viernes, 8 de febrero de 2008

Varanasi (odontología ayurvédica)

En mis diversos viajes a la India siempre he tenido que padecer el encuentro con occidentales que iban buscando gangas de espiritualidad. Para ellos la India es como el Ikea del misticismo consumible. Al final, me cansé de discutir con ellos y sencillamente los he acabado rehuyendo. Entre las muchas insensateces que tuve que escucharles la más dolorosa fue la de la defensa de la superioridad de la medicina ayurvédica frente a las medicinas científicas occidentales. Discutir con la irracionalidad voluntariamente asumida es siempre un ejercicio huero, así que hacerles comprender que esa y otras medicinas tradicionales no son más que la prehistoria de la medicina que siguen perviviendo porque hay lugares en que la pobreza impide el acceso a los avances sanitarios científicos modernos, también. Aquí muestro un ejemplo. Es la pobreza brutal en la que viven la inmensa mayoría de los indios la que hace que existan consultas médicas como las que muestro en el reportaje.




















jueves, 7 de febrero de 2008

Pregunta a tu médico si es católico

Ya sé que puedo ser injusto en esta entrada y que corro el peligro de pecar de generalización. Conozco a muchos médicos que no responden al perfil de la carcunda que pretendo denunciar, pero a la vez no dejo de sentir el asombro que me ha causado no tanto la absoluta falta de solidaridad que ha despertado entre la profesión el acoso sufrido por el doctor Montes y su equipo en Leganés por parte de los propulsores de las políticas de privatización de la sanidad pública mediante la estrategia del desprestigio como su silencio ante la legítima y humana aspiración de tanta gente a la dignificación de la muerte y la eliminación del dolor innecesario tan vilmente atacada por los talibanes de la ley de Dios.

Así que me da igual si se molesta alguno de ellos. Los Colegios de Médicos, y particularmente su Federación, están en su mayoría en manos de gente muy cercana a esos talibanes, católicos cerriles y vinculados directamente al brazo político de la Iglesia Católica, el PP. En Córdoba, el que fuera presidente del Colegio provincial y posteriormente vicepresidente de la Organización Médica Colegial (tanto él como el actual presidente se han declarado católicos acérrimos, obedientes a los mandamientos de la Santa Madre Iglesia) ha sido fichado por el PP y ha confesado que mucha gente le ha confirmado su asombro por no haberlo sido antes. El mismo partido inquisitorial de Lamela y la abadesa Aguirre. El de Ana Botella, digna sobrina de Botella y Llusiá, aquel ginecólogo trabucaire que afirmaba que la mujer tenía que parir con dolor porque así lo mandaba Dios. Así que debemos ponernos en guardia. Porque los talibanes de bata blanca se van a crecer. Y yo no dejo de acordarme de una columna que Soledad Gallego-Díaz, arrebatada de laica indignación publicó en los días posteriores al comienzo del Auto de Fé contra los médicos de Leganés.




¿Dónde denunciar a los médicos fanáticos?
SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ
El País 16/06/2006

¿Dónde se puede denunciar en este país por mala práctica profesional a los médicos y a las enfermeras que no controlan el dolor y la angustia de sus pacientes, a los médicos que se van a sus casas dejando escrito que se ponga una simple inyección de dolantina cada seis horas a un enfermo que agoniza entre dolores, a las enfermeras que se niegan a subir el gotero de morfina de un hombre con una enfermedad terminal porque el doctor sólo ha dejado escrito que se incremente la dosis "cuando lo precise" y ellas no creen que sea así, por más que el interesado lo reclame insistentemente?

¿Qué colegio nos va a proteger de ellos? ¿Dónde se investiga y se sanciona en la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid a los médicos inmisericordes? ¿Y a los que son fanáticos religiosos, creen en la conveniencia de morirse estando bien consciente y aluden sin ruborizarse a sus principios morales para no sedar a un moribundo? ¿No se hará nunca nada contra ellos?

¿Cómo se consigue que desaparezca de España la terrible burocracia médica en la que los facultativos defienden ardorosamente su parcela de poder, algunos incluso aunque sea a costa del dolor de los demás? ¿Por qué tienen tanto miedo en este país los médicos a llamar a un colega? ¿Cuántas veces hemos oído eso de "no vaya a ser que lo interprete mal y sea peor"?

Que se sepa, ni un solo médico ha sido sancionado en este país por sus iguales por no administrar suficiente calmante a un paciente. Pero la mayoría de los ciudadanos sabemos perfectamente que esos médicos y esas enfermeras también existen. Médicos soberbios que te dan la razón y no te escuchan, médicos que atienden a familiares angustiados siempre en los pasillos, siempre con cara de mal humor y siempre con mucha, mucha prisa...

¿Va a mostrarse hoy el Colegio de Médicos de Madrid indignado por esta columna? Mejor sería que se mostraran algo indignados por lo que hacen algunos de sus colegas, y no precisamente los del servicio de urgencias del hospital de Leganés. Indignados por las condiciones en las que se trata a muchos enfermos terminales en otros servicios de urgencias de este país, departamentos seguramente estupendos para atender con eficiencia un ataque al corazón, un cólico de riñón o un accidente de tráfico, pero que no están capacitados para garantizar un final digno a pacientes terminales.

¿Habrá algún organismo médico que se muestre indignado contra los profesionales que no defienden la sedación de los enfermos terminales en plena agonía? ¿Alguna comisión ética que reproche a los médicos que se dejen atemorizar por colegas que son claramente integristas religiosos? Los ciudadanos deberíamos exigir que se publiquen los nombres de los médicos que no aceptan la sedación para enfermos terminales. De quienes, dentro de la sanidad pública y de la sanidad privada, condenan a los responsables del servicio de urgencias del Hospital de Leganés. Sería bueno saber quiénes son, para no dejar que se acerquen a nosotros, ni a nuestros seres queridos.

Debería ser un derecho saber si el médico que te atiende profesionalmente pertenece a una organización religiosa determinada o si tiene unos "principios morales" que le impiden aliviarte las horas finales. Son personas despóticas que imponen su moral, personas que dan miedo. Quizás desde el punto de vista de los colegios de médicos y las normas de los peritos no sean responsables de una mala, terrible práctica profesional. Pero desde el punto de vista de muchos ciudadanos son responsables de la peor práctica posible entre seres humanos: aquella que supone la ausencia de piedad, la falta de compasión ante el mal del otro. Algo que en el infierno de la Divina Comedia estaba condenado con un gran castigo. Y conste que Dante únicamente se atrevió a cruzar "al otro lado" cuando tuvo la garantía de la protección de Lucía, precisamente aquella que "aborrece el sufrimiento".

Sus nombres, por favor.

martes, 5 de febrero de 2008

SALIENDO DEL ARMARIO

Hace unos años asistimos a una tumultuosa salida de los armarios de muchos personajes públicos que mantenían clandestina su verdadera identidad sexual. El fenómeno parece repetirse de nuevo, aunque la identidad encorsetada que sale por fin de los armarios en esta ocasión ya no tiene que ver con las pulsiones de la libido, sino con las de la superstición. A la luminosa declaración de la alcaldesa de Córdoba de que practicaba el catolicismo dada su condición de cofrade y a la animosa conversión de Tony Blair al redil del cesaropapismo se han añadido recientemente la de dos ministros socialistas: el sacristanesco José Blanco y Moratinos (diputado por Córdoba) quien ha declarado que no sólo es católico, sino además estricto practicante de la obligación de la misa de los domingos. Y si bien en el caso del inglés se podrían aducir un par de causas como son el estar cogido por las pelotas por esa bruja que tiene por mujer o la búsqueda de perdón por sus complicidades en los crímenes de guerra de Irak en la única religión que la ofrece a cambio y mediante el sencillo procedimiento de pasarle información privilegiada de la intimidad personal a un funcionario, en el caso de los españoles se me hace incomprensible su confesión pública de que siendo tan mayores aún creen en esas paparruchas.

Lo curioso es que esas súbitas salidas del armario sólo se dan en una dirección. Son los políticos de izquierda, los supuestamente representantes de una ilustración antioscurantista, los que se suelen declarar de repente afectos a los valores religiosos más cavernarios, creyentes en las paparruchas más infumables. Desde la portentosa conversión al socialismo de Verstrynge ningún derechista ha salido del armario para declararse afecto a las doctrinas de la Ilustración. Todo lo más, cuando se tercia, se pasan directamente las leyes de la Santa Madre Iglesia por la entrepierna (como Cascos que se divorció y casó por lo civil sin despeinarse o el concejal homosexual de Orense que se casó por lo civil con su compañero) por estrictas causas de utilidad personal. Pero renegar no reniegan.

En el caso de Moratinos la salida del armario ha contado con el agravante de la alevosía con ese pellizquito de monja de la asistencia a misa. Es como si los que salieron del armario declarando su homosexualidad confesaran seguidamente que además practican asiduamente el sexo anal. Una verdadera impertinencia. Ya puestos lo que de verdad tendría que haber declarado es si también comulga. Y aunque podría aducirse que eso entraría dentro de la esfera de su intimidad en realidad siendo un político con mucha responsabilidad de los asuntos de todos los españoles, la cuestión no es baladí. Porque si comulga, tiene obligatoriamente que confesarse (a riesgo de que la hostia comience a sangrar en el momento mismo de la blasfemia) y si nos ha mentido (Dios misericordioso no lo quiera) en alguna ocasión desempeñando su misión ministerial sería estupendo de la muerte que el único que acabara sabiéndolo seguro fuera el cura y no nosotros, que seríamos los verdaderos afectados y que seguiríamos engañados. Eso es lo bueno de la confesión, que te deja el disco duro recién formateado para que empieces de nuevo a pecar sin que se entere la peña.

Yo cada vez estoy más convencido que la libertad religiosa tiene un límite. En el caso concreto de los católicos, que son los que más sufrimos, habría que exigirles que lo declararan si quieren ejercer determinadas profesiones o cargos de responsabilidad pública. Y en algunos casos prohibírselo. Teniendo en cuenta que la adscripción al catolicismo supone un contrato de obediencia a las normas de la Santa Madre Iglesia, normas que afectan en muchos casos a las libertades de sus clientes o administrados, habría que exigirles que se abstuvieran de su ejercicio o firmaran una declaración en la que se hiciera constar que se no dejarán influir por las imposiciones de su fe.

Jueces, políticos, médicos, farmacéuticos, por ejemplo serían los más afectados por esa medida y todos aquellos que no nos sentimos concernidos por la moral específica de la Iglesia Católica a la que pertenecen dejaríamos de estar continuamente amenazados por la posibilidad de que se nos incluya involuntariamente en sus obligaciones.