jueves, 3 de julio de 2014

Del microondas como arma de destrucción masiva

Es más que probable que el Sefardita Impostado (*) no sea más que un pobre perturbado. Un orate. Pero ante la duda sobre esa patológica, y por lo tanto lastimosa, posibilidad, a mí sólo me cabe la opción de considerarlo a la vista de sus ponzoñosas manifestaciones una verdadera mala persona: un misántropo empedernido que habita en una torre de marfil que se ha construido a la medida de su inconmensurable ego. Autoprotegido de los maléficos encantamientos de la justicia universal por el cementéreo muro de la vergüenza del apartheid físico e ideológico israelí que él ha decorado primosoramente por su cara externa para la galería pijiprogre hispana por una irisada militancia ocasional en el buenismo blandichurri de andar por las instituciones, estratégicamente campaneado por él mismo, arropado por una numerosa clá de palmeros y ejecutantes de su ola y por la manía persecutoria consustancial al irredentismo sionista que fundamenta el actual y pasado expansionismo genocida del estado de Israel, nuestro personaje se ha autoconcedido bula para faltar al respeto y a la inteligencia de los conciudadanos a los que nos ha tocado el albur de tenerlo por vecino. Y no es que sobre por ser forastero en una ciudad que algunos queremos abierta a todos los aires, es que para espabilaos ya tenemos de sobra con los locales. Que manos de Fátima sabemos vender todos. Y sobre todo porque es un plasta que no para de inventarse inquisiciones, contubernios y conspiraciones, la mayoría a su delicada personita dedicados desde su tribuna de Cordópolis.

El negocio de este señor consiste en una tienda de bagatelas para turistas en la Judería de Córdoba cuya originalidad respecto al común y adocenado mercadeo del souvenir de la saturada zona radica en su especialización en la explotación del recuerdo (industrial y sentimental) del legado material y espiritual, pero sobre todo de las terriblemente reales desventuras, de una etnia concreta, la judía, que sufrió hace 2000, 1000, 500, 200 ó 70 años aquí y en otros lugares de mundo. Un negocio muy parecido al que en franca competencia y en la misma calle montó, antes que él, la exótica viuda de Roger Garaudy pero en el ramo moruno andalusí. No sé cómo le irá con el turisteo normal, pero su confesa meta es conseguir clientela fidelizada en el estado de Israel. Y es lo que tiene el negocio, que si quieres que prospere al cliente que paga has de dar siempre la razón... Así, que en pleno boicot mundial a ese estado solicitado por las más acreditadas asociaciones pro Derechos Humanos por sus más que acreditadas criminales políticas se fue hace unos meses para allá, consiguió espacio para publicitar su producto en la televisión pública, dio una conferencia en una universidad también pública y maniobró para conseguir que en los planes de estudio israelíes se incluyera una obligatoria visita a Córdoba y de paso a su tienda (o viceversa). Y cuando regresó, aprovechando que había montado una exposición sobre el Holocausto, nos lo contó en los medios locales. Semejante hazaña emprendedora debió despertar la envidia de su vecina y competidora que ni corta ni perezosa envió vía intermedia de un sicario textual un artículo al Diario Córdoba en el que se despachaba a gusto mezclando variados y acidulados temas: desde apoyarse en la acusación de industrialización del Holocausto de Norman G. Finkelstein y su monopolización por el estado sionista hasta recordar el olvido interesado, por razones obvias, del sufrimiento del pueblo palestino.

Yo me limité a enlazarlo en mi muro de facebook recomendando su lectura. Fue entonces cuando el sujeto, que sin conocerme hacía meses me había solicitado amistad pero que jamás había comentado ni likeado nada mío, porque pertenece a ese grupo de ególatras que mantienen el feisbu sólo para que lo adoren en su muro convertido en altar, entró en tromba, con la vena del pescuezo hinchá, para, siguiendo la manida estrategia sionista maniático-persecutoria, arremeter sin argumentar contra todo el que allí se meneaba, acusándome de connivencia con el articulista sólo por el hecho de enlazarlo. Yo me limité a señalarle que en algunas cosas el sicario de la viuda tenía razón: estaba muy feo reunirse con autoridades (aunque fueran académicas) y acudir a la televisión estatal de un estado que practicaba el apartheid racista y empleaba políticas criminales contra población indefensa para que influyeran en los planes de estudios de los niños israelíes con el fin de que visitaran como complemento académico los lugares donde sus supuestos antepasados fueron víctimas del odio racial, mientras se les escamotea sistemáticamente el conocimiento de los crímenes contra la humanidad que su propio estado comete actualmente contra los palestinos.

La atrabiliaria reacción del buen señor fue acusarme directamente de dibujarle a él una diana en la chepa para que los extremistas le dispararan y haciéndome seguidamente responsable de lo que a partir de ese momento le ocurriera, incluyendo una velada amenaza de ir con el cuento a la policía. Así se las gasta el jicho. De nuevo intervine afeándole su conducta, retándolo a que mirara a ver cuántos neonazis violentos encontraba en la lista de mis amistades y rogándole por favor ya en  perfectamente apreciable ironic mode que andara con cuidado no fuera que de cualquier accidente doméstico, verbigracia que le diera un calambrazo el microondas, que sufriera en su casa me hiciera también responsable. Podría haber dicho por ejemplo el rizador de pelo que imagino que usa para cuidar de esos caracolillos que tan coquetamente cultiva o el cuchillo de cortar chacinas kosher. Pero fue el microondas lo primero que me vino a la cabeza. Tal vez y por ejemplo porque acababa de calentarme un café en el mío. Y me olvidé del asunto y del colérico señor sin volver a saber nada de lo que publicaba o dejaba de publicar en su muro cuyo acceso además tengo bloqueado.

Pero hete aquí que un amigo me acaba de enviar una captura de pantalla de un comentario, titulado Hornadas, anécdotas y microondas que ha hecho público en su muro recientemente y meses después de aquel suceso, en el que comienza hablando del humorista francés Dieudonné y su sintonía con el político ultraderechista Le Pen a cuenta de la palabra hornada que supuestamente éste ha usado referida a lo que había que hacer con unos periodistas, continúa con su negacionismo o minimización de los hornos crematorios nazis y termina con lo siguiente:

Hace unos meses la Casa de Sefarad organizó una amplia y excelente muestra documental: "Donde se queman libros al final se quemaran personas". Genocidios y holocaustos, y naturalmente la Shoah, centraban el contenido de la muestra. En la Red un incendiario se cabreó con la muestra conmemorativa el supuesto "abuso" que se hace del Holocausto. Jugando con las palabras le sugirió al director de este centro privado que "tuviese cuidado con el microondas". Una broma sin aparente mayor intención... salvo por el poder evocador (e infame) de ciertas palabras. Y también sonrió. Como muchos otros. Parece que están esperando otra oportunidad.

No sólo está loco y probablemente necesite ser tratado de su enfermedad maniaco-persecutoria, es que además es un mentiroso. El que se cabreó con la muestra conmemorativa y denunció la manipulación sionista del Holocausto fue el sicario de la pérfida mora, no yo.

Yo por si acaso y alarmado por el grado de conspiranoya que me rodea he dejado de usar el móvil, que me han dicho que sus ondas sirven de perfecto localizador para que ciertos servicios secretos amigos de quién sabe quién te puedan enviar una bonita postal luminosa por meterse con sus cosas de genocidiar gentes vecinas para quedarse con sus tierras.

(*) Me dicen amigos sensatos que está mu feo poner nombres así descaradamente en la red poniendo a sus portadores, si no son personajes excesivamente públicos, a caldo. Que el problema no es el nombre en sí, sino San Google que a partir de ese momento (y a no ser que con la nueva, represora y censora normativa se solicite expresamente) lo unirá hasta el fin de los tiempos a lo publicado. Así que les hago caso y sustituyo el nombre del individuo al que dedico este post por esta descripción que considero la más acertada.