La belgo-tunecina Ghalia Banali por rumbas. Awadu, de su album Wild Harissa.
Obviando el abrumador título que me endiña, sospecho que no sin cierta sana sorna, respondo desde aquí a mi admirado Eladio Osuna que en un comentario a mi anterior post sobre el papel del tomate en la gastronomía mundial me reclamaba extensión sobre el tomate rosado cordobés.
Y lo primero que he de confesar es que yo de tomates, como de casi todo, entiendo un pimiento, valga el trillado jueguecillo hortofructícola. Me refiero a razas, marcas y demás asuntos periciales. Eso sí, el tomate rosado de la huerta cordobesa lo conozco a la legua. Ese feo de aspecto, lleno de borococos y la zona del pedúnculo deformada, pero que tiene una carne prieta y jugosa y un olor y sabor tan intensos que dan ganas de llorar. Porque sabor y olor han desaparecido totalmente de los criados en invernaderos y producciones agrícolas industriales, esos que vienen en asépticas cajas todos igualitos que pareciera que los hubiera fabricado a molde una máquina. La característica más penosa de esta maravilla es que sólo se encuentra bien entrado el verano. A mí me lo sirve mi vecino frutero provinente de la huerta de su padre en Alcolea, a quien conozco también desde casi niño, con lo que al placer de su degustación se le une el cariño por su crianza. No sé si se trata de una raza autóctona cordobesa como la del canónigo banquero, en feliz peligro de extinción, o el erudito folklórico-moruno, a quien Dios guarde muchos años, o simplemente un tomate criado artesanalmente en las escasas huertas periféricas que van quedando y que se han salvado de la metástasis parselista. Y no quiero saberlo. Seguro que si le pregunto a San Google me sale con que tomates rosas los hay hasta en el Sájara. Así que, como la de la copla de la Piquer prefiero seguir soñando a conocer la verdá. Soñando que esa maravilla tomatera es tan cordobesa como el carácter de sus taberneros. Una gilipollez autoctonista, desde luego, pero que me perdonaréis porque esta caló de desierto bíblico me está recociendo a placer las neuronas. Sea como sea, tomate de esos que veo en la frutería, tomate que morirá en mis manos partido en dos, esturreado de sal gorda y pimienta y devorado a bocados o troceado en picaíllo con aseitito de Priego, atravesado por agudo mondadientes. No antes desde luego de haberlo adorado un rato sobre la tabla de partir de mi cocina ya con el cuchillo en la mano y una beatífica sonrisa.
Por cierto que anoche se celebró en el marco incomparable del hondo patio cordobés de la madre de mi amigo Juan Sepelio el XIV CERTAMEN INTERFRATERNAL DE GAZPACHOS COLORAOS. En cuanto vea a mi amigo Juan Sepelio le pregunto por el resultado de este año. El pobre no ha conseguido una victoria en ninguno de las ediciones anteriores. Y eso que hace un gazpacho que se te va la olla. ¡Cómo serán los de sus fraternales adversarios!
Te juro por lo más sagrado que solo me refería al tomate rosa cordobés.
ResponderEliminarIgual es que estamos como el el tardofranquismo, leyendo entre líneas todo lo que se publica ¿por qué será?.
Bueno, volviendo al tema, parece una tontería pero en mi catetez gastronómica, le suelo echar además de una gotas de aceite de oliva virgen, unos granitos de sal gruesa. Pero he aquí que yo pensaba que toda la sal era la misma, y sin embargo he probado la sal SeluQtia, que la vende Eroski como Flor de Sal de Camargue en una caras latitas de 125 gramos, y el resultado es espectacular.
Así que gracias por ilustración a la que correspondo con mi "receta"
En Huesca se plantan, se engordan y se comen unos tomates que son igualicos que el que te sirve de ilustración en la foto de esta jugosa entrada. Son tan ricos como tu explicas (que aunque he comido hace poco, he salivado con sólo leerte). Y, no te lo vas a creer, pero también los llaman "tomates rosas". La única diferencia es que los oscenses dicen que son de Huesca, incluso lo creen los zaragozanos y mira que son muy suyos éstos zaragozanos. Es más la gente piensa que solo se plantan en la comarca de Huesca. De hecho yo no los he visto en otros lugares del norte de España, así es que está bien saber que los puedo degustar también en Córdoba. ¡Qué delicia los tomates rosas! se planten donde se planten.
ResponderEliminarQue frescura de entrada, y sobre todo que vitaminada. Habitualmente en mi casa se consume a diario, lo que no se es si es rosa y cordobés. La realidad es que por el color no es paisano el de mi casa. Como curiosidad decir que el recuerdo de consumo tomatil, en mi caso, se remonta a los que nos ponían en la alberca de "Los Mudos", cuando mi tía Carmela (1) llevaba a los niños de "su señorito" y a su sobrino -por este orden- allí a bañarse. Son los tomates más antiguos que recuerdo haber consumido que calculo sería en el 1955. A lo mejor aún la raza no había sido creada, porque el color del tomate es más intenso, más rojo, más rutilante y eso de rosa me parece una "mariconada" o que tengan "endeblez".
ResponderEliminarY lo de la sal de Eladio, nada de nada, la desconozco, la verdad es que la sal la tengo ya prohibida y mi madre era de comida sosa, pero volviendo a "Los Mudos" si recuerdo era de grano gordo la que le echaban.
(1) También estuvo recogida en Cañero al lado de casa de tu madre, por lo que la debes de recordar, nació criada y murió en casa de su hermana Encarna. Los ahorros se los presto a fondo perdido a sus señoritos cuando vinieron a menos, es decir cuando la pusieron verdaderamente "a servir".
Sí, Paco, recuerdo a tu parienta vecina de mi madre. Y no le hagas caso a Eladio, que es un moderno, y le echa a los tomates sales de esas que usa Ferrán Adriá. Se empieza por ahí y se termina rebozándolos de hidrógeno líquido... Que no, Eladio, que la más sana es la sal de salina del Mediterráneo o de Montilla. En grano gordo.
ResponderEliminarJosefo, efectivamente hay tomates rosas en mucho lugares: en Barbastro, que son lo más famosos, en Murcia y hasta en... Costa Rica. Pero los de Córdoba son los más queridos, más que nada porque están en peligro de extinción.
No sabes Manuel la alegría que me produce que alguien me llame moderno. Le he sacado un cuadro a tu afirmación y se la he presentado a mi mujer con orgullo. Ahí es nada.
ResponderEliminarNo Manuel, no estoy por la cocina del hidrógeno, ni los platos de diseño, ni loa vinos vips... Pero me gusta probar todas las cocinas del mundo y fíjate que se me olvidó decir que al lado de esa sal, había otra que creo recordar era del Tibet o algo así y otras más que pienso probar. Ya te contaré.
Por cierto que con estos calores al tomate le va muy bien una fría cerveza.
He publicado en mi Web sendos artículos impublicados: uno sobre los desayunos y otros sobre las copas de la calle de la Plata.
Saludos
ni aceite, ni pimienta, ni hostias.. sal gorda de toda la vida, poquita, sólo unos granos, el tomate fresquito, que no frío,bien cortao, importantísimo, y un buen cervezorro, y a correr.
ResponderEliminarVa, Anónimo, no seas tan talibán. Prueba a echarle un poquito de pimientita, recién molida a ser posible...
ResponderEliminarMira tú que interesante. Justamente es uno de los tomates que se cultivaban en mi ciudad de origen (Talca - Chile).
ResponderEliminarVivo en Santiago de Chile y hace años que soñaba con volverlos a encontrar. Hace 2 meses descubrí con fascinación que aquí cerca de donde vivo, D. José Acevedo, que cultiva hortalizas, lo está sembrando solo para el consumo de él y su familia.Como es tan delicado ya no sirve para explotarlo comercialmente, pero D. José, a su vez, lo descubrió hace apenas un par de años y está fascinado. Ahora se lo compro directamente e hice realidad mi sueño de volver a comer tomates. Porque los que ahora existen son mezclas híbridas con gusto a cualquier cosa menos tomate.
VIVA EL TOMATE ROSADO....
¡Que viva, doña Javiera! Si te interesa el tema cultural asociado al tomate puedes leer un artículo que publiqué hace tiempo y que tienes enlazado en esta barra de navegación con el título DE COCINA. Gracias por venir desde tan lejos.
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