Las ciudades españolas aparte de dividirse en del norte y del sur, costeras o de interior, frescas o calurosas se dividen también en contapistas y sintapistas. Las ciudades de la mitad normal (contapista) de España, independientemente de su situación geográfica, permanecen perfectamente sanas y sus habitantes cuentan con un plus extra de felicidad con el que no cuentan sus hermanas afectadas de sintapismo.
El sintapismo, también conocido como apalosequismo, está perfectamente diagnosticado como una desagradable patología social, un grave desarreglo moral, que afecta a las ciudades cuyos hosteleros, fruto de una mórbida e irresistible codicia de origen vírico que corroe sus entrañas, se ven impelidos a escamotear sistemáticamente la tapita a la que sus clientes tienen derecho cuando solicitan les sea servida una caña o un vino en sus mostradores. El efecto directo y primario se traduce en una quiebra dolorosa de la civilidad que produce frustración, pérdida de confianza y estrés por expectativas insatisfechas. Lo más notable de ese padecimiento es que se da endémicamente en ciudades completas, no habiéndose descrito ningún caso de coexistencia de sintapismo y estado normal en ninguna de ellas. Ello parece deberse a que el virus de la codicia se contagia por los conductos parasimpáticos que unen las cajas registradoras de las tabernas, bares y cafeterías de cada lugar y a la empatía que el tintineo del peculio produce en sus propietarios.
A veces se han descrito principios de infección en ciudades sanas, caso de Granada, cuyos hosteleros sufrieron hace unos años un virulento ataque del virus que les llevó durante un tiempo a eliminar unánimemente las tapas en casi toda la ciudad, afortunadamente atajado por la rápida reacción de la alarmada clientela que los vacunó con unas efectivas dosis de choque de buen boicot homologado.
Pero en las ciudades donde el sintapismo campa tradicionalmente por sus respetos la curación se muestra bastante más resistente. Y las reacciones están perfectamente estudiadas. Cuando algunos clientes más concienciados del problema o que han viajado a la zona normal tratan de hacer entrar en razón sanitaria a cualquier tabernero consumido por el mal reciben siempre la encogida de hombros característica del síndrome, en casos de sintomatología estándar o un grosero exabrupto en los casos más agudos.
Es necesaria la concienciación de toda la sociedad de este gravísimo problema toda vez que de él depende la salvación de la imprescindible corriente de simpatía tabernero-cliente para el buen funcionamiento del segmento de ocio de la vida de las gentes de bien y por la salvación de los propios taberneros infectados que se cuecen como albóndigas descarnadas en la negra marmita de la codicia.
Por su propio bien y por la dosis extra de felicidad que instala en los corazones de las gentes tan sabia costumbre, haz saber a tu tabernero que tiene que ponerte tapa. Unas aceitunas, unas patatitas, una lonchita de serrano, una ruedecita de chorizo... Algo que propicie el enternecedor intercambio de miradas de cariño que esa relación se merece.
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Tienes toda la razón, habría que hacer una cruzada anti-sintapismo. No se trata de la famosa paella para cinco de que hablabas el otro día, pero qué menos que unas olivas para ayudar a pasar el etanol oculto en la cerveza, de modo que evite el pasar el famoso límite de Anstie, al beber de modo más sosegado, (que para los alcohólicos habituales suena a chorrada judeo masónica).
ResponderEliminarSi te pasas algún día por Valencia no te deprimas, pero no esperes ni tapa ni na de na. Como añoro las tapas en mi Valencia cuando me acuerdo de mis viajes a ciudades donde la cerveza no se sentía tan sola como aquí que tengo que buscar tapas prostitutas, es decir pagando, para que no se sienta tan sola.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu blog que encontré de casualidad.
Gracias, jopeta, tu Valencia me es querida y gran razón tienes: el barrio del Carmen sería MÁS HERMOSO si los taberneros fueran menos tacaños. Sobre todo cuando los peperos munícipes se tomen en serio su rehabilitación sin hacerle perder el carácter.
ResponderEliminarDios te oiga, bueno quien dice dios dice los teletubies.
ResponderEliminarComo veo que conoces el Carmen te mando una dirección para que veas por dentro el antiguo convento del Carmen.
http://jobu-jobu.blogspot.com/2006/11/un-paseo-por-el-carmen.html
Un saludo.
Acertada entrada. Algún día haré un plano del contapismo en España, que está más extendido de lo que muchos piensan, no se restringe a Granada.
ResponderEliminarPero el problema del sintapismo, y más en Córdoba, está no solo en los hosteleros sino en los clientes: los cordobeses rechazan la tapa pequeña, y rápidamente piden de comer.
Y ahí hay una modalidad intermedia, que se podía llamar el contapismo de pago, como puede ser Sevilla, en que aunque pagando, al menos hay variedad de tapas. Aquí, la tapa es un concepto fantasma porque en la realidad solo existen raciones y si hay suerte y de algunas pocas cosas, medias raciones.