viernes, 14 de enero de 2011

Elena María Walsh


Ha muerto a los 80 años en Buenos Aires Elena María Walsh. Últimamente me entero de las muertes de gente a la que quería tarde. Me pasó con Abraham Sefarty a quien debo, y no sé si al final haré, un recuerdo en este blog. Pero no quiero hacer una necrológica. Google me ha mostrado que hay suficientes ya en la atmósfera de la red. Pero sí una curiosa referencia. A la Walsh siempre la tuve asociada a un episodio de la lucha antifranquista muy sonado: la representación de El tartufo de Adolfo Marsillach, versión libre del de Molière especialmente confeccionado para descojonarse del OPUS. En ella Marsillach introducía una canción compuesta por ella: Los ejecutivos. Hablamos de 1969 y el escándalo fue, previsiblemente mayúsculo. La fineza de los elementos del ataque era tal que tomados de uno a uno resultaba imposible señalar ofensas o burlas hacia nada concreto, pero cuya totalidad ensamblada era de una meridianidad descacharrante. Ello impidió que el ministro de Información y Turismo del momento, el hipermeapilas de la Obra Sánchez Bella, a pesar del berrinche morrocotudo que se pilló pudiera impedir su exhibición. Y también que la obra hubiera pasado la censura unos meses antes cuando el ministro era Fraga, de la facción falangista. Al menos en Madrid. Porque lo que sí consiguieron sus maniobras orquestales subterráneas fue que pudiera ser disfrutada fuera del perímetro de la capital del reino no coronado.

Yo de todo eso me enteré años después cuando me lo contó un amigo muy aficionado al teatro señalándome la importancia de aquella canción de la Walsh en la obra, lo que luego corroboré leyendo las memorias de Marsillach, Tan lejos, tan cerca (1998). Fue entonces cuando comencé a escuchar con otras orejas algunas de sus demás canciones que conocía y que me sonaban hasta entonces estrictamente infantiles. Entre otras la famosísisma El reino del revés. Mi pequeño homenaje a esta luchadora que puso su importante ladrillo en el muro os invito a ambas canciones. Las dos de una rabiosa actualidad.

5 comentarios:

  1. Qué sorprendente. En 1969 yo tenía once años y, evidentemente, no vi El Tartufo. Pero sí lo vió alguno de mis hermanos mayores, no recuerdo cuál, que volvió entusiasmado. Hace cosa de tres días me sorprendí a mi mismo cantando aquello de

    El mundo nunca ha sido para todo el mundo,
    pero hoy, al parecer, es de un señor
    que en una escalerilla de aeropuerto
    cultiva un maletín, pero ninguna flor...

    ¡Ay, qué vivos
    son los ejecutivos,
    qué vivos que son,
    del sillón al salón,
    del salón al avión,
    del harén al edén,
    siempre tienen razón,
    y además tienen la sartén...
    La sartén por el mango,
    y el mango también...


    y preguntándome si aparte de mí, que recuerdo casi patológicamente cualquier música que haya oído más de una vez desde mis tres años, habría algún otro ciudadano español que recordara semejante cosa. Y hoy me encuentro con este post tuyo...

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  2. Coño, no me había dado cuenta de que habías colgado "los ejecutivos". La he escrito de memoria. Nunca se la había oído cantar a nadie más que a mi hermana. Vaya viaje al pasado...

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  3. Pues menuda memoria tienes, Vanbrugh, yo no hubiera sido capaz de reproducir más de un par de versos, incluso habiéndola escuchado recientemente en que se la bajé a un sobrino jovencito para mostrarle que incluso en lo que es el eoceno para él se ponía en solfa a los que parten el bacalao, aunque no fuera en rap como a él le hubiera gustado.

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  4. Me pregunto si Elena María tenía algo que ver con otro Walsh, Rodolfo, escritor y periodista argentino masacrado por la dictadura de videla and cia.

    Años depués concoía Blanca, la hija de Marsillac, loca u bellísima, y estuve oyendo canciones de esta Walsh,

    Harazem: Vanbrugh no tiene memoria, tiene disco duro, muy duro

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  5. Voy dándome, Lansky, cuenta de la diferencia entre la memoria propiamente dicha y la memoria de Vanbrugh.

    Rodolfo y Elena María Walsh sólo compartieron el apellido irlandés y la lucha contra la dictadura. No sé por qué yo los había convertido en mi cajón de recuerdos en hermanos. Sólo ahora, cuando busqué en el google para saber algo más de ella, descubrí mi error.

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