Aprovechando que acabo de recibirlo ilustro musicalmente esta entrada con un tema, Thulathiyat, del último trabajo de Amina Alaoui, SIWAN. La increíble voz de la cantante fasí, especialista en gharnatí, uno de los modos de la música andalusí maghrebi, pero cuya amplitud de intereses musicales le ha llevado a tocar palos como la música medieval cristiana, la tradición sefardí, la chanson ancienne francesa, la tradicional española y por último, la fusión con el jazz, lleva unos días transportándome a un delicioso estado de trance. Acompañada del compositor noruego Jon Balke, con un grupo de músicos barrocos de Noruega, el trompetista americano John Hassel y el fantástico violinista argelino, Kheir-Eddine M'Kachiche, este SIWAN es lo mejor que he escuchado en los últimos tiempos.
Con bastante retraso y aprovechando que necesito una cura de protector gástrico después de la ingente cantidad de bilis que mi vesícula ha generado y la sobredosis de ella que os he obligado a consumir a los que me seguís asiduamente con los artículos sobre Cajasur me voy a emplear en el relato de mis últimas andanzas por Marruecos, sin meta ni longitud prefijada, en un relato que no pretendo lineal, sino errático y diacrónico.
Estos días, con Aminatu Haidar luchando por sus derechos pisoteados por dos estados, siento además especialmente el punzante sentimiento bífido que en mí genera siempre el país del sur. Amor y aborrecimiento se entrelazan como en una trenza sentimental en mi ánimo cuando estoy o pienso en Marruecos. Cuando al sátrapa marroquí le asoma ese colmillo de cabrón que ha aprendido últimamente a esconder bajo el belfo de falso monarca parlamentario consigue sacarme de quicio. La forma de gobierno de Marruecos sigue siendo exactamente la misma que era con el padre del reyezuelo actual: una dictadura feudalizante. Ya sé que el país no tiene la culpa, me digo. Como la España de los 70 no tenía la culpa del amarillo y afilado colmillo de Franco. Y a la vez reafirmo en mi convicción de que la repugnante hipocresía de los políticos españoles que están dispuestos a esconder bajo la alfombra de los contratos económicos y del papel de portero de la discoteca europea que la Unión nos ha interesadamente asignado los derechos machacados de los ciudadanos marroquíes y saharauis, no es fruto únicamente de mi conspiranoia. Pero es que además ahora resulta que no sólo somos eso, los porteros de Europa, sino que además el ministro de Exteriores español se deja convertir en el enjuagador de los gayumbos sucios de un tirano con sardinas. Teodoro al menos tenía y tiene petróleo.
Dos vistas de Tánger desde la terraza del hotel
Bueno, no me enrollo más. Tánger. Hotel Dawliz, con las vistas más maravillosas de la ciudad, desde que cerraron el Villa de France. Todo perfecto salvo el pequeño detalle de que se trata de un complejo compuesto de hotel, bar, cafetería, el inevitable Macdonald, restaurantes temáticos, tiendas de mariconadas y ¡una discoteca! Noche de viernes y sábado imposible dormir antes de las 4 de la madrugada. El bumba-bumba se infiltra como si de humedad se tratara en las vigas maestras de todo el edificio y llega hasta el último rincón de la última, habitación de la última planta. Las protestas, inútiles. Y constato que el Macdonalds debe ser el establecimiento de la cadena con las mejores vistas del mundo mundial. No porque yo lo usara, que ya sabéis que me lo prohibe mi religión, sino porque su terraza caía exactamente debajo de la nuestra. Por cierto, que el Villa de France lo están restaurando, después de más de 20 años en ruinas. Siempre lo preferimos al Continental y al Rembrandt, con los que compitió para nosotros ventajosamente en mitología. Miedo me da, porque fue nuestro alojamiento favorito tangerino en aquellos primeros tiempos. A ver lo que hacen. Las rutinas de siempre. Los bares: El Dean’s (lugar mítico donde cogorceaban frecuentemente Bowles, Borroughs, Tennessee Williams y compañía) y La Grand Poste (frente a Correos), además del más agobiante Mesón Ocaña. Mi amor por Tánger sube siempre varios enteros cuando le añado su condición de ciudad contapista: te pides una cerveza (siempre botellín: 1’5€) y te colocan una alegría de tapaza: paella, tajine de pollo, sardinas, jureles, etc., que hace más por la concordia de las gentes y los pueblos del mundo que la Alianza de Civilizaciones de cartonpiedra de los políticos vendedores de espumillón hmanista. Y antes de que te hayas terminado la birra ya te han atosigado con otra tapa, que evidentemente te pedirá una nueva espumosa. Y así hasta que pones pie en pared y consigues salir del local lo más indemne posible. Luego podrás irte a comer convencionalmente o no, depende de la glotonería de que seas capaz, pero te aseguro que no es necesario. También visité la librería Les Colonnes, no vayais a pensar que sólo me interesan los baretos.
Cenas en el coqueto Agadir, donde siguen sirviendo el mejor tajine de cordero con limón confitado de Marruecos. Menos mal que es barato, porque eso sí, más escaso que una deconstrucción de El Bulli. Con media botellita de Guerrouane tinto. Paseos, muchos paseos, el ritual té en el Hafa, un ratito en el Café Central del Zoco Chico (Suq ad-dajil = Zoco de dentro) para asistir al estimulante espectáculo del paso de miles de españoles de excursión, organizados por enormes pandas, de un día desde Tarifa, cargaditos de juguetes, cuchillos curvos, pufs, platos-tajinera, con extraños tocados, feces, turbantillos, gritando como posesos y sintiéndose superiores a los moros que tratan, y lo consiguen siempre, de ordeñarles los euros. C. siempre me dice que soy un morboso, pero es que a mí la contemplación de determinadas debilidades del ser humano me reconcilian extraña y entrañablemente con él. Y el té de ese café es uno de los mejores de Tánger.
Este año he podido disfrutar, como los propios tangerinos, del nuevo parque público que se ha abierto junto a la plaza del Zoco Grande (Suq al-barra = Zoco de fuera) en los terrenos de lo que eran los jardines del Mendub. Comienza en los juzgados, a los que se entran por una puerta en la propia plaza, sube por el este hasta el cementerio y queda rodeado por la calle de Italia y la avenida de Hassan II. Los juzgados son un buen sitio para contemplar un trozo fresco de la vida marroquí. Unos hermosísimos ficus dan sombra a las escenas: juezas (algunas con hidjab) y jueces togados charlotean en la puerta o en los atrios superiores, mientras los pleiteantes, pobres, siempre pobres, se preparan, abajo para las sesiones, bajo la supervisión de pomposos abogados armados de carteras de cuero. Como en cualquier juzgado español, pero con rituales más anclados en la sumisión.
Esquina tangerina donde se juntan la calle Ibn Batuta y la Ibn Jaldún
Supuesta tumba de Ibn Batuta
Subir de nuevo hasta todo lo alto de la medina, hasta el borde mismo de la casbah, donde se encuentra la supuesta tumba de Ibn Batuta, que nunca conseguí ver abierta ni ahora ni en mis anteriores peregrinajes, es un ritual que repito siempre. Es un lugar sin más encanto que el propio consumo mitológico. Sea o no cierto que allí estén sus restos. Un poco más abajo dos calles se juntan en una esquina: la dedicada al viajero tangerino y la de otro árabe universal: Ibn Jaldún.
Ermita de Sidi Muhammed bin At-taieb en Tánger
Nos alargamos una mañana al Centro Confluences Musicales, bajo el mirador que se levanta junto a la Gran Mezquita, por si había anuncio de alguna actuación. Nada. A través de una ventana vimos a Carlos Paniagua trabajando en su taller de luthier. Estaba tan concentrado en la fabricación de una pieza que no quisimos molestarlo, como la vez anterior.
Una visita a la Fundación Morín, en la misma medina, pero muy cerca del Zozo Grande, pequeña, pero intensa, ubicada en una antigua sinagoga, una colección de carteles, fotos y objetos en relación con el Tánger mítico de su etapa internacional. La donación es para la fundación que procura escolarización a los niños pobres de la medina. Lo que no hace el gobierno.
Nuestro Tánger de siempre.
Un pequeño problema de movilidad de C. le ha impedido castigarse demasiado andurreando. Así que he aprovechado para madrugar mucho, apenas amanecido y recorrer las ciudades yo solo. Un par de horas después volvía, desayunaba y paseábamos a un paso más pausado. Ello me ha permitido recorrer las ciudades prácticamente vacías con sólo los viandantes que se dirigían tempranamente al trabajo y los marroquíes no son nada tempraneros.
Medina de Rabat
Rabat fue el siguiente destino. Un viaje de unas cinco horas en tren partiendo de la flamante estación de Tánger. Es una ciudad que me gusta, a pesar de que mucha gente la obvia insensatamente. Me encanta callejear por la zona que bordea el ángulo que forma la calle-zoco Souika y la calle de los Cónsules, la más turística de la ciudad, abarrotada de tiendas de chuches para guiris y anticuarios. Unos metros hacia adentro se puede disfrutar de una medina sencillamente encantadora, doméstica, muy burguesa, con calles con un aire como de pasillos entre patios de ciertas casas andaluzas, un laberinto limpio y muy cuidado donde buscar las típicas portadas que llevaron a Marruecos los moriscos exiliados en el siglo XVII por la intransigencia española aliada entre Iglesia Católica y Corona. Esa tradición en las portadas de las casas burguesas sigue perviviendo intacta y puede comprobarse en los cientos de ejemplos que se encuentran por doquier. Son portadas muy característica en las que se estiliza la típica decoración renacentista española que conocieron los expulsados: arcos de medio punto con la clave sobresaliente y jambas jalonadas por pilastras redondas terminadas en sugeridos capiteles corintios. Y normalmente las pintan de vivos colores. Muy pocos turistas conocen su origen, a pesar de que las guías se encargan de explicar claramente que los españoles expulsados fueron los constructores de la muralla roja que la rodea y los impulsores de la actividad pirata a que se dedicó la ciudad a lo largo de todo ese siglo.
Calle y puerta morisca de la medina de Rabat
Portada almohade de la Casbah de los Udayas
Al final de la calle de los Cónsules ya se divisa la imponente puerta monumental almohade a la Casbah de los Udayas. El interior de la casbah conforma uno de los espacios más encantadores de todo Marruecos, un pueblo andaluz de casas y calles encaladas y puertas renacentistas pintadas de vivos colores. Todo él es producto de nuevo de los españoles exiliados, concretamente de los procedentes del pueblo pacense de Hornachos, los primeros expulsados de Extremadura tras unos oscuros sucesos en los que la Inquisición y sus vecinos cristianos hicieron el papel de malos de la historia. Los hornacheños se instalaron en la vieja casbah abandonada y al otro lado del río, en Salé. Desde ambas se dedicaron a una nueva industria que el mar y su situación le propuso: la piratería. Sería la segunda vez que andalusíes expulsados del solar ibérico atraviesan un mar, fundan un estado y se dedican al rentable negocio del bandolerismo marítimo. En el siglo VIII fueron los artesanos del arrabal de Saqunda de Córdoba los que lo hicieron en Creta. 900 años después, campesinos hornacheños andalusíes en Rabat-Salé.
Puertas moriscas de la medina de Rabat
Callejas de la Casbah de Rabat
Al final de la Casbah se abre un gran espacio libre que domina la desembocadura del Bu Regreg, una inmejorable posición estratégica para proteger la ciudad de las incursiones marítimas. Las vistas del río, el Atlántico, Salé enfrente y la zona zona monumental del Rabat son impresionantes.
Vista de Rabat desde la Casbah
Una de las gracias de este viaje era practicar mi dialectal marroquí, adaptando mis nociones de árabe clásico a la lengua callejera. Me había comprado unos mesesantes el magnífico manual de Francisco Moscoso con su Cd de conversaciones cotidianas que había machacado concienzudamente, amén de haber contado con la inestimable ayuda de mi amigo Rachid, al que agradezco especialmente la superación de los malos tragos que le supuso el tener que soportar, no sin evidentes muestras de malestar físico, el acento rabatí de la grabación que continuamente comparaba con su, según él, excelso acento tetuaní. He de decir que mis progresos a mi vuelta han sido notables y que he conseguido manejarme sin tener que echar mano excesivamente del clásico y mucho menos del francés. De la amabilidad y paciencia de los marroquíes es fundamentalmente el mérito. El fracaso ha sido volver sin haber conseguido ni una sola grabación de cuentos infantiles en dialectal marroquí. Sencillamente no existen. No son rentables y no se hacen, fue la respuesta de la mayoría de los casi 5o librerías, tiendas de música, puestos callejeros y chamarileros de mercadillo donde pregunté. Ya conté que yo tuve y perdí misteriosamente una magnífica grabación de dos largos cuentos en dialectal marroquí -Los dos hermanos y El erizo y el lobo- muy bien grabados y narrados en un cassete editado por una Casa de Beni Slimane que compré hace 15 años en el propio Rabat en la Librería Calila e Dimna y del que conseguí memorizar algunos trozos y aprovechar multitud de expresiones. En Fez mi amigo A. me llevó al lugar más indicado, una enorme tienda de discos de la plaza Rasif, donde ante la evidencia del fracaso repetido acabé comprando como triste sustituto dos Cds de chistes. El equivalente a los Morancos. Los Morancos de Casablanca. Un horror. Mi amigo Rachid casi convulsiona cuando se los puse. Y se ha negado en redondo a usar ese infecto material para las clases. Dice que tendría que lavarse luego las neuronas con Fairy. Y evidentemente yo solo no entiendo una mierda de lo que dicen. Espabilao que es uno.
Pués se agradece el descanso, primero por las recomendaciones que tendré en cuenta cuando vuelva a Tanger y sobre todo por las risas que me he echado a cuenta de Rachid y su inmaculado árabe, me encantaría que subieras un trocito de los Lahbal.
ResponderEliminarY tu inglés me parece estupendo, lo importante es que pueda uno comunicarse y le respondan, yo me entiendo con medio mundo con un inglés parecido.
¡Qué lio! lo del inglés es de otro sitio en el que hablas sobre los helados de David Rico y he mezclado una historia con otra, afuan.
ResponderEliminarVaya, hencarna, sigues liándome, mejor: sigues contagiándome tus líos. A ver si te aclaras. Me alegraré si algún día te sirvieran mis notas sobre Tánger. En cuanto a lo de Lahbal... no sé, no sé. Yo no hago distinciones entre religiones ni entre chistosos de la caspa sean en el idioma que sean. LO mismo que no cuelgo chistes de Los Morancos no lo voy a hacer de esos. Y Rachid sabe de lo que habla. Si quieres te mando un trozo por correo, bien envuelto en un zip para que no contamine.
ResponderEliminarVenga, que la pulsión navideña te sea leve, aunque beneficiosa.
Como siempre deleitarme con tus relatos en Marruecos. Lástima que cuando estuvimos en Tánger Conchi y yo,no hubiéramos tenido disponibles cualquiera de tus relatos. Te estoy escribiendo esto y escuchando la música. Mi padre compraba un semanario que se llamaba España de Tánger y que los domingos leía asiduamente. Era un semanario bastante progresista para aquellos años. En ese viaje estuvimos en Tetuán y me pareció aquello, la medina, medieval. Una fruta preciosa, pero otros productos sin higiene alguna. Una farmacia de la que hoy con un catarro nasal de película, estoy usando semillas de eucalipto liadas en una pañuelo a modo de muñequilla de charolista, para olerlas. A lo mejor no eran de eucalipto por el origen de esos árboles en las antípodas, lo digo por considerar que no es un remedio árabe. Mis felicitaciones. Ah, ya tienes la Ermita de San José, como me aconsejaste.
ResponderEliminarEso, Paco, a lo mejor no eran de eucalipto... jajajaja! ¡picarón!
ResponderEliminarTe empiezo a considerar, amigo harazem, el corresponsal oficioso (esto es, el guay) en el antiguo protectorado, un testigo muy fiable, crítico y a la vez amistoso con el vecino y hermosísimo país.
ResponderEliminarCreo, no sé qué opinas tú, que parte de la animadversión de algunos españoles hacia los marroquies es porque oscuramente detectann lo mucho que nos parecemos, aparte de la larga historia compartida.
Salam
Pues sí, Lansky, y eso que se trata sólo de una detección o intuición, que si los conocieran de verdad... Y mucho más los andaluces: el mismo tipo de humor popular, tan casposo como en el de aquí, la gastronomía y la religiosidad, más cercana del politeísmo por el culto a los santos (a pesar de los desesperados intentos de los fundamentalistas infiltrados por el wahabismo saudí) que del unitarismo o el trinitarismo oficial.
ResponderEliminarCada vez que veo comentarios de Marruecos me dan muchas ganas de viajar a dicho país. Por amigos me llegaron muy buenos comentarios sobre dicho lugar y por eso espero en el futuro poder conseguir alojamientos baratos y disfrutar de todo lo que hay en Marruecos
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