Ayer las generaciones más jóvenes pudieron asistir, por la prensa, claro, pero sobre todo por las redes, su medio natural, a uno de esos acontecimientos que pueden servir de ilustración historicista de cómo pudieron ocurrir determinados sucesos en el pasado. Debe ser difícil de entender para muchísimos de ellos cómo pudieron gestarse algunas de las tramas responsables de la tormenta de fuego que la España reaccionaria, nacionalcatólica y estamental desencadenó como Escarmiento para la otra, la ilustrada, progresista e igualitaria en 1936, que osó plantear la necesidad de convertir al estado español de una entidad esencialista —Unidad de Destino en lo Universal—, en una colectividad de ciudadanos que deciden democráticamente qué quieren ser, cómo quieren serlo y qué normas de convivencia absolutamente negociadas y periódicamente revisables van a establecer para lograrlo.
En la Mezquita-Catedral de Córdoba el obispo más mineralmente reaccionario de España arengó a autoridades y mandos policiales —todos, como católicos, teóricamente obligados a obedecerle— a cuya custodia están las armas que el pueblo ha puesto en sus manos para defender la ley y el orden del estado de derecho y que en perfecto estado de sumisión espiritual tuvieron que escuchar cómo se les indicaba que la Patria estaba en peligro. Por causa de haber abandonado a Dios, a su Dios que como católicos que son estan obligados a defender. Cuando un obispo reaccionario habla en una misa —la ceremonia antidemocrática por antonomasia, en la que sólo se exige obediencia y sumisión al celebrante— de Patria en peligro ante las autoridades, algunas perfectamente reaccionarias y otras perfectamente siseñoristas, está hablando de su Patria particular que se corresponde exactamente con sus privilegios y les está incitando a defenderla. Y ya sabéis cómo las autoridades civiles armadas y militares reaccionarias de este país suelen entender esa defensa de esa Patria en peligro. Y si no lo sabéis, esos serán los deberes de la clase de historia para hoy.
Así, que queridas últimas generaciones, atentas a los acontecimientos parecidos a los que estamos abocados a asistir en los próximos tiempos porque todo tiene un sentido y normalmente ese sentido suele estar de parte del más fuerte, del que tiene las armas y es incitado a la violencia por un energúmeno vestido con ropajes medievales.
Ostiaputa con el Deme. Este debe levitar y todo!
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