Como cada 2 de enero el espíritu de la mitología de la Cruzada demuestra que pervive saludablemente en la hermosa ciudad de Granada. Como cada año miles de ciudadanos asisten, acompañando a las autoridades civiles y militares, a la conmemoración festiva de la toma de la ciudad por los Reyes Católicos, que se hizo efectiva, tras un cerco de ocho meses, mediante las Capitulaciones de Santa Fe, en las que se comprometían a respetar los usos, costumbres, religión y propiedades de los vencidos desde el momento en que se rindieran y que fueron traicionadas inmediatamente por los Ínclitos. Cada 2 de enero, pues, se renueva en una fiesta el recuerdo de una atrocidad perpetrada por la casta militar de un pueblo sobre otro y que trajo como resultado el enterramiento definitivo de las posibilidades de coexistencia pacífica de gentes de diferente religión en este país y la entronización de la intolerancia más cerril en todos los órdenes de su espacio social y político desde ese momento (1492) hasta prácticamente nuestros días (1975). Siendo como es una ingenua ucronía la suposición de cualquier alternativa a aquel hecho, lo que no admite duda es que ocurrió lo que ocurrió y que las decisiones de los gobernantes de aquel tiempo supusieron un quebranto irrecuperable en el camino de la tolerancia y la coexistencia pacífica de los pueblos. Y no es cierto como afirman los relativistas que dichos gobernantes actuaran de acuerdo con las concepciones éticas y políticas de su tiempo. Los humanistas de la época lo desmienten rotundamente. En el corpus moral y jurídico de aquel tiempo la traición a unas capitulaciones de ese tipo se consideraba una intolerable trasgresión del honor guerrero y civil, una desvergüenza propia de gentes sin honra. La Iglesia Católica, cómplice directa del crimen, se encargó de lavar la ignominia ante las conciencias más justas del momento, por las buenas o por las malas, dando libremente a elegir entre el disimulo y la picota.
La defensa de tal celebración pertenece a la rancia burguesía de raigambre franquista granadina, una de las más incultas y más crueles de este país, como han puesto de manifiesto los diferentes estudios que sobre ella historiadores de prestigio han realizado. Por eso, hoy día, ya entrado el siglo XXI, los defensores convencidos de tan ignominiosa festividad son los herederos de ese nacionalcatolicismo que nació de esa traición, a los que hay que sumar los cagachirles políticos socialistas que participan, se supone que a sabiendas, del insulto a la razón por puro instinto de poder.
En el año 1996 un grupo de intelectuales y artistas de todo el país, pero fundamentalmente de Granada, a los que se sumaron después ciudadanos de toda clase y condición, fundaron una Asociación, EL COLECTIVO MANIFIESTO 2 DE ENERO, para promover el cambio del espíritu de dicha fiesta, la eliminación de su carácter militar, y su conversión en una celebración en la que se exaltara la tolerancia y el respeto como valores en los que fundar un mundo mejor. Apoyados por el Defensor del Pueblo Andaluz y por las más altas instancias de la UNESCO, que llegó a exigir al menos la mostración de una voluntad de cambio a las autoridades municipales, han sido reiteradamente ninguneados y vituperados por esas mismas autoridades y por sus corifeos mediáticos. Sólo han conseguido a lo largo de estos años que se elimine una parte, que no toda, de la apabullante presencia militar en el desfile. Los socialistas del gobierno municipal son cómplices directos de tan impresentable fiesta, vestidos de pingüinos vergonzantes, tremolando el putrefacto pendón de los reyes traidores y gritando las viles consignas bélicas desde el balcón del Ayuntamiento. Eso no es conmemoración de la historia, sino regurgitación cíclica de un oprobio.
Comentarios
Bravo, amigo. Me sumo a la denuncia de esa ignominia histórica. Aquí, en el País Valenciano, la cosa tiene más delito, pues se ha elegido el 9 de octubre (fecha de la toma de Valencia por Jaume I) como el día conmemorativo e identitario del País Valenciano. ¡Qué vergüenza forjar la identidad de un pueblo por oposición a otro! Parafraseando el título del libro de obligada lectura de Amín Maalouf: verdaderamente, hay identidades asesinas.
Cato Zulú — 03-01-2006 01:11:35
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