miércoles, 16 de abril de 2014

MEMORIA DEL REY HEREDIA (I)

Hace unos años mi amiga Saqunda publicó en la página Calleja de las Flores, la única publicación que aunara humor, sátira, sarcasmo e información veraz sobre la ciudad que haya existido en Córdoba, un trabajito acerca del origen del Colegio Rey Heredia. Saqunda redactó el artículo tras comprobar que en el plan de ordenación urbana que continuaba las obras de remodelación de la Ribera y el Puente Romano estaba prevista su demolición para la creación de una gran plaza que realzara la Torre de la Calahorra, en palabras del arquitecto encargado del proyecto, Juan Cuenca.

Recordó allí que aquel modesto edificio fue el primer colegio diseñado y construido ex profeso como tal en la ciudad y que lo fue además siguiendo las directrices de la escuela racionalista pedagógica europea por el arquitecto aragonés pero afincado en Córdoba Francisco Azorín Izquierdo. Azorín sumó a su condición de prolífico arquitecto una importante actividad política desde su militancia socialista, primero como concejal y luego como diputado en Cortes y en 1918 siendo miembro de la Comisión Municipal de Instrucción Pública redactó el Proyecto de Escuelas unitarias para niños y niñas con Jardines Froebel para edificar en el Campo de la Verdad ante la pavorosa situación de la escolarización cordobesa –como la española en general- anclada en metodologías antediluvianas, fundamentalmente en manos de una Iglesia ultramontana e impartida en locales reutilizados en condiciones de salubridad lamentables. En el estudio que adjuntaba hablaba de que de los 8.000 niños en edad escolar que había en la ciudad tan sólo había matriculados 1.549, a los que había que sumar 3.000 párvulos. Pero fue en 1919 cuando convocó a los arquitectos de la ciudad para que desinteresadamente diseñaran cinco colegios que recogieran las últimas tendencias del racionalismo pedagógico adaptándolo a las necesidades de máxima economización de recursos. Él mismo construyó dos: el Rey Heredia y el Grupo Colón. Para enseñanza mixta, algo revolucionario en la historia de la ciudad, con ventanales amplios correctamente orientados, patio para juegos y práctica de gimnasia, jardín con plantas y flores, con espacios para audiciones de música y conferencias, con taller de trabajos manuales…

Sólo por eso, por su valor histórico como pionero y símbolo de la enseñanza racionalista, superadora por fin de la oscurantista de la Iglesia, que alentaría y apoyaría un genocidio para evitar su triunfo, las fuerzas progresistas municipales, autonómicas y estatales que se reclamaban nominalmente herederas de la tradición ilustrada sangrientamente reprimida y que durante 30 años han ejercido desde el fin de la transición el poder deberían haber procurado con mimo su conservación, no permitiendo nunca que dejara de funcionar como colegio y colocando una placa bien grande en su fachada en la que se explicara el significado de su existencia, las claves de la revolución pedagógica, en lo arquitectónico y en lo ético social que supuso su diseño y construcción.

Pero ninguna de esas fuerzas que reclamaban para sí el título de progresistas hizo nada ni por el forro parecido. Y no lo hicieron porque desde el mismo momento en que accedieron al poder pactando su reparto con los herederos de los genocidas y con los genocidas mismos que aún continuaban en activo habían volcado todos sus esfuerzos en el afán aunado de neutralizar los conflictos entre la sociedad civil y las instancias sociales y culturales de la dictadura nacionalcatólica. La prueba más palpable de ello está en la rendida entrega que se hizo a la Iglesia Católica de la parte del león de la enseñanza pública mediante el invento de los centros concertados por parte de gobierno de Felipe González.

Pesoeístas (nunca merecieron el nombre de socialistas) en los gobiernos estatal y autonómico y unos desleídos comunistas quintacolumnistas de la socialdemocracia más pactista -y a menudo de la carcunda reaccionaria- en el municipal de esta ciudad pusieron todo su empeño en no empañar su acceso al poder político recordando que lo habían hecho a base de paletadas sobre la memoria de las víctimas del franquismo. Así no es extraño que los últimos ineptos gobiernos municipales de Izquierda Unida, que cargarán eternamente con la vergüenza de haber sido llevados a los tribunales porque se negaron a acatar la ley que los obligaba a abrir las fosas de los fusilados en el cementerio por un descárgame de pagar los picos y las palas, contemplaran sin ningún miramiento el plan de derribo del colegio.

Pero antes tuvieron el cuajo de infligirle un último escarnio: renombrarlo. Cambiar el nombre que portaba desde su fundación, el de un matemático y filósofo cordobés del XIX, José María Rey Heredia, por el del feroz obispo Fray Albino, alentador y justificador del genocidio nacionalcatólico de republicanos y cuya mayor hazaña intelectual fue la adaptación del Mein Kampf de Adolf Hitler para los niños españoles de la posguerra con el título de Catecismo Patriótico Español. O sea no sólo justo uno de los responsables de la destrucción violenta del proyecto racionalista del arquitecto socialista sino responsable también por coadyuvación de su exilio, al que tuvo que acogerse tras escapar milagrosamente de una muerte segura por fusilamiento en las tapias del cementerio como ocurrió con todos sus compañeros de partido que fueron capturados. El atroz nombre lo mantuvo hasta su cierre, la placa que lo indicaba hasta que un alma caritativa la cubrió higiénicamente.

Fue desde esa misma revista La Calleja de las Flores que se propuso un destino adecuado y digno para el edificio, a la vista que no volvería a ser colegio: Museo de la Memoria de la Escuela Racionalista y Republicana. Ningún otro edificio de la ciudad podría gozar de mayor idoneidad que el Colegio Rey Heredia para albergarlo. Un museo en el que se recogiera material escolar de los tiempos del esclarecimiento pedagógico, libros, objetos, paneles explicativos de lo que supuso aquella apertura de ventanas al mundo ilustrado de la enseñanza española que había permanecido cerrada a cal y canto en el sótano de la Contrarreforma durante siglos. Y la terrible represión, el Terrible Escarmiento que los guardianes de esa Contrarreforma, del oscurantismo y la superstición, desataron cuando comprendieron que aquella luz blanca y directa de la pedagogía ilustrada comenzaba a disolver las tiniebla de su poder sobre las conciencias de los súbditos en vías de convertirse en ciudadanos. Un museo de la represión de los maestros y maestras republicanos, probablemente y por esa capacidad de esclarecimiento de mentes que fomentaban, el colectivo profesional más reprimido, que con mayor ferocidad fue eliminado. Un homenaje que este putrefacto país no ha sido capaz aún de ofrendar a aquella legión de mujeres y hombres que pagaron con su vida unos o con la destrucción de sus carreras otros, el haber intentado sembrar la semilla de la autonomía moral e intelectual en las generaciones de niños y niñas de cuya educación fueron responsables.

Nada de ello fue tenido en cuenta y si no sobreviene la estafa de los organismos financieros internacionales que llamamos crisis la piqueta se hubiera cebado sobre el colegio sin misericordia. Luego llegaron los neofranquistas y su hedor reaccionario que paralizaron los proyectos y decidieron su abandono definitivo, probablemente con el fin de que la ruina hiciera presa en él y ya sólo quedara la solución del derribo preventivo. La placa con el escudo de la República que había permanecido milagrosamente camuflada en la fachada durante toda la larga noche del franquismo fue rescatada por los últimos maestros y puesta a buen recaudo.

La última etapa de la historia del colegio está muy reciente, muy viva aún, felizmente rescatado por movimientos ciudadanos que lo han convertido en un bastión de la solidaridad social y de la lucha contra el capitalismo depredador y contra los artefactos culturales alienadores que genera como estrategia de dominio. OKUPADO. Y asediado por las baterías de largo alcance de la artillería aliada, neoliberal y socialdemócrata. Pero RESISTIENDO.

Pero eso se quedará para una siguiente entrega...

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