viernes, 29 de abril de 2005

Oliverio Girondo y las chiripas

Esta semana he recibido tres chiripas. Hace tiempo leí en algún sitio que tal vez la mejor traducción de la palabra inglesa serendipity podría ser chiripa. Desde luego la prefiero al neologismo que tal vez se imponga, serendipia. O en todo caso la original, serendipity, a la que tengo un especial cariño desde que la descubrí por primera vez en unas enormes pancartas que me recibieron hace años en el aeropuerto de Colombo, la capital de Sri Lanka, antes Ceilán: Welcome to the Island of the Serendipity. Entonces la traduje mentalmente como un sinónimo para mí desconocido de serenity. Aunque yo conocía el nombre árabe de la isla, Serendib, que descubriera para occidente Ibn Batuta, el viajero tangerino, en ese momento no la asocié. Fue más tarde fue cuando descubrí su etimología y la narración de Walpole que le dio origen. Y las vicisitudes de su aplicación.

Pues eso, que he recibido tres chiripas. Una noche de hace un mes decidí llevarme para leer a la cama alguno de los ejemplares de la primorosa colección de 30 tomos de cuentos fantásticos recopilados, prologados y a veces incluso traducidos por Borges que la editorial Siruela publicó, bajo el nombre de La Biblioteca de Babel durante tres años (desde finales del 83 a finales del 86) y que yo coleccioné amorosamente. Después del espartano rigor de las lecturas políticas de mis años universitarios, aquellos textos fantásticos supusieron un redescubrimiento de la literatura como fuente de placer emocional, intelectual y físico que había llenado mi alta infancia y mi primera juventud. Y además administrado en esas dosis pequeñas, pero deliciosas que son los cuentos fantásticos de grandes maestros. El sello Borges es la garantía. Sigo echando mano a ellos muchas noches de desasosiego. Pues bien, el ejemplar que cogí fue el de H.G. Wells La puerta en el muro. Justo al día siguiente Lukas, en su blog El perro cansado hacía un comentario a una nueva edición de esos cuentos traducidas por Javier Cercas. Ni que decir tiene que lo leí de punta a rabo de nuevo, aunque a mí, a diferencia de Lukas, me sigue espeluznando más el relato de las andanzas del montañero Núñez en el terrible País de los Ciegos andino que el de La puerta en el Muro.

La segunda chiripa es idéntica a la anterior. Una vez leídos los cuentos de Wells (esta edición trae cinco) repetí la operación de buscar otro libro de la misma colección. Y elegí justo el que salió al día siguiente comentado en el blog de Robertokles Canzoniere: El diablo enamorado de Cazotte, en traducción también de Luis Alberto de Cuenca, pero con prólogo de Borges, como todos los demás y que he vuelto a disfrutar con la misma intensidad que hace años.

Si no hubiera confeccionado esta bitácora justamente para ciscarme en toda forma de superstición, diría que tantas chiripas juntas podrían contener algún secreto plan. La tercera chiripa me llegó anoche mediante un email de un amigo que desde la luminosa Valencia me hablaba de una amiga suya que había leído mi anotación sobre Watanabe y que tras la lectura del poema de La mantis religiosa le había pedido que me recomendase otro poeta que ella disfrutaba con gran placer: Oliverio Girondo. Me dio un vuelco el corazón porque precisamente a raíz de saber que Watanabe venía a Córdoba me acordé de él y había sacado de la biblioteca la edición antológica que del poeta argentino publicó Visor en 1989 para cargarme las pilas. Y con la idea posible de escribir sobre él. En otra mente y en otro lugar lejano se habían producido las mismas chispas. Esa edición la tuve y la perdí. Nunca supe cómo. Sólo sé que durante mucho tiempo no pude evitar imitar, con notable torpeza, el torrente de ingenio, causticidad y delicadeza que desprenden sus poemas. Mi amor por Gómez de la Serna no lo explica por sí solo. Ambos se influyeron mutuamente y es difícil delimitar quién lo hizo más. Y me acababa de acordar de él, de lo fecunda que puede llegar a ser su lectura antes de escribir sobre ciertas cosas... La iluminación indirecta, esquinada, de la realidad hace que las cosas aparezcan de otra manera, sobre todo las nuestras, las españolas, tan esencialmente unívocas. Aristas, claroscuros, ángulos forzados, escorzos deformantes. Goya, Valle Inclán y Gómez de la Serna. Girondo. Queda para otra ocasión una anotación exclusiva para él. Mientras tanto ahí va una de sus grandes perlas:

CALLE DE LAS SIERPES
A D. Ramón Gómez de la Serna

Una corriente de brazos y de espaldas
nos encauza
y nos hace desembocar
bajo los abanicos,
las pipas,
los anteojos enormes
colgados en medio de la calle;
únicos testimonios de una raza
desaparecida de gigantes.

Sentados al borde de las sillas,
cual si fueran a dar un brinco
y ponerse a bailar,
los parroquianos de los cafés
aplauden la actividad del camarero,
mientras los limpiabotas les lustran los zapatos
hasta que pueda leerse
el anuncio de la corrida del domingo.

Con sus caras de mascarón de proa,
el habano hace las veces de bauprés,
los hacendados penetran
en los despachos de bebidas,
a muletear los argumentos
como si entraran a matar;
y acodados en los mostradores,
que simulan barreras,
brindan a la concurrencia
el miura disecado
que asoma la cabeza en la pared.

Ceñidos en sus capas, como toreros,
los curas entran en las peluquerías
a afeitarse en cuatrocientos espejos a la vez
y cuando salen a la calle
ya tienen una barba de tres días.

En los invernáculos
edificados por los círculos,
la pereza se da como en ninguna parte
y los socios la ingieren
con churros o con horchata,
para encallar en los sillones
sus abulias y sus laxitudes de fantoches.

Cada doscientos cuarenta y siete hombres,
trescientos doce curas
y doscientos noventa y tres soldados,
pasa una mujer.
A medida que nos aproximamos
las piedras se van dando mejor.

martes, 26 de abril de 2005

Mi muela y la transmigración de las almas

Dentro de un par de horas me van a sacar una muela. Se trata del segundo molar superior derecho. He tenido que buscar su nombre en un libro de anatomía. Es curioso que se me ocurra ahora buscar ese nombre cuando durante cuarenta y tantos años que ha formado parte de mí nunca le he dedicado un maldito pensamiento. Bueno, salvo cuando ha comenzado a dolerme hace apenas dos semanas, y sólo para maldecirla. Nunca se me ocurrió tocarla directamente porque sí o individualizarla de una manera consciente con el cepillo alguna mañana. O demorarme por puro placer en su bordes con el hilo dental un día improbable de autoreconocimiento. Y estos días, en plena orgía de anestésicos y antibióticos pasaba inconscientemente la lengua por su irregular superficie sólo para comprobar si el dolor disminuía y tratar de predecir las horas que seguiría torturado o el insomnio que me infligiría.

Tras el primer episodio pensé que mi dentista, una vez pasada la inflamación, mataría el nervio, me haría una empaste o cualquier otra operación tendente a evitar la reproducción del dolor. Pero me comunicó con una compunción profesional que no, que la solución tendría que ser la extracción, en caso de un nuevo episodio doloroso, por no sé qué misteriosas presiones que ejercía oblicuamente la distal muela del juicio que no acaba de ser, como parece ser que tiende, abolida por la evolución humana. ¿Se llamará del juicio por eso? ¿Porque ha sido juzgada por las inexorables leyes evolutivas y condenada a extinguirse y se resiste pataleando a ello empujando a sus útiles hermanas? De todas formas no creo que al paso que vamos dé tiempo a que esa sentencia consiga cumplirse únicamente para ellas, sino que más bien la extinción será un poco más general.

Tras unos días de feliz analgia en que acabé de nuevo por olvidarme de ella ha vuelto a reproducirse el dolor. Nuevo tratamiento intensivo y preparación psicológica para la amputación. Deberían llamar también amputación a esa operación. Eso pienso ahora, quizás como homenaje a la pobre muela. Eso la prestigia, la hermana con otras piezas anatómicas a las que sí se aplica ese concepto. Así que le quedan apenas unas horas y ya no me duele pero, mientras escribo esto, la repaso con la punta de mi lengua una y otra vez, aunque esta vez con diferente sentido. Me siento mal por mi despreocupación de tantos años. Le paso la lengua acariciándola, despidiéndome de sus bordes, de sus escarpadas y cristalinas paredes, de la abrupta meseta de su corona. Cuarenta y tantos años de inflexible servicio a la causa corporal de mi existencia para ser extraída con una viles tenazas y arrojada con un sonido de vulgar piedrecilla a una bandeja de aluminio. Como esas abnegadas chachas de la gente bien que han sido explotadas durante toda una vida, presentadas como de la familia ante todo el mundo y que cuando dejan de servir son desechadas quirúrgica y asépticamente.

Pero no será un sacrificio inútil. A partir de hoy consideraré debidamente la existencia de servicios en mi cuerpo, preguntaré a mi anatomía por sus miembros, hasta por los más pequeños y prescindibles. Averiguaré cosas de mi astrágalo, de mi píloro, de mi hipófisis, de las secretas glándulas que secretan en mi interior y de los cabellos de mi cabeza. Y a todos les agradeceré su esfuerzo.Y como homenaje final a mi querido SEGUNDO MOLAR SUPERIOR DERECHO sacrificado, prometo pedir su cadáver al dentista, guardarlo en alguna primorosa cajita de joyas y en mi próximo viaje a la India arrojarlo al río Ganges, en Benarés, en el ghat de Manikarnika, por si puede él solo reencarnarse en un alma mejor que la mía, a ser posible junto con las uñas de los pies que me corté y arrojé allí mismo, en otro ataque de porsiacaso, hace unos cuantos años.
Comentarios
1. No es mala idea la de intentar que se reencarne. Mientras eso no sucede puedes colocarla en una urnita de cristal y exponerla en el salón de tu casa junto a tesoros y recuerdos que probablemente, como en casa de todo gran viajero, se exhiben allí.
P — 26-04-2005 21:44:08
2. Yo que tú la hacía polvillo y me la fumaba. Al cuerpo lo que es del cuerpo.
CardenalaInPectore — 27-04-2005 11:48:55
3. Jajajajajaja! He tardado exactamente un día en comprender que te referías a la muela y no a P., querida/o CardenalaInPectore.
harazem — 28-04-2005 16:03:50
4. No está bien pedirle al dentista que te ponga ración extra de analgesia (por aquello de prevenir hasta la más leve molestia), porque, ya ves, la anestesia se desparrama por todo tú, y luego se te anulan suspicacias y perspicacias, y hasta te nace cierta paranoia que te hace pensar en horribles fumatas humanas, masacres polvorientas.... No, no, no, no está bien. Si duele, se chincha uno.
CardenalaInPectore — 29-04-2005 14:35:46
5. Tienes razón, la próxima vez me lo pensaré y tal vez me chinche.
harazem — 04-05-2005 00:16:10

domingo, 24 de abril de 2005

COSMOPOÉTICA

Estos días se celebra en Córdoba la segunda edición de Cospomoética, un festival de poesía que en sólo dos años ha conseguido ponerse a la cabeza en calidad a otros eventos parecidos del estado. Ayer tarde, en el palacio del Orive, se reunieron en la lectura poética Poesía para el encuentro los poetas Gioconda Belli (Nicaragua), Francisco Gálvez (Córdoba), Guy Goffette (Bélgica), Vassili Vassilikos (Grecia) y José Watanabe (Perú).

Como José Watanabe, peruano de origen japonés (1) (como Fujimori, pese a lo espurio de la comparación) es uno de mis poetas preferidos, cuelgo uno de sus más logradas creaciones. Después de muchas lecturas de este poema aún no he logrado desentrañar en qué radica la magia que emana y que tanto me subyuga:


La mantis religiosa
Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol
hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm de mis ojos.
Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del Chanchamayo
y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas,
confiando excesivamente en su imitación de ramita o palo seco.
Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre,
pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza cáscara.
Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido
a un macho
vacío.
La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así:
el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando
hembra
y la hembra ya estaba aparecida a su lado,
acaso demasiado presta
y dispuesta.
Duradero es el coito de las mantis.
En el beso
ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él
y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido,
que va licuándole los órganos
y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo,
y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando
la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho
se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula
a la muerte
Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita.
Las enciclopedias no conjeturan. Esta tampoco supone qué última palabra
queda fijada para siempre en la boca abierta y muertadel macho.
Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra
de agradecimiento.
(De El uso de la palabra)