No es lo suficientemente achicharrante este verano cordobés como para que encima venga un cabrón con carné de periodista y varios premios Pulitzer a derretirte la moral con el lanzallamas de sus infamias.
El artículo se titula No se pierdan ese reportaje y el miserable que lo escribe THOMAS L. FRIEDMAN. No voy a entrar en valorar su contenido, salvo el breve comentario de que se trata de uno más de los intoxicadores relatos de todos buenos y todos malos a que tan acostumbrados nos tienen ya los pensadores y políticos occidentales neutrales o neutros cuando tratan del que interesadamente llaman conflicto israelo-palestino. Como nuestro Carapapa Moratinos sin ir más lejos.
Sólo voy a pegar un párrafo que habla por sí mismo de la clase de sucias tretas que intentan colar como análisis objetivos aquellos que fomentan la idea de que lo que ocurre en Palestina es un conflicto entre un gobierno democrático que se defiende de los ataques de unos terroristas vecinos y odiadores por naturaleza, en lugar de la defensa numantina de lo que queda de un colectivo de ciudadanos supervivientes de una brutal limpieza étnica llevada a cabo por un estado blanco occidental expansionista desde hace 60 años, que se resisten a ser desalojados definitivamente de los minúsculos territorios en los que han acabado siendo arrinconados, territorios convertidos en campos de concentración, en bantustanes, en reservas indias, por ese mismo estado expansionista y genocida.
Dice el hijoputa:
La crítica destructiva bloquea los oídos de los israelíes. Les dice que ningún contexto puede explicar su comportamiento, que la singularidad de sus errores es tal que eclipsa todos los demás. Los críticos destructivos se limitan a decir que Gaza es una cárcel israelí, sin llegar nunca a mencionar que, si después de la retirada unilateral de Israel de la franja, Hamás hubiera decidido convertirla más en Dubai que en Teherán, Israel también se habría comportado de otra manera. La crítica destructiva solo fomenta que los sectores israelíes más destructivos puedan señalar que poco importa lo que haga Israel, así que ¿para qué cambiar?
Y digo hijoputa porque sólo un hijoputa con los ojos malos es capaz de la villanía de acusar al Gobierno de Gaza de no convertirla en un emporio de milagroso crecimiento económico en un par de años, en un nuevo Dubai. Al gobierno de un campo de concentración saqueado y expoliado sistemáticamente desde 1948 con la aquiescencia de los demás estados del hombre blanco y que acababan de abandonar, arrasándolo previamente, las tropas y los colonos del estado invasor por la imposibilidad manifiesta de mantener el sojuzgamiento de la población invadida sin exterminarla del todo. Lo que en el Oeste del siglo XIX era posible, pero que ahora queda un poco brutote para la nueva sensibilidad occidental. Este cabronazo acusa al gobierno de un territorio sometido a un brutal bloqueo económico y sanitario desde el mismo momento de haber sido elegido por sus ciudadanos democráticamente que impedía, e impide aún, el paso de productos tan peligrosos para la seguridad del estado israelí como el cemento, la carne fresca o el chocolate, de no elevar el nivel de vida de sus habitantes en lugar de hacer lo único que podía hacer contando sólo con la más absoluta escasez de medios y bienes: mantener la moral de los ciudadanos alta. Resistirse con uñas y dientes a convertirse en los siux del siglo XXI. Los medios tal vez puedan tacharse de dudosos pero el fin es impecable. Y que por eso fue seguidamente bombardeado casi hasta el arrasamiento e invadido por el ejército más sofisticado del mundo para terminar de destruir por tierra lo que no consiguió desde el aire.
¿Alguien se imagina a un acreditado periodista inglés acusando en 1943 a los dirigentes judíos del gueto de Varsovia de no haberlo convertido en una pequeña Suiza, de no haber hecho más para elevar el nivel de vida de sus habitantes? Pues eso, que lo hubieran merecidamente llamado grandísimo son of a bitch, sin la más mínima duda. Pues ahora le dan el Premio Pulitzer. Y es que los tiempos adelantan que's una barbaridad.
NOTA: Uso la palabra hijoputa en un sentido metafórico, con los contenidos semánticos que ha llegado a tener en el idioma castellano, o sea con el significado de malnacido. Soy consciente de las connotaciones machistas de la misma, pero qué queréis que os diga, es la más exacta que conozco para expresar lo que pienso del hijoputa ese.
Por aquí se dice "dels collons d'un pots penjar els collons de s'altre"
ResponderEliminarComo ves, es polaco internacional.
Como tus paisanos Cervantes y Quevedo hirieron la abyección con el hi de puta, chico estás muy avalado para colgárselo al tipejo ese del Pulitzer !alante con los faroles¡
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