viernes, 15 de abril de 2005

Humor vasco, humor andaluz

Ya había oído hablar del programa, pero como no sigo muy de cerca los asuntos de la tele no le había prestado suficiente atención. Unos amigos de Pamplona me han puesto al día e incluso me han prometido mandarme un DVD. Se trata de la serie que lleva un tiempo emitiendo ETB (Euskal Telebista), la TV autonómica de las ex-provincias vascongadas y sólo sé que se titula VAYA SEMANITA y que está teniendo un éxito enorme en las comunidades donde puede verse. Me cuentan estos amigos que en la serie se tratan con gracia inteligente los asuntos de la correosa política vasca y se parodian sin misericordia los pilares de lo que se ha dado en llamar hecho diferencial vasco, tanto el oficial, fabricado desde el poder con fines de autoperpetuación, como el popular, que no se sabe muy bien si procede de la metabolización del oficial o de la propia idiosincrasia paleoeuskalduna. En lo que todo el mundo coincide es en que, dado el grado de crispación que suele provocar cualquier cosa que pueda interpretarse como política en esa comunidad norteña, y el fundamentalismo cultural nacionalista, lo admirable es que no pase nada. No sé exactamente cuantas cosas incluye por vaciado ese nada, pero creo que puedo hacerme una idea. En resumen, que parece que hay alguien en el País Vasco que es capaz de reírse de la forma de ser de sus paisanos, de sus manías y tradiciones, de todo ese entramado de raíces idiosincráticas que se suponen clavadas en la tierra nutriente del alma del pueblo y que se consideran inmutables, inviolables y sagradas, aunque muchas de ellas sólo tengan dos días y otras sean de una calidad moral más que dudosa. Y eso en una comunidad donde el humor no parece formar parte de esos mismos entramados. Donde lo que ellos mismos venden como sello de carácter es la seriedad y es objetivamente proverbial la nula afición a las pamplinas de sus aborígenes.

Por el contrario, aquí, en Andalucía, no puede decirse que el humor no esté representado en nuestros idiosincráticos cromosomas. Sino todo lo contrario. El humor andaluz, el oficial, es un humor con denominación de origen, como el jabugo o el aceite de Baena, con su sello debidamente homologado. Y además lo exportamos alegremente. Y además es imitado por los humoristas de otros lugares que lo usan como seguro de triunfo. No es de extrañar. Se trata de un seguro de triunfo que recompensa a quien pulsa los más bajos resortes de los pueblos adocenados. Porque si la zafiedad es el propio asiento, el chascarrillo, la pamplina, la cuchufleta y el escarnio de los defectos o las tendencias de los demás son las cuatro patas del banco de nuestro humor, del oficial y del pseudopopular, que en ningún sitio como aquí están tan fundidos, en su esencia y en su presencia. Para llenar su parrilla de graciosos infumables nuestra inefable cadena autonómica Canal Sur no ha necesitado nunca buscar fuera, en una comunidad que es la primera exportadora de chistosos de todo el hemisferio norte. Sublimes artistas especializados en mariquitas, monjas violadas, gangosos, tontos del pueblo, etc... Que ha dado glorias del humor hinteligente de la talla de Los Morancos, Paz Padilla (1), Paco Gandía(2) o Chiquito de la Calzada. Que tiene letristas de sevillanas capaces de componer joyas humorísticas como la letra de la Macarena de Los del Río (3) , esos mostros. Que cuenta incluso con verdaderos maestros del camuflaje artístico, como ese siniestro Jesús Quintero que ha sido capaz de vender lo mismo que los otros pero cubierto de una pátina de falsa sutilidad.

Así que quien quiera en esta tierra emular al programa vasco tiene que empezar por parodiar con mucho humor inteligente el humor hinteligente andaluz. Ese es el reto. Destapar con gracia verdadera la verdadera naturaleza de la grasia andalusa que se nos vende como tal. La zafiedad, casposidad, crueldad, e indignidad de una manera de hacer reír que ponen en cuestión las mismas bases morales y culturales que deben sustentar a cualquier sociedad adulta y formada.

Después de eso debería tocarle el turno a los demás elementos del hecho diferencial andaluz: el rocierismo, el papanatismo cofrade, la arabesca erudición pregonera, la metástasis folklórica sevillanista y otras piedras del camino que conducen a esta tierra hacia el incierto futuro del siglo XXI. Sin complejos.

¿Fundamentalismo cultural en el País Vasco? Se trata de un reto utópico, pero me gustaría ver qué pasaría aquí con un programa como VAYA SEMANITA. Estoy convencido de que en esta tierra sería mucho más difícil mantener un saludable nivel autoparódico público que en cualquier otro lugar. Porque bajo la máscara risueña de los chistes, la alegría de las sevillanas, la supuesta tolerancia fruto del tan manido crisol de razas, se esconde la mueca intransigente y fiera del fundamentalismo andaluz, un fundamentalismo anclado en falsas tradiciones y en presupuestos antimodernos y antiilustrados, absolutamente decidido a no perder ni un ápice de su preminencia social y por supuesto a no convertirse en objeto de risas. Las risas son patrimonio suyo. Como administrador exclusivo de la grasia y del salero anatematiza con una mirada helada a quien sea capaz de reírse en serio de lo que él considera sagrado. Y tienen al poder de su parte. El eterno gobierno del PSOE es el mejor valedor de la cascarria andalucista que el fundamentalismo pudiera haber soñado nunca.



    (1)


    Paz Padilla comenzó su meteórica carrera en un programa de chistes matutino de Tele 5 del que no recuerdo (ni quiero) el nombre. Sus chistes se caracterizaban por abundar en relatos de violaciones, especialmente de monjas, que con su gracejo gaditano hacían mucha risa. Una risa que te cagas. Alguien debió explicarle que debía refinarse un poco para ampliar horizontes. (VOLVER)

    (2)

    De Paco Gandía tengo que decir que, aunque mi apreciación de su humor se fue diluyendo con el paso de los años, siendo como es de los más digeribles del panorama, en mi juventud nos hizo a mis hermanos y a mí llorar literalmente de risa durante horas y días enteros mientras escuchábamos ritualmente la cinta que incluía el celebérrimo NIÑO DE LOS GARBANZOS , que reproducíamos sin parar en el viejo casette ceutero de nuestro padre. (VOLVER)

    (3) La famosísima Macarena incluía, además de las sutiles alabanzas a la belleza de la tal mozuela, la siguiente estrofa: Macarena tiene un novio que se llama, / que se llama de apellido Vitorino, / y en la jura de bandera del muchacho / se la dio con dos amigos. / Ahuuuuuuuuuuuuú. Aclarando para quien no lo sepa que el nombre de Vitorino hace referencia a una ganadería famosa por la bravura de sus toros, con lo que el chiste, aunque un poco trasnochado, incluso para la época, por las referencias a la jura de bandera, entra de lleno en esa especialidad tan carpetóvetónica del escarnio al cornudo, de tan feliz raigambre en esta tierra. A mi me dio mucha risa cuando hace unos años una asociación de mujeres de un importante pueblo castellano obligó al concejal de festejos de su ayuntamiento a cancelar una actuación de los risueños cantantes sevillanos por considerar que muchas de sus letras atentaban contra la dignidad de la mujer. (VOLVER)



Comentarios
Bueno, será por lo surrealista o porque lo veo desde fuera de Andalucía, pero me gusta Chiquito de la Calzada. Eso sí, los chistes son pésimos.¡Ja!
Portnoy — 20-04-2005 01:53:53

Ay, lo que me ha costado colocar al bueno de Chiquito en la lista. Lo suyo es haberlo sustituido, por ejemplo, por Pepe da Rosa. Pero tenía que ponerlo. Por una cuestión de ritmo y por mor de mi verdad. El supuesto surrealismo de Chiquito que tanto dices apreciar, amigo Portnoy, tiene una índole dolorosa que el sentido de la piedad me impide definir. Va mi respeto por su persona por delante de todo.

Chiquito, tiene, además, un sino muy andaluz. Mediano cantaor de flamenco y chistoso infatigable, su profesión durante años fue bufón de señoritos, contratado por adinerados sinvergüezas para juergas puntuales o romerías de variable duración, en las que templó y depuró su estilo que hoy celebra todo un país sin otra cosa mejor de la que reirse.
harazem — 21-04-2005 02:01:47

jueves, 14 de abril de 2005

14 de Abril

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miércoles, 13 de abril de 2005

Advertencia disuasoria

Dado que esta bitácora se emite a lo largo de todo el día y por lo tanto ocupando de pleno el horario infantil he de aclarar lo siguiente:

Los contenidos laudatorios del consumo de estupefacientes que podrían entreverse vertidos en la última anotación son sólo ejercicios de estilo, elementos retóricos para dar más fuerza a la narración, recurso legítimo para cualquier redactor de bitácoras, tanto como para escribidores de la órbita exterior y no responden en absoluto al pensamiento actual del autor.

Para los niños que accidentalmente hubieran accedido a los contenidos de la anotación he recabado documento gráfico que adjunto como medida disuasoria para que eviten seguir los pasos del triste protagonista de la dicha historia que no es otro que el que esto escribe. No sólo dilapidó el esfuerzo que la sociedad entera hizo por él para que accediera a la Universidad, sino que en la actualidad presenta el siguiente estado, fruto incuestionable de sus repelentes aficiones juveniles:




















COMENTARIOS
Realmente parece usted el tonto del pueblo. Esta foto no solo disuade de la idea de probar estupefacientes varios sino también de verle como hombre deseable. Si alguna mujer enamoradiza se sentía atraída por su forma de pensar y de exponer tales pensamientos dudo yo que la pobre incauta siga deseándolo, tal vez debería colgar esta foto en el encabezamiento del blog junto con los datos personales para evitar malentendidos. Sin embargo es extraño que tales sustancias hayan estropeado así su aspecto y no hayan mermado su agudeza mental. Tal vez no haya escogido bien la foto que le hace justicia.
Alicia — 14-04-2005 10:51:37
En realidad esa foto no te hace justicia.unbesodesdeelparaisoenelfindelmundo.....
Malika — 14-04-2005 18:27:42
¿Usted cree, señora/ita Alicia? Vaya, a ver si por salvar a los inocentes infantes de las tentaciones de LA DROGA, voy a perder alguna oportunidad de ser deseado irresistiblemente por alguna pulsión femenina (o masculina). Ganas me dan de quitarla y que a los niños los salve su Ángel de la Guarda, la Divina Providencia o las esforzadas patrullas (Sección Juvenil) de la Adoración Nocturna. Aunque no sé, no sé... Mire el caso de Sartre, que según dicen engurruñaba el azogue de los espejos al ir a peinarse, y ligaba más que el flequillo de Alain Delon. O el de Saramago, con su cara de galápago obsoleto que tiene más bulla de damiselas que de moscas un boquerón podrido...
harazem — 15-04-2005 00:26:13
¡Genial! Me duele el estómago de lo que me he reído.
Cayo Anneo Paco — 09-01-2006 20:16:59

lunes, 11 de abril de 2005

Vergüenza

Una tarde de junio del año 76 fui con el Nono a pillar hachís al Pink Panther . 1976. Qué barbaridad. Yo era por entonces un universitario bastante entusiasta al que aún no habían mordido los calcañares los perros de la perplejidad y andaba probando todos y cada uno de los paraísos artificiales de orden físico, químico o mental que se me ponían a tiro, que no eran muchos, ni baratos, ni claros y distintos, pero cuya obtención me ocupaba más tiempo que el que, insensato de mí, debería haber dedicado a aprobar las áridas asignaturas de la facultad. Los paraísos químicos se reducían estrictamente, por razones presupuestarias fundamentalmente, a los simpáticos canutitos de hachís que tanto nos hicieron reír y tanta lucidez ingeniosa nos proporcionaron en aquellos divertidos años. Los otros dos se resistían aún a ser colocados en su justo lugar y nos traían en un sinvivir de subidas de testosterona y fervor revolucionario. Y si estas últimas bullían abundantemente en la revuelta olla de las aulas universitarias de la época, el hachís había que conseguirlo fuera de las mismas.

Contra lo que pudiera parecer desde la perspectiva actual, este consumo del simpático estupefaciente no estaba demasiado extendido entre los universitarios por aquel entonces y más bien constituía una especie de comunión grupal de algunos elementos que nos considerábamos más en la onda y flirteábamos con las teorías disolventes de los valores establecidos mediante los ácidos alternativos de la contracultura y la marginalidad que se impartían desde las páginas catecumenales del Ajoblanco y El Viejo Topo.

Se daba casualmente la curiosa circunstancia de que en mi célula de agitación yo era el único originario de un barrio nítidamente popular y obrero y como seguía en contacto aún con muchos de mis amigos de la infancia, algunos de los cuales andaban por entonces en labores de trapiche a pequeña escala con la preciada especia estupefaciente, fui comisionado por ello a menudo por mis compañeros para conseguirla. Yo mercaba una bola de hachís de buena calidad, la llevaba a uno de los pisos compartidos de compañeros foráneos, la pulverizábamos con un molinillo eléctrico de café y la planchábamos mediante un sofisticado sistema en el que intervenía una plancha normal de planchar, unas bolsas de plástico de las de meter frutos secos, un papel de periódico humedecido, una botella vacía y unas dosis infinitas de deliciosa insensatez juvenil. Luego se repartían religiosamente las posturas en función del aporte económico de cada uno y todos tan contentos, aunque lo consumíamos preferentemente en comunidad, en una especie de misas concelebradas donde utopías y risas constituían las principales formas de liturgia.

Así que aquella tarde de junio, en plenos exámenes finales, allí estaba yo, con mi amigo el Nono en la barra del Pink Panther, bajo las fatigosas y casi inútiles aspas de un ventilador de techo, dos cubatas de ron en la mano y la voz de Manzanita lijándonos inmisericordemente los tímpanos. El calor era espantoso. Esperábamos a un camello que acababa de llegar del moro con el culo empetado de bolas del tamaño de un huevo de gallina. Esa misma mañana, según aseguraba el Nono. Al Nono le gustaba prestarme ese servicio, por amistad y porque cuanta más cantidad fuese a comprar más barata conseguía él su parte. Pero no entendía que yo quisiera acompañarlo y aunque accedía, de mala gana, me ponía la condición de que no abriera mucho la boca, por temor a que se me escapara algún mamoneo de palabras raras y me comportase justo lo contrario de lo que realmente era: un pringao estudiante de filosofía, con unas cantosas gafas de concha y una pinta de progre de manual inconfundible. Pero yo no iba a perderme por nada del mundo esas experiencias de buceo en los submundos literaturizados por nuestra febril imaginación.

El tipo llegó y saludó secamente. Con un sordo gruñido al Nono y a mí con un displicente tanteo examinador. Llevaba una camiseta azul con la leyenda de la Columbia University y tenía el aspecto propio de su mismo personaje, al que sumaba el detalle patibulario de un ojo deformado por una antigua cicatriz, lo que le obligaba a mantenerlo en un entrecierre continuo. Me recordó inmediatamente al Seisdedos, el malvado personaje de una novela de Ramón J. Sender que me entusiasmó de adolescente, que tenía un ojo de tiburón y otro de persona, según decía, y al hablar guiñaba uno de ellos, según su estado de ánimo. (1)Tras un breve preámbulo en el que el camello comentó los pormenores de su viaje al moro, se llevó a cabo el trapiche sin incidencias. El intercambio de los huevos por los billetes se hizo bajo la barra con un innecesario ritual de cautela. El camello ordenó al camarero otros tres cacharros de lo mismo y sacó entonces media bola del bolsillo. Mientras hablaba esquinadamente de picoletos, aduanas, julais, pringaos, etc., la mordió, arrancó una china respetable, la masajeó ligeramente con los dedos y la lanzó sobre el mostrador. La china llegó rodando justo hasta donde mi mano sujetaba el vaso. Por un momento pensé que el Nono cogería la china y la trabajaría él mismo. Pero el Nono no hizo ningún gesto. Estaba claro quién tendría que trabajar. Mi pericia liando canutos no era por entonces ni sombra de lo que llegaría a ser un tiempo después y sentí cómo el pánico me invadía y se instalaba en la boca de mi estómago en forma de bola de plomo candente. La posibilidad de no ser capaz de liarlo como un profesional delante de semejante público amenazó con paralizarme. Pero en seguida traté de controlar mis pulsos y concentrarme en la faena. Tragué saliva y me dispuse a llevarla a acabo lo más concienzudamente posible. El sudor me corría cuello abajo y sentía las manos completamente húmedas. Me las sequé en el pantalón. Saqué un papel, rompí la punta de un Fortuna, desmenucé el resto sobre la mano, coloqué la china encima y le arrimé la larga llama del mechero. El camello hablaba y hablaba sin echar más cuentas de mí. Hecha la mezcla conseguí traspasarla de la mano al papel con un certero movimiento de muñeca y liarlo con precisión y cierta gracia. Se me aflojó entonces un poco la presión en la boca del estómago y noté un merecido alivio en los músculos faciales. Fue sólo un segundo después cuando ocurrió la catástrofe. Agarrando con la punta de los dedos el extremo el canuto ya liado lo sacudí un par de veces a la altura de mi cara para apretar adecuadamente su contenido. El canuto reventó en el aire y una lluvia dorada se disparó hacia adelante. Yo me quedé muerto con papelito blanco y roto entre los dedos mientras mis ojos se clavaban en la leyenda de la Columbia University del pecho del camello toda cubierta de hebras de tabaco impregnadas de hachís. Sé que alcé la vista hasta su cara porque vi su ojo de tiburón que me miraba. Y además sentí la maldición muda del Nono trepanándome la calavera. La vergüenza, la lacha, con sus más crudas uñas desgarrándome las entrañas. ¿Qué hacer? ¿Pedir que se abra el suelo y me trague la tierra en ese mismo instante, que unos demonios alados me agarren de los brazos y me saquen de allí aunque sea para conducirme al mismo infierno. Que me fulmine un infarto auténtico con llamada de ambulancia incluida que difumine esta imperdonable torpeza...? Me quedé sin habla. La boca como de cemento. Rojo como la grana y con la piel tirante, a punto de estallar. El tipo hizo entonces un gesto raro y cambió el ojo de mirarme. Su ojo de persona adquirió de pronto un brillo burlón. Se sacudió las hebras de la camiseta, volvió a sacar la media bola, la volvió a morder, masajeó la china y volvió a lanzármela sobre el mostrador. Luego llamó al camarero.

- Anda Curro, ponnos más yelos en los cacharros que con este calor no duran ná.

Para concentrarme de nuevo me puse a pensar en la estólida cara de batracio del catedrático de Historia Contemporánea con quien tendría que enfrentarme a la mañana siguiente en terrible examen oral.

Manzanita mientras tanto insistía con la lija de su voz acompañándonos la vida: Liberateeeeeeeeeee, no timporteeeeee la geenteeeeeeee...




(1) Epitalamio del prieto Trinidad, uno de los títulos de novela más hermosos que conozco, en la horripilante, aunque entrañable, edición de la Biblioteca General SALVAT (1972), que tanto hizo por nosotros, los lectores pobres, en los años del oprobio y la oscuridad. Una inquietante galería de siniestros personajes sin ley ni moral se paseaban por ella dueños absolutos de una isla-penal caribeña tras el asesinato, en victorioso y sangriento motín, del carcelero jefe en su noche de bodas. (VOLVER)













Comentarios
Si te interesa Sender (dejáme tirarme el farde de decir que fue pariente lejano mío), te recomiendo La "aventura equinoccial de Lope de Aguirre" y sobre todo, "Imán".

Sender es quizá el más importante novelista español del siglo XX, y habría que reivindicarlo más a menudo.
Joaquim — 12-04-2005 09:45:45

Bueno, he de decirte, querido Joaquim, que siempre fui un entusiasta de los libros de tu lejano pariente y que creo que he leído muchos de los suyos (todos es casi imposible). Y coincido contigo en considerarlo un narrador de fuste, dueño de unos recursos novelísticos admirables, de lo mejor que ha dado el siglo XX. La emoción que consiguió exprimirme el “Requiem”, la deliciosa tensión en que me mantuvo el “Epitalamio”, el poder de evocación de esa maravilla que es “Imán”, la maravillosa ironía de “La tesis de Nancy”, son hitos en mi carrera de lector impenitente, que recuerdo como especialmente felices.

Gracias de todos modos.

Un saludo

harazem — 14-04-2005 00:58:31

Ay!, qué bueno, Manuel, cómo me he reído con tu historia...

Por cierto, esos librillos de SAlvat los traen mucho al Rastro al que voy los domingos. Un saludo!
lukas — 15-04-2005 17:49:39

Te prometo que este es el último mensaje que te dejo, pero no me resisto a que conozcas algo que te dejará más que sorprendido. En tu texto -magnífico, tú lo sabes- he descubierto a uno de mis mejores amigos de la infancia: el camello. Murió ya hace algunos años. Algún día te contaré una historia sorprendente sobre él.
Cayo Anneo Paco — 09-01-2006 20:24:58