viernes, 14 de enero de 2005

CÓRDOBA, LA CIUDAD DE LOS CURAS

En Córdoba, la ciudad donde vivo, me cuesta hacer entender a la gente el sinsentido que supone el que el Jefe de la Sección de Opinión del principal diario local y provincial sea un cura. Me dicen que las dos cosas son compatibles. Y yo estoy seguro de que no lo son. Una persona que está atado por lazos de obediencia a una jerarquía que impone dogmáticamente determinadas visiones del mundo está incapacitada por eso mismo para defender y exponer todas las opiniones que le lleguen a la redacción. A no ser que haga como el inefable y difunto rey Balduino de Bélgica, que renunciaba cobarde y temporalmente a la corona para no tener que sancionar con su firma las leyes que contradecían su fe católica.

En esta ciudad padecemos también otra forma de control por parte de la Iglesia Católica en forma de la Caja de Ahorros local, Cajasur, cuya propiedad ostenta fraudulentamente el Cabildo Catedralicio, tras neutralizar la influencia de la otra Caja con la que se fundió y que pertenecía a la Diputación, y que se ha aliado constantemente con las fuerzas más reaccionarias del Estado para conservar privilegios injustos e ilegales.

Resulta que esta entidad representa la mayor fuente de actividades culturales de la ciudad. Y como, es lógico, desde luego no va a generar ninguna actividad que choque mínimamente con las fuentes nutricias doctrinales de la Iglesia. Así, si se accede al listado de contenidos de las exposiciones, conferencias, seminarios, etc. de esta ciudad se tiene la impresión de que no hay más cultura que la generada por la carcunda católica, más arte que el de la imaginería religiosa barroca, más asociaciones culturales que las inefables Agrupaciones Cofrades y las de las casposas peñas perolísticas.

Un botón de muestra. Hace unos años organizó una exposición de arte peruano precolombino. Las piezas expuestas provenían de dos importantes museos limeños, el Arqueológico Nacional y el Museo Larco Herrera. El número de piezas era notable y muy variado. Fruto de las buenas relaciones de los directivos de la Caja con el gobierno de Fujimori (ellos mismos lo dijeron). Pues bien, cualquiera que haya visitado esos museos en Lima sabrá que el tesoro más importante del museo Larco Herrera es la completísima colección de cerámica chimú de carácter erótico. Miles de pequeñas piezas de barro que muestran un erotismo delicioso, fruto de un pueblo desinhibido, que vivía presumiblemente su sexualidad de una manera natural y gozosa. Pues en la exposición cordobesa no aparecía ni una sola de aquellas piezas. Un escamoteo intolerable por parte de los buenos padres curas que con ello contribuyeron a la salvación de nuestras azarosas e inmaduras almas que pudieran sentirse tentadas a una excitación malsana y pecaminosa.

La censura que sufre la cultura en esta ciudad proviene pues del origen de sus mecenas. Y es tanta la fuerza que los buenos curas conservan que ni siquiera la alcaldesa comunista se atreve a levantar la voz contra cualquiera de sus desmanes y por supuesto no pierde ocasión de aparecer como romera, penitente y todo lo que los buenos padres quieran en procesiones, romerías y cuanta actividad confesional le sea requerida.

1 comentario:

  1. Anónimo7:49 p. m.

    Única ciudad europea fundamentalista católica.
    Y lo más curioso, con una izquierda política a su total servicio. Más que Franco.

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