Estimado Señor Presidente General de BBK:
Quien se dirige humildemente a usted es un ciudadano de Córdoba que se ha sentido desde siempre vivamente preocupado por la prosperidad de la ciudad, el bienestar de sus habitantes y la eficacia y transparencia de sus instituciones principalmente públicas y en especial de sus relaciones con las organizaciones privadas. Y que se encuentra, como otros millones de compatriotas, en estado de shock por el reciente descubrimiento de los altísimos niveles de corrupción que en el estado español han presidido desde hace bastantes años esas relaciones.
También quiere poner en su conocimiento que considera a la Comunidad Autónoma Vasca, cuna del banco que preside, la comunidad más libre de salpicaduras de esa corrupción que a niveles ya insoportables está pudriendo el estado y a su banco como una institución de acreditada seriedad y solvencia.
Como bien sabe, durante muchos años el principal motor económico de la provincia de Córdoba fue la Caja de Ahorros llamada CAJASUR, fruto de la absorción por la Caja de la Iglesia, el Monte de Piedad, de otra que pertenecía a la Diputación, la Caja Provincial. Los detalles de las maniobras entre los socialistas que dominaban esta institución y por lo tanto esta última caja y la Iglesia Católica permanecen en la oscuridad, pero se trató a todas luces de una especie de desamortización a la inversa, en la que la Iglesia desamortizó los bienes públicos con la connivencia de los políticos, principalmente del PSOE, a cambio de oscuras contraprestaciones, que permanecen aún en secreto, aprovechándose de la coyuntura de que la confianza puesta por la ciudadanía por entonces en aquellos se mantenía intacta y no habían sufrido aún los embates del bien ganado descrédito a gran escala que más tarde los arrollaría. Desde el momento en que CAJASUR comenzó su andadura se convirtió en una muy rentable Caja que administraba los ahorros de todos los cordobeses, pero que pasó a ser dirigida en régimen de dictadura unipersonal por un canónigo de la catedral de aciago recuerdo que en pocos años se adueñó de la ciudad toda aprovechando el poder económico que le confería precisamente la administración del dinero de toda la comunidad.
Y no sólo en el interior. No hace falta que le ponga ejemplos del enorme poder que acumuló en sus manos pero le recordaré que fue capaz tras un viaje relámpago a Roma de conseguir que el propio Papa le cambiara el obispo de la ciudad que empezaba a alarmarse por el cariz de sus opacos tejemanejes. Y que consiguió que el gobierno conservador del estado añadiera un artículo confeccionado ex profeso para él a la Ley de Cajas para impedir que los representantes autonómicos de los ciudadanos pudiesen fiscalizar sus actividades.
En la ciudad El Personaje compró las voluntades de muchos miles de cordobeses de las maneras más variadas siempre exigiendo la contrapartida de la fidelidad: políticos de todos, absolutamente de todos los partidos con representación, a la completa mayoría de los periodistas de la ciudad haciendo depender sus salarios de la publicidad que en sus diarios insertaba, representantes de asociaciones del tejido social de la ciudad, como las peñas, pero principalmente las de actividad religiosa (cofradías católicas), artistas y escritores, deportistas, la propia Universidad... Las maneras fueron muchas y variadas: desde la colocación directa en la entidad de familiares de los fieles, pasando por subvenciones, publicación de libros, organización de exposiciones, concesión de premios… Podrá decirme que se trataba de las actividades propias de la Obra Social y Cultural de cualquier caja. Exactamente, pero ninguna como la nuestra lo hizo de manera tan descarada, arbitraria y discrecional persiguiendo únicamente un fin muy concreto: conseguir el silencio más absoluto de toda una ciudad para poder sacar y utilizar el dinero de los ahorros de sus habitantes, que debía invertir en ella, fuera y en operaciones de más que dudosa rentabilidad, moralidad y racionalidad económicas. Probablemente nunca alcanzaremos los cordobeses de a pie a conocer ni aproximadamente la oceánica cifra del dinero que en los buenos tiempos pasaron de las manos de los administradores de la caja a las privadas de empresarios del ladrillo, generalmente de la cuerda mafiosa de la Costa del Sol, sin que beneficio alguno revertiera en la ciudad y en la provincia a la que pertenecían la práctica totalidad de sus ahorradores. No fueron operaciones arriesgadas sino perfectamente coordinadas entre los directivos de la caja y los empresarios beneficiados para conseguir aquellos objetivos.
Como bien sabe, fueron aquellas maniobras orquestales en la oscuridad que concluyeron con enormes trasvases de dinero semipúblico (los ahorros de los ciudadanos) a manos privadas las que acabaron llevado a CAJASUR a la quiebra y con ella el motor financiero de la provincia de Córdoba. La responsabilidad del Banco de España y de los políticos fueron notorias. La de los ciudadanos también por no preocuparse de vigilar lo suyo. Y la de los administradores total y absoluta. Pero casi nadie ha pagado por ello. Varios administradores y políticos de los tres partidos principales condenados (los tres que se presentaron indecentemente a las elecciones municipales con las sentencias condenatorias a cuestas) a irrisorias sanciones económicas en comparación con el monstruoso daño que causaron a la ciudad y a la provincia.
Tras la ruina, la intervención del Banco de España y su subasta fue su banco el que se benefició de la venta a la baja de los restos de aquella colosal estafa, haciéndose con una de las clientelas más fidelizadas del estado español. Y créame que muchos nos alegramos de que fueran precisamente ustedes los que lo consiguieran, por vascos, modelo hasta ahora de seriedad y ausencia de corrupción, por solventes y por serios. A pesar de que se echó de menos que llevaran a cabo una mayor profundización en la limpia de altos cargos implicados en el saqueo.
Pero aquella estafa y su amplísima red de complicidades dejó en el ánimo de los cordobeses un desasosiego que hasta ahora se mantenía estabilizado por el carácter idiosincráticamente discreto de la ciudad y por la ley de la omertà autoimpuesta por el gran número y variedad de los ciudadanos implicados en ella. Pero desde hace poco, con los grandes escándalos que están saltando a la opinión pública tras ser destapadas las tramas de delincuencia organizada que anidaban en otras Cajas de Ahorros del estado español, principalmente la que afecta a la nacionalizada Bankia, y los profundísimos pozos de miseria moral y los amplísimos niveles de latrocinio que alcanzaron, ese desasosiego ha acabado por convertirse en nerviosismo galopante cuyos temblores empiezan a desequilibrar el cuerpo social de la ciudad y las terribles miradas de sospechas que la buena gente estafada comienza a lanzar a todos aquellos, consejeros o no, que tuvieron algo que ver con la entidad logada con el Espíritu Santo amenazan con envenenar su sangre.
Es por eso por lo que le ruego que nos ayude, que nos libre a los cordobeses de la terrible maldición de las dudas, de la inquietud por las sospechas acerca de la magnitud y profundidad de la supuesta y posible corrupción que pudo existir en la entidad y sobre todo de la extensión de las complicidades e implicaciones que empezamos a tener todos contra todos y haga públicas todas, absolutamente todas las constancias que de la misma y a todas las escalas logre encontrar en los archivos de la entidad que preside y en las investigaciones internas y externas que mande realizar a ese efecto. Sobresueldos en negro, tarjetas opacas, sobornos directos o indirectos, dietas abusivas, créditos blandos, regalos, mordidas… etc. Todo aquello que pueda explicarnos a los cordobeses cómo es posible que ocurriera todo lo que ocurrió, probablemente el mayor saqueo de las riquezas de esta ciudad en toda su historia, delante de tanta gente perfectamente libre pero que permaneció –permanece aún- en el más atronador de los silencios cómplices. Y que sepamos quienes sí y quienes no acarrearán de por vida el fardo de la vergüenza no ya de haber colaborado sino sobre todo de haberse beneficiado del arruinamiento planificado de esta ciudad.
Los cordobeses sabremos apreciar en su justo valor ese gesto, que contribuirá a seguir confiando en la integridad que hasta ahora han demostrado y que por lo demás les ayudará a trabajar honradamente en un lugar más limpio, más libre de corruptos pequeños y grandes tal como ustedes están acostumbrados en la digna y honrada Comunidad de la que provienen.
Atentamente
Manuel Harazem