Leo en el 20 MINUTOS que
La Federación Estatal de Foros por la Memoria Histórica está promoviendo una campaña en Internet para que los internautas envíen cartas al Arzobispado de Sevilla y a la Hermandad de la Macarena reclamando que la Virgen, una de las más populares de Sevilla, no luzca la madrugada del Viernes Santo el fajín de gala que donó el general franquista Gonzalo Queipo de Llano, cabeza del levantamiento de 1936.
En el texto se advierte la "profunda indignación y repulsa" ante el "homenaje" al "notorio criminal de guerra", uno de los partícipes de la sublevación militar de 1936, según mantiene, y a cuyas órdenes se atribuyen numerosos fusilamientos posteriores al alzamiento. La colocación del fajín a la imagen implica "un atributo de autoridad del directo responsable del asesinato de al menos 8.000 sevillanos, además de otros miles de andaluces y españoles en general, mediante farsas de juicio y ejecuciones extrajudiciales".
Pues a mí no me parece una campaña sensata. A mí me gusta que las cosas parezcan lo que son. Y lo que son son lo que parecen. La Iglesia fue lo que fue y si hoy no es lo que fue no es por falta de ganas, sino porque la sociedad civil le ha limado los colmillos. Esos colmillos en forma de bala con que sus perros de uniforme desgarraron la carne de tantos españoles demócratas. En el caso de Queipo se limita a agradecerle haber sido su jefe de jauría, haber puesto una ilimitada crueldad a su servicio. Una de las mayores mentes criminales europeas del siglo XX, siglo y continente especialmente pródigos en ellos. Y la imagen esa es venerada por los católicos, que sostienen a esa desalmada institución nunca arrepentida de sus crímenes. Por eso se merece la ignominia de que su ídolo porte siempre la marca del crimen y que el asesino se pudra en su casa. Lo que hay que hacer es no dejar de recordarlo. Hacérselo saber a los niños en las escuelas y a las gentes en las calles. Eso es lo que hizo recientemente la Diputación de Badajoz en un estremecedor reportaje sobre uno de los muchos crímenes colectivos del Carnicero del Guadalquivir. Dura una hora, pero es imprescindible verlo íntegro porque es capaz de ridiculizar toda la simbología del dolor que los católicos intentan revivir con sus macabros ídolos sanguinolentos y sus muñeconas amuebladas de pedrerías. Y responsabilizar a la Iglesia de crímenes innombrables. Queipo de Llano, Hermano Mayor Honorario de la Macarena, fecit:
LA COLUMNA DE LOS OCHO MIL
Agradezco a mi amigo Bit Ramone haberme dado a conocer este estremecedor documento.
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