropezar con puntas y cantos...
ResponderEliminarNunca podré entender... qué al día de hoy, y en los tiempos qué vivimos... tengamos que seguir insistiendo, en eso... de que las bombas y las guerras, no son buenas.
El Sefardita Impostado sigue erre que erre conmigo ¡Y dice que el que está obsesionado con su amaestramiento capilar soy yo! De atar, realmente está de atar. Debe ser porque se está quedando más solo que la una y nadie le hace caso (¡perseguidme, por caridad, perseguidme!) me ha tomado a mí como su inquisidor de peluche particular. En su enésima parábola sobre la supuesta persecución que sufre por parte de sus vecinos usa una terrible historia real, conocida y paradigmática. En su pluma hiede a indecencia por lo que tiene de intencional y de cortina para tapar otros crímenes tan terribles como aquellos y que oculta siempre cuidadosamente. En un comentario al artículo y sin venir a cuento, por un pronto del orate que es porque nada le da pie a ello, vuelve a acordarse de mí con la evidente intención de asociarme a los vecinos criminales polacos de los que habla, o sea de criminalizarme. Aparte de volver a llamarme de nuevo solapadamente “maricón”:
ResponderEliminar“Un personaje ruin, obsesionado desde hace tiempo con mis inexistentes “caracolillos”, se queja de la historia que comento en este artículo. Como si no fuese cierta. Como si no fuese universal. Su tribu le aplaude. Realmente aplauden su obsesión. Cada día estan ajustando cuentas (y complejos). Confunden ajustes de cuentas con justicia. Qué le vamos a hacer!”
El personaje ruin soy yo. No tengo ni puta idea de dónde saca lo de mi queja por la historia, ni lo de los aplausos ni lo de los ajustes. No he vuelto a pensar en el tema desde hace meses. Ni puta idea. A no ser que lo asocie a ese naufragio de forastero moral y sobre todo mental en el que –y del que- vive.
http://cordopolis.es/forastero-en-un-naufragio/2014/12/16/vecinos/#comments