Lo de este país es una patología incurable. Como el caso de esas terroríficas familias que guardan eternamente cadáveres en sus armarios aunque sean producto de los desmanes de centenarios antepasados. Cómo no vamos a sufrir el escondimiento sistemático de nuestro reciente y sangriento pasado si aún se maquillan impúdicamente los crímenes de los gobernantes de hace 500 años.
José Manuel Cuenca Toribio es un catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Córdoba que hemos sufrido con jobiana, y pastueña, paciencia los estudiantes de Historia de la misma desde su fundación (1975). Es decir, se trata de un enquistamiento paleozoico de primera magnitud en la cultura cordobesa.
En los últimos tiempos se ha convertido en el juguete favorito de los asiduos del foro tabernario de la CALLEJA DE LAS FLORES, que disfrutan con su verbosidad arborescente y el uso continuado de palabros lisérgico-jurásicos en su columna de los jueves de la hojilla parroquial de la ciudad, el diario CÓRDOBA y que les ha llevado a conocerlo por el alias de Don Hodierno, por el inmoderado uso que de ese arcaico vocablo hace en ellas.
Normalmente los enfoques de los temas que toca son lo suficientemente inanes como para no lograr distraer la búsqueda de las perlas verbales que suministra abundantemente y que hacen las delicias de sus fans. Pero otras se le entiende clarito clarito y es entonces donde la pifia.
Esta mañana se ha entretenido el buen hombre en glosar la figura del cardenal Cisneros, uno de los personajes más siniestros de la Historia de España, Inquisidor mayor y regente por dos veces del reino. Eso de que los destinos de este país haya estado en manos de un inquisidor, aunque sea provisionalmente, habla claramente de las graves patologías que España ha venido arrastrando desde su unificación forzosa en un destino en lo universal. Eso sí que son "Cosas de España", como diría, siglos más tarde, alguien que nos conoció bien aunque no nos quiso, R. Ford, en feliz traída de don Manuel a su artículo.
Dejando el jabón para un poco más adelante comienza nuestro buen catedrático considerándolo piadosamente un estadista de trazos singulares, para continuar hablándonos de sus ¡¡¡virtudes humanísticas!!! afirmando sin ningún rubor que fue un gobernante sensible a la grandeza intelectual y a la gloria quizá más auténtica de un pueblo, y creador de una de las más importantes universidades de la época, la Complutense.
Alguien, aunque no sea afamado catedrático como él debería recordarle que si bien el cardenal inquisidor amaba tanto las humanidades que creó una universidad de la nada, casi sin textos que echarse a la boca, ordenó personalmente la total destrucción de otra centenaria con una de las mejores bibliotecas del mundo, la Madraza de Granada, cuyos libros, procedentes de todo Al Andalus y de todo el mundo árabe, de literatura, ciencias, filosofía y religión, mandó quemar en la plaza de Bib Rambla. Ese fuego purificador que tanto gusta a los que siempre mandaron en este pobre país y a sus intelectuales orgánicos.
En cuanto a sus virtudes morales sólo hay que recordar que, al contrario que su antecesor el arzobispo Talavera que las respetó escrupulosamente, el cardenal inquisidor rompió unilateralmente las Capitulaciones de Santa Fe, tratado de estado en el que se contemplaba el respeto de los gobernantes españoles a las costumbres, cultura y religión de los vencidos. Esa ruptura provocó un levantamiento de los afectados que sirvió al buen cardenal para casi aniquilarlos y ordenar la conversión forzosa de los supervivientes.
Esa otra memoria histórica, que, parece mentira, en el siglo XXI, sigue falseada miserablemente. Lo que las Humanidades le deben al cabronazo de Cisneros es la quema de un trozo irremplazable de la cultura universal. Un crimen cultural que el mundo no podrá nunca cuantificar.
Para que ahora vengan atildados catedráticos meapilas a vendernos la moto de su humanismo.
ADDENDUM (11/09/10): Me alegro infinito encontrar hoy este párrafo en un artículo publicado en EL PAÍS, escrito por Fernando Báez, autor de Historia universal de la destrucción de libros (Editorial Destino):
Lo triste, lo trágico, es la cantidad de veces que este incidente ha ocurrido con consecuencias amargas. Heinrich Heine, por ejemplo, escribió en Almansor (1821): "Allí donde queman libros, acaban quemando hombres". La frase es bastante citada; lo que acaso se ha olvidado (no sé si por mala fe) es que se refiere a la quema de ejemplares del Corán ocurrido en la ciudad de Granada tras su conquista por los Reyes Católicos. A saber, un sacerdote llamado Francisco Jiménez de Cisneros, en 1500, ordenó recoger cualquier edición de libros árabes, y especialmente del Corán, y decidió que fueran sometidos al juicio implacable de las llamas. Más de 5.000 volúmenes fueron incinerados, pero como rasgo singular el sacerdote ha pasado a la historia como el fundador de la noble Universidad de Alcalá.
¡Gensanta! (Forges dixit). El ínclito Cuenca Toribio sigue vivo y escribiendo...
ResponderEliminarMi más sentido pésame por haberlo soportado en la Facultad. Debió de haber sido tremendo; sólo conozco a Cuenca Toribio por un par de artículos sobre historia de la iglesia católica, y puedo hacerme una idea. Naftalina pura.
No te pongas así Manué, que te va a da un patatú y vamo a perdé. Totá por una candelilla de ná. Amás, si todo esta lleno de grandes humanistas, grandes estadistas, cojonúos alcaldes.... Aunque con respecto a cardenales prefiero al Mendoza (líquido, a ser posible).
ResponderEliminar"y te vamo a perdé", quería decí.
ResponderEliminarNaftalina de primera, Mado, a prueba tanto de carcoma modernizadora como de corrientes de aire ventiladoras.
ResponderEliminarEn el foro de su clubs de fans puedes divertirte un rato. Está enlazado en el hipervínculo de CALLEJA DE LAS FLORES en el cuerpo del post.
Lo que te pasa es que tienes el mono y te ha jodío, admítelo.
ResponderEliminarbueno manue dar señales de vida desde iran para que la familia este tranquila, nos vemos a la vuelta ...o no...porque yo estoy planeando lo de mis 40.un besazo para ti y para mi sister C...por cierto traerme argoooo. besss. maribill.
ResponderEliminarEl profesor José Manuel Cuenca Toribio no existe. Es un holograma informático, hecho por la Facultad de Filosofía y Letras de Córdoba, a partir de las películas de Luis Mariano.
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