(*)
Sobre las intervenciones de Velazquez Bosco en la Mezquita se ha escrito algo, nunca suficiente, ya que hablamos de uno de peormente estudiados monumentos de España, en los tratados que versan sobre el edificio histórico artístico más importante de Córdoba. Respecto a la pertinencia y rigor con que llevaron a cabo aquellas restauraciones (1904) hay división de opiniones, desde los que entienden que los criterios de intervención arqueológica han variado sustancialmente desde principios del s. XX hasta ahora, lo que exculparía al afamado arquitecto de la acusación de restauración excesiva que le hacen quienes consideran que incluso para la época sobrepasó el límite de lo permitido, alcanzando las obras, por su gratuidad, el grado de falsificación de elementos arqueológicos. Tampoco son unánimes las opiniones acerca de si la restauración se hizo bajo una perspectiva estrictamente científica como se apunta AQUÍ o la fantasía del restaurador pesó más que la razón. El arabista Manuel Ocaña siempre se colocó en el segundo bando, el de quienes consideran que Velázquez Bosco se excedió con creces e irresponsablemente en la restauración-recreación de muchas partes de la Mezquita, principalmente en la de las puertas exteriores. Lo que se dice una anastilosis muy, muy pasada de rosca. Y aunque lo consideró una mera anécdota fue el descubridor de una falsificación flagrante con el agravante de alteración dolosa del estado primitivo de las puertas absolutamente injustificable. Lo interesante del punto de vista de Ocaña es que ese detalle le proporciona una clave para enjuiciar los trabajos desarrollados por don Ricardo en el monumento y valorarlos con equidad.
Sobre las intervenciones de Velazquez Bosco en la Mezquita se ha escrito algo, nunca suficiente, ya que hablamos de uno de peormente estudiados monumentos de España, en los tratados que versan sobre el edificio histórico artístico más importante de Córdoba. Respecto a la pertinencia y rigor con que llevaron a cabo aquellas restauraciones (1904) hay división de opiniones, desde los que entienden que los criterios de intervención arqueológica han variado sustancialmente desde principios del s. XX hasta ahora, lo que exculparía al afamado arquitecto de la acusación de restauración excesiva que le hacen quienes consideran que incluso para la época sobrepasó el límite de lo permitido, alcanzando las obras, por su gratuidad, el grado de falsificación de elementos arqueológicos. Tampoco son unánimes las opiniones acerca de si la restauración se hizo bajo una perspectiva estrictamente científica como se apunta AQUÍ o la fantasía del restaurador pesó más que la razón. El arabista Manuel Ocaña siempre se colocó en el segundo bando, el de quienes consideran que Velázquez Bosco se excedió con creces e irresponsablemente en la restauración-recreación de muchas partes de la Mezquita, principalmente en la de las puertas exteriores. Lo que se dice una anastilosis muy, muy pasada de rosca. Y aunque lo consideró una mera anécdota fue el descubridor de una falsificación flagrante con el agravante de alteración dolosa del estado primitivo de las puertas absolutamente injustificable. Lo interesante del punto de vista de Ocaña es que ese detalle le proporciona una clave para enjuiciar los trabajos desarrollados por don Ricardo en el monumento y valorarlos con equidad.
Aunque los estudios de los textos los realizó a mediados de los años 50 del siglo pasado no los publicó hasta el año 1976 en que apareció un artículo en la revista Corduba, (Las inscripciones árabes de la Mezquita de Córdoba de época contemporánea. En: Corduba / Museo Arqueológico Provincial. — Córdoba : Diputación Provincial, Servicio de Publicaciones . — N. 3, vol. I, fasc. 3 (1976), p. 153-161) en el que incluso da unas explicaciones de las causas de la tardanza, un extraño problema entre eruditos.
Se trata de una falsificación del espíritu del texto original, perdido por otra parte, inscrito en una caligrafía cúfica florida en los frisos de dos de las puertas por él restauradas en la fachada occidental de la Mezquita.
Si los textos originales debieron contar con alguna sura coránica como era de rigor o, más interesantemente, con algún texto conmemorativo de su construcción en tiempos de alHakam II, Velázquez Bosco optó por colocar un texto referente a la propia reconstrucción, en el que se alteraban los versículos de la fatiha (de la raíz f-t-h = abrir) la primera sura del Corán: b-ism Allah al-Rahmán al-Rahím (en nombre de Allah, el clemente, el misericordioso) por la fórmula cristiana de la persignación: b-ism al-Ab u-al-Ibn u-al-Ruh al-Qudús (en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo), calcada de los catecismos cristianos especialmente elaborados para convertir musulmanes. Para continuar seguidamente con una delirante transcripción al árabe del texto conmemorativo, arabizando los nombres de rey, los ministros del ramo y el suyo propio, arquitecto Velásquez Bosco.
Ocaña alaba el trabajo de labrado de los textos, obra de las mismas manos que labraron todo el conjunto, los hermanos Inurria, aunque apunta que la apreciación de esa maestría en el trabajo no empece su consideración acerca de la improcedencia del mismo, permitiéndose lanzar una aguda pulla al también arabista Rafael Castejón y Martínez de Arizala quien se entretuvo en afirmar en un texto ya clásico (La Mezquita Aljama de Córdoba, Everest 1971) que las restauraciones superaban incluso a las originales.
El propio Ocaña en su artículo hace una translación completa al árabe actual (con puntos diacríticos) de los frisos, acompañada de su traducción, detectando algunas faltas de ortografía y transcripciones de nombres erróneas. Así en el comienzo escriben bism Lab, en lugar de bism Al-Ab (en el nombre del Padre) y uLabn en lugar de ualIbn (y del Hijo).
Ambas puertas se hallan en el muro occidental de la Mezquita. La primera es la que se encuentra entre la de San Miguel y la de Palacio y es la cuarta partiendo de la puerta del Sabat siendo conocida como Puerta del Espíritu Santo.
Vista de la parte alta del la Puerta del Espíritu Santo y detalle del friso. El texto dice: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo mandó el rey Alfonso hijo de Alfonso –Allah le ayude y le dé la victoria- al ministro Justino Rodríguez San Pedro la restauración.
La otra puerta es la penúltima del muro occidental, justo la que está antes de la Puerta del Sabat.
Zona superior y detalle del friso de la segunda portada. El texto, muy deteriorado, decía: En el nombre de Allah el Santo mandó el rey Alfonso hijo de Alfonso –Allah le ayude y le dé la victoria- al ministro Lorenzo Domínguez Pascual la restauración de la fachada de esta. La foto en blanco y negro la hizo Manuel Ocaña en fecha indeterminada, aunque probablemente corresponda a los años 70 y en ella se advierte un menor deterioro de la pieza epigráfica que el que presenta en la actualidad. El propio Ocaña afirma que si le fue posible leerlo a mediados de los 5o cuando lo estudió fue porque se hallaba aún completo.
Detalle del friso inferior de la segunda portada. Continúa el texto deplegado en el superior: puerta y se hizo bajo la dirección del arquitecto Ricardo Velásquez Bosco y se terminó con la ayuda de Allah en el año cuatro y novecientos y mil del Mesías.
(*) Anoche alguien, sorpresiva y agradablemente, me recordó este viejo post, un pequeño aporte al conocimiento de la Mezquita (antes mezquita) de Córdoba que publiqué hace unos cinco o seis años en la añorada revista LA CALLEJA DE LAS FLORES. Creía que, como solía, le había hecho duplicado en Supersticiones, pero he descubierto que había olvidado hacerlo. Afortunadamente mi amigo Luis lo tenía publicado en su MIC (MUSEO IMAGINADO DE CÓRDOBA). Así que ahora lo hago. Precisamente en estos días en que andamos de lucha para que las curianas no nos la roben.
No hay comentarios:
Publicar un comentario