El desmontaje coral del estado de bienestar sigue su imparable avance. Si al menos lo ahorrado sirviera para elevar las economías de los países pobres... Pero no. Ya se sabe dónde va a parar ... Es un camino lógico y muy trillado.
Hoy Joaquín Estefanía publica un artículo en El País (La otra contrarevolución de Bush) sobre los planes del Emperador y de su Corte de Mandarines Siniestros. Los primeros años sirvieron, dice Estefanía, para imponer dos grandes cambios de profundidad global: una política exterior destinada a remodelar Oriente Próximo a imagen y semejanza de de los intereses norteamericanos y dominar el petróleo como arma estratégica, cuya representación más gráfica fue la invasión de Iraq...... y segundo, una política de defensa preventiva, que ha orillado el derecho internacional y el papel que se había dotado hasta ahora a la ONU como mediadora de conflictos bélicos.
Yo añadiría que lo peor no es que los USA se comporten así. Cumplen con su obligación imperialista. Lo peor es el vergonzoso silencio de los gobiernos europeos. El asistimiento a los desmanes imperiales sin rechistar de una manera firme. El caso de Israel es suficientemente claro al respecto. Un estado que se merece la misma consideración que el surafricano en los años del apartheid, al estar protegido por su primo del Zumosol, el estado norteamericano, no sufre la menor amonestación seria por parte de la Europa democrática.
La segunda parte del artículo de Estefanía analiza la nueva vuelta de tuerca que el Emperador y su Equipo preparan, esta vez en política interior. Con la excusa de que el dinero de los ricos es el único capaz de producir riqueza se reducen los impuestos sobre el ahorro y la inversión y se sustituye por un impuesto único sobre las ventas, es decir, se penaliza el consumo. Sí, los ricos serán más ricos, pero será por el bien de todos; se trata de liberar incontables miles de millones de dólares para inversión y desarrollo. Se trasladará la carga impositiva de los que ahorran e invierten a los que trabajan, de los ricos a la clase media. Afirman los nuevos gurús de la economía.
Por otra parte hay que reducir el gasto. Como los gastos militares son intocables el único camino será ajustar la Seguridad Social. Y para ello la solución más favorable será su privatización. Se acará con el contrato intergeneracional por el cual los jóvenes de hoy pagan las jubilaciones de los mayores de edad, que será sustituído por un gigantesco fondo de pensiones de capital privado, de cientos de miles de dólares, que podrán invertirse en Bolsa y que hará las delicias de la industria de servicios finacieros y de Wall Street. Los votantes estadounidenses sabían todo esto. Y sin embargo votaron lo que votaron.
El viernes 7 de enero Ignacio Sotelo publicaba en el mismo diario un artículo titulado Desmontaje del Estado del bienestar En él analiza lo que está ocurriendo en Alemania con las nuevas legislaciones que se están aprobando en su Parlamento. La primera se refiere a la ayuda al desempleo, que congelada en los últimos lustros, sufre con ella un vertiginoso descenso. Aparte la clase trabajadora alemana sufre además unas brutales reducciones en sus ingresos y en las mejoras horarias conseguidas en luchas anteriores. Siemens ha vuelto a la semana de 40 horas con el mismo salario; en otras empresas se suprime el suplemento por trabajar en fin de semana, o no se cobran las horas extraordinarias; la paga de Navidad se reduce a la mitad o se suprime; Volkswagen acuerda con los sindicatos no subir los salarios los próximos dos años... El gobierno esperaba una gran movilización social y una lucha contra las medidas que pondrían en peligro la reelección de los actuales gobernantes. Y estos no salen de su asombro al comprobar que nada de eso ha ocurrido. La explicación parece estar en el miedo a la deslocalización de los puestos de trabajo a países con salarios mucho más bajos. Una amenaza real cuyo espantajo no paran de agitar las empresas para extorsionar al Estado y sus trabajadores y que éstos han asumido pertinentemente para no provocar con sus huelgas su cumplimiento. Cosas de la globalización.
El Estado de bienestar parece haber llegado a su fin. Los nuevos modelos económicos y sociales que generarán las nuevas situaciones son cuanto menos inquietantes.
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