jueves, 10 de diciembre de 2009

CAJASUR: El Cuerpo Místico del Euro (III): El Buñuelo de Incienso

Il Capo


¿Conocéis aquel viejo chiste argentino sanamente autoparódico? Si, hombre, el de aquel que pregunta ¿Cómo se suicida un argentino? Arrojándose al vacío desde todo lo alto de su ego. ¿Y de qué muere? De hambre. Podría aplicarse el mismo chiste a la persona del sacerdote don Miguel Castillejo Gorráiz, el que fuera durante 30 años Presidente de Cajasur y la persona con más poder personal acumulado en la ciudad probablemente desde Abu ʿAmir Muhammad ben Abi ʿAmir al-Maʿafirí, Almanzor para los amigos, con la diferencia de que habría que cambiar la causas de su muerte, debidas en su caso más que al exceso de altitud del ego, que ya se le supone, al apartado 1.3 del 2º artículo de la ley general de la gravedad, la que se refiere al peso corporal del objeto atraído por la masa general terrestre.

El ego de don Miguel sólo admitía en los buenos tiempos comparación con sus sólidas razones para tenerlo. Lo que molestó siempre un poco a la gente elegante fue la obscena exaltación pública en que se empleó siempre su portador, sobre todo teniendo en cuenta que tiene, como sacerdote, hecho voto de humildad. Pero ese pecadillo se le perdonó incluso a quien habría de ser santo, con el nombre de san Josemaría, probablemente el eclesiástico más vanidoso de la Historia del Catolicismo, después de don Miguel, por supuesto.

Y digo que tiene razones sólidas para tener un ego como la torre de Babel porque siempre fue consciente, y todo el mundo con él, de que pasar de dominar a las beatas de su pueblo desde la rejilla de confesionario a dominar un imperio financiero y los entresijos de una provincia de casi un millón de habitantes, desde una covachuela recamada de caoba en menos de 20 años, tiene su mérito.

Una vez presidente de la modesta Caja de Ahorros fundada por la Iglesia, cargo al que accedió de una manera limpia que se sepa (y ahí están sus camaradas canónigos por si quieren puntualizar algo), decidió que sería el Presidente Eterno o Caudillo Vitalicio. Y como ya era talludito y en la entidad existían normas de jubilación muy claras empleó toda su artillería en conseguir que en la Ley de Cajas (LORCA) que emitió el gobierno socialista (1985) se le hiciera un apartadito especial para él. Cómo lo consiguió es algo que queda en el secreto del sumario o para la imaginación de los más febriles conspiranoicos, pero desde luego la ley de marras apareció con un apartado en el que se concedía que las Cajas fundadas por la Iglesia la potestad de nombrar a sus presidentes (cosa más o menos lógica desde el punto de vista de su insondable afán controlador) y la extraña regalía de decidir el límite de edad de su jubilación, lo que sólo apunta a una persona concreta. Efectivamente. Bingo. Este pequeño privilegio que conseguía la Iglesia sólo tres años después de que el ciclón socialista se hiciera con las riendas del estado y con la ilusión de una ciudadanía esperanzada, se revelaría pecata minuta con lo que vendría después: la entrega de la educación de todo un país supuestamente laico en brazos de la irracionalidad católica, la no denuncia del Concordato y la aceptación del traspaso de un indecente montón de dinero anualmente a las arcas de quien se alzaba y se alza como principal enemiga de la democracia: la Iglesia Católica. Lo que se ha llamado la Gran Cabronada Socialista.

En Córdoba la Gran Cabronada tuvo además el detalle de dejarse engañar por el astuto don Miguel, al que acababan de garantizar la vida eterna presidencial. Como ya he contado en un capítulo anterior, a cambio de nunca bien conocidas contrapartidas los socialistas dejaron que una saneada entidad de ahorros fundada y participada por la Diputación, la Caja Provincial de Ahorros, fuera engullida por insaciable voracidad digestiva de la Caja Episcopal. Las probables promesas y estabilidades que debieron negociar con don Miguel quedaron en agua de borrajas y ni los chillidos de los consejeros desalojados de sus despachos tuvieron eco mediático. Pero lo peor fue que el patrimonio público que la Diputación había donado a la Caja Provincial pasó a manos de la nueva Entidad Episcobanquera que la asumió como auténticamente suya. Una verdadera desamortización de signo contrario al de Mendizábal. Entre otras El Palacio de Viana y su Fundación, llegando en su desfachatez a falsificar la placa de su inauguración como hoy mismo un Mangas Verdes plantilla de la Hojilla Parroquial, 18 años después, ha venido gallitamente a recordarnos.

Una vez con todo el cotarro cajeril en sus manos don Miguel comenzó a moverse en Córdoba con precaución, pero con una seguridad pasmosa en el entramado, podrido ya de por sí por el franquismo, de una ciudad en la que las nuevas fuerzas de izquierdas se superpusieron como una ligerísima capa de barniz restaura falsamente un mueble apolillado, a las rancias fidelidades de los dueños de Córdoba, los de toda la vida. Los métodos recuerdan poderosamente los propios de las famosas Asociaciones Benéficas del sur de Italia, aunque, todo hay que decirlo, en un grado menos sangriento:

  • Utilización del dinero que debía hacer revertir en el desarrollo de la ciudad social y cultural de la ciudad exclusivamente en subvenciones sin tino y sin cuento a toda asociación o peña con especial dedicación a las dedicadas al fomento de la idolatría cofrade callejera y que le mostrara adhesión inquebrantable.

  • Colocación digital en las oficinas de la Caja de cualquier familiar de cualquier persona que pudiera garantizarle beneficios o fidelidades inviolables, de manera que pocos cordobeses no tienen a menos de dos golpes de parentesco a alguien trabajando en la empresa. La cosa tenía incluso su ritual. Las familias bien de la ciudad y católicas de toda la vida mandaban a uno (o varios) de sus hijos a estudiar empresariales a ETEA, la Institución Universitaria de los jesuitas de donde salían ya directamente colocados en alguna oficina, listos para hacer carrera. Los más espabilados, con más lustre en el apellido o mejor situados en el entorno de don Miguel alcanzaban pronto el grado de Director de Sucursal. El inflamiento de personal por favores alcanzó cotas delirantes. Son los que sobran ahora. Una pena. Pero las quejas al maestro armero, por favor.

  • Silenciamiento de las posible críticas de la prensa y subvención de la exaltación a su persona a golpe de talonario.

  • Infiltración en las empresas más poderosas de la ciudad, fundamentalmente las vinculadas con el que se reveló mayor negocio del siglo: el ladrillo. Tal vez algún día se esclarezcan algunos de aquellos términos. Pero la norma siempre es y será siempre que ganen los malos.

  • Subvención de trabajos y publicación de textos del profesorado universitario de la ciudad, con lo que las posibles críticas a la obligatoria gestión cultural que correspondía a la Obra Social o a la propia Iglesia quedaban perfectamente controladas y acalladas. El más costoso de los intelectuales comprados fue don Antonio Gala, una verdadera pieza de doce puntas, cuya Fundación le salió a don Miguel por varios cientos de millones de euros. El previsible resultado fue que el proverbial y ácido anticlericalismo del plumífero artista quedó neutralizado al cien por cien y convertido de la noche a la mañana en panegirismo donmiguelesco absolutamente almibarado. Todos recordamos el encendido florilegio que le dedicó al Orondo Cura tras la famosa escenificación de los Curas hamelines y los ratones ciudadanos encantados.

  • Favores inconfesables y hondísimos préstamos a los partidos políticos. A todos. Jamás un político cordobés de un partido con mando en plaza se atrevió a criticar cualquier aspecto que afectase a la imagen de la empresa. IU, una vez que se desembarazó de los rojos-rojos, los primeros beneficiarios.

Una vez dueño de la ciudad don Miguel se dedicó, como todo Capo que se precie, a lo que más le gustó siempre: hacerse respetar, eso sí bajo el falso manto hipocratón del cariño. Para ello fundó un sindicato-botafumeiro entre sus empleados, Aspromonte, con la misión de, bajo un falso manto reivindicativo, encargarse de los asuntos del permanente incensamiento de su persona y la ritual ofrenda de agradecimiento a quien los había tan ricamente colocado en sus puestos. El esforzado sindicato se empleó en su misión con encomiable maestría a base de organizar cenas benéficas, masivas comilonas de obligado asistimiento de todos los empleados en las que se coreaban loas al Magnánimo y otras masivas manifestaciones turiferarias de diverso pelaje. Tanto que se ganó a pulso el cambio de nombre por Gastromonte.

Uno de las más graciosos espectáculos a que se pudo asistir en esta aburrida ciudad durante mucho tiempo fue al pase de lista dominical de los deudos y aspirantes a favor, infinitos lógicamente, de don Miguel en la Merced. Mi amigo Juan Sepelio fue muy aficionado a ellos y los disfrutaba morbosamente con sumo placer cuando conseguía plaza en los bancos de la iglesia disfrazado de cortesano meapilas. Era la misa de once y la oficiaba personalmente el propio Presidente. Juan Sepelio lo relataba gráficamente con la imagen de una especie de código de barras invisible inscrito en la frente de todos los presentes que el lector también invisible de la mirada de don Miguel iba registrando electrónicamente en barridos sucesivos a lo largo de toda la misa. Y ¡ay de quien tuviera que estar y no estuviera! Una liturgia que terminaba tras ella con el pase de aspirantes ante el Pontifex Benefactor con un susurrante, humilde y reverencioso qué hay de lo mío de inequívoco aire de sacrosanto besamanos.

Otras muestras de la altura espiritual del ego de don Miguel fueron la autoerección de un busto en bronce en que se representaba a sí mismo tocado con el tricornio canonjil presidiendo durante años el vestíbulo de la Oficina Principal y que alcanzó la fama de ser el único monumento glorificador del mundo que contó con la custodia permanente de un guardia de seguridad con la única misión de evitar que fuera fotografiado (razón por la que no puedo ofreceros documento gráfico del mismo), o la disposición del lugar que acogerá sus restos cuando Dios lo llame a su presencia, (¡que no ocurra en muchos años!), según parece que cree él mismo, sito en la ermita renacentista de San José (1) adjunta a la Casa del Platero, propiedad de Cajasur, en la plaza de la Magdalena, donde se ha mandado construir un mausoleo sellado por una enorme losa de mármol de Carrara esculpida con escudo de armas monseñoriales, acorde a sus merecimientos. Con lo que tal vez no ha contado el futuro usuario de tan magnífica última morada es con el pequeño detalle de la presencia a menos de diez metros del afamado puesto de caracoles que lleva el nombre de la propia plaza y que al menos en una determinada época del año podría disturbar la paz eterna de tan alto personaje por el continuo sorbeteo con que suelen extraer los consumidores del simpático molusco el bicho de la concha. No sé yo si esa música de fondo para esperar el Juicio Final no puede hacer la paciencia al más santo de los santos varones y hacerlo pecar in extremis.

La consecución de un monseñorato sin haber alcanzado el grado de obispo es otra de las aspiraciones conseguidas por el que es de hecho Monseñor, emulando la aspiración y consecución de un título nobiliario con que se regaló la infinita humildad de san Josemaría, su sin duda modelo de virtudes. Ello le permitió enfrentarse de tú a tú a un obispo de la diócesis cordobesa que tuvo la osadía de escandalizarse por los pensamientos, obras y omisiones de nuestro Sacro Banquero, cuya cimarrona soberbia pretendió el insensato enchiquerar. De soberbia a soberbia, como siempre, el que tiene más pasta. Don Miguel se fue a directo a Roma de acusica y la respuesta de Santopa fue una patada en el beato trasero del obispo chulillo que lo elevó a la silla episcopal granadina donde siguió persiguiendo con vandálica saña a los partidarios del Orondo. Nadie se explica cómo pudo nuestro héroe hacerlo, pero todo el mundo sabe que Monse Javi casi acaba en la trena por ello.

Pero si de su inconmensurable poder dentro de la Iglesia cordobesa habla la desfenestración del obispo Martínez, su amistad con su ilustre paisano el que fuera fiscal general del Estado Burón Barba le ha procurado otras satisfacciones no menos satisfactorias, valga la repugnancia, digo... la redundancia. Juntos hasta en el callejero: ambos tienen placa en el viario de Fuenteobejuna, don Miguel, faltaba más, una plaza, y don Luis Antonio una calle. Qué botito.

La conquista de la capital fue otra de las aspiraciones de nuestro personaje y si el tiempo y la autoridad competente no llegan a impedirlo, vive Dios, que lo consigue. El método, el de siempre: manteca colorá en forma de comunión mística de euros. El pastón salido de la Obra Social de la Caja de los cordobesas para la restauración de las campanas de la Giralda le proporcionaron una preciosa cononjía en el cabildo sevillano que lució con apostura torera y el traje de luces tradicional, casulla recamada de oro fino. La celebración de sus bodas de oro sacerdotales en la catedral hispalense fue una ocasión como nunca vieron los siglos, calificada por algunos como autosantificación en vida y en la hay quien dice que cantaron cinco mil curas, e incensaron el ambiente doce mil monaguillos. Pero eso es a todas luces una desageración de los enemigos de don Miguel. Lo que si fue cierto y no fruto de malicia corrosiva alguna fue la asistencia de la alcaldiosa de Córdoba, la miríphica renacida Rosa Aguilar que ocupó un puesto de honor tanto en el templo como en la comida posterior a la que fueron invitados 6.500 adoradores del Novio, y sobre la cual aún pesan las dudas de quien debió gritar al final ¿a ver, cuánto se debe?.

Otras minucias que hablan de la humildad del personaje son por ejemplo la obligatoriedad de que todas las placas que anuncian que cualquier aparataje o departamento ha sido donado por la Obra Social al Hospital Reina Sofía lleven su nombre como detentador del patrocinio, o el haberse creado una Fundación con su nombre con el único fin de glorificar sus pasos en la tierra. Y por supuesto como todo prohombre que se precie no podía quedar don Miguel sin su hagiografía oficial en vida, trabajo que fue encargado a Manuel Gahete, un juntaversos meapilas paniaguado de la Fundación, también de Fuenteovejuna (el Clan Todos a Una) cuyo único mérito reconocido hasta ese momento había sido, aparte de la confección de un extrañísimo poema al noble acto pajillero tan recatadísimo que hubiera podido dedicarlo mismamente y verbigracia al despioje simiesco, una desopilante tesis doctoral, vergüenza del gremio, sobre el propio Castillejo. La tesis, reelaborada le sirvió como base a la biografía, un hipercobista tochazo del copón editado para más inri por Almuzara, la empresa del ex ministro del PP, Pimentel, conocido ya como el Rey del Top Manta Editorial, y de cuyas virtudes literarias no puedo hablar porque me ha recomendado mi gastrólogo la abstinencia de productos de contenido altamente laxante. Lo que si me gustaría saber es si el caballero andaluz del flequillo vacilón le ha pagado siquiera euro de los derechos de autor. Más por nada porque no suele hacerlo, y por invitarlo al club de afectados.

Pero no es sólo el cultivo del ego lo que ha llevado a don Miguel a tan altas cotas de fama y consideración social. No. Su amor por los productos propios de la riqueza, fundamentalmente en su forma más natural, la pastuqui, no se queda atrás. Su legendaria devoción por el marisco, que le ha granjeado el título de Fray Langostino, sólo es comparable al que siente por los coches gansos y los guardaespaldas no menos gansos. No se sabe si sus reconocidas posesiones marbellíes y gaditanas, su piso del Gran Capitán y su recóndito chalet de la sierra son todo lo que ha podido reunir el humilde cura mellariense en estrictos bienes materiales (2), pero lo que lo ha elevado a la gloria eterna de la codicia mundana fue la autoconcesión de una póliza complementaria de su pensión por la que el monto de cobranza mensual del que es todo un sacerdote alcanzaría la minucia de 7.392 € al mes. Otrosí su desprendimiento se complementó, como pudo recogerse en la prensa del momento con los 2,9 millones de euros que desembolsó la Entidad para cubrir una póliza de seguros que le garantizara una renta vitalicia de la que también son beneficiarias sus cuatro hermanas. Las hermanitas de la caridad.

Todavía un año después de su jubilación don Miguel seguía controlando los hilos de la Obra Social y Cultural desde el despacho de su Fundación situada en la plaza de Las Doblas, que le cediera el mismo Sandokán que poco después sería tratado como un apestado desde su implicación en la Malaya. Algunos listillos se confabularon para limar las largas uñas del viejo Padrone. Relegaron a sus fieles hombres y los sustituyeron por la socialista Aurora Atoche, alguien nada inocente pero más acorde con los nuevos tiempos. Pero la posibilidad de que la pasta no fuera ya íntegramente controlada por la Iglesia y no se dedicara a lo que tradicionalmente se empleó, a la extensión de la cultura estrictamente católica, llevó a los poderes ocultos a defenestrarla (verano de 2008) y a devolver el control a las viejas marionetas del Gran Cura. El biógrafo Gahete entre ellos. El bocado que han conseguido mantener los dientes de la Iglesia con la fusión ha sido precisamente el control de este bombón relleno de pasta de euro concentrada. Una pasta de euro que tendremos que contemplar cómo por mucho tiempo aún se gasta en lo mismo de siempre: confección de más mantos recamados en oro y pedrerías para lucimiento de los objetos de veneración de la idolatría cofrade y otras formas de cultura supersticiosa. Católica por supuesto.

    (1) Teniendo en cuenta que esta ermita de San José está incluida en el catálogo de bienes protegidos del Conjunto Histórico de Córdoba, no sé yo si es muy legal el bujero que le ha mandado infligir don Miguel para reposar eternamente y el marmolazo flamante que lo cubrirá. Por otra parte no sé si es muy legal eso de que la gente se entierra dentro de las ciudades y estaría bien averiguar quienes tienen derecho a serlo dentro de los cascos urbanos, algo prohibido expresamente desde tiempos de Carlos III. Supongo que los obispos en las catedrales y poco más. Aunque parece que hay aún afortunados que gozan de ese privilegio como demuestra el hecho de que en la Mezquita de Córdoba, desde hace algún tiempo habilitada como catedral de culto católico aún hay en esta ciudad familias con tan rancio abolengo de sangre o de pastuqui que poseen capillas propias donde se siguen enterrando aún hoy los afortunados portadores de sus apellidos. O sea, que son capillas privadas. En la Mezquita. En el siglo XXI.


    (2) Después de confeccionar el post he encontrado muchos documentos interesantes en el blog de Alberto Almansa, entre ellos una lista de los bienes que se le suponen a don Miguel.

5 comentarios:

  1. Hijo mío, como sabrás, nuestro reino no es de este mundo, aunque debemos tener un pasar con dignidad, pero tu inquina para con nos te está asegurando una excomunión segura.

    ¡Arrepiéntete y sobre todo no menciones los dineros!

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  2. No hay acceso a la Calleja de las Flores. ¿Algún ataque, legal o ilegal?

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  3. Anónimo9:15 p. m.

    Al intentar entrar aparece el siguiente comentario:
    No existe ningún alojamiento configurado en este servidor para el dominio www.callejadelasflores.org

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  4. cordobés9:15 p. m.

    si todo su conocimiento es éste apaga y vamonos :

    la Mezquita de Córdoba, desde hace algún tiempo habilitada como catedral de culto católico

    si desde hace algún tiempo , siglo XIII ,

    se le ha parado el reloj !!!

    bueno, no se puede saber de todo

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  5. Anónimo2:46 p. m.

    http://www.change.org/es/peticiones/al-tribunal-de-justicia-de-la-uni%C3%B3n-europea-cajasur-no-a-la-impunidad-de-los-responsables-de-la-quiebra-de-la-intervenida-cajasur-de-la-santa-iglesia-cat%C3%B3lica

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