El primer libro que leí de Ikram Antaki (1949-2000) fue La cultura de los árabes (Siglo XXI. México, 1989). Lo encontré por casualidad en una librería hoy desaparecida de la calle San Nicolás de Pamplona en la época en que mi afición al arabismo estaba en pleno auge y me lo pillaba todo. El libro me impresionó porque se trataba de un ensayo escrito por una mujer árabe que vivía en México y que se implicaba personalmente en la materia que estudiaba. Hablaba objetivamente pero también subjetivamente. Y lo decía. Probablemente haya sido el libro que más me enseñó sobre el alma de las sociedades árabes de todos los que leí por aquel entonces.
En 1996 C. y yo realizamos un largo viaje de tres meses por toda Centroamérica con especial dedicación a México. Allí, en el DF, en la librería El Sotano de Coyoacán encontré dos libros de poesía de ella. Los disfruté a lo largo de todo el viaje. Me gustaron mucho, pero cuando llegué a España habían desaparecido misteriosamente del equipaje. Nunca supe en qué lugar, mesilla de hotel, red de autobús, se quedaron. Ni recuerdo los títulos, pero todavía los echo de menos.
Aunque ya había publicado (1994) el libro protagonista de esta entrada yo no supe, extrañamente, de él hasta muchos años después, hasta muy recientemente, el día en que la escuché a ella misma referirlo en un archivo radiofónico que bajé de la red, uno de los programas que elaboraba en México y que se pueden descargar en una página en la se cuelgan también los textos de los mismos. Absolutamente recomendables.
Lo que decía era que el libro del que se sentía más orgullosa era El espíritu de Córdoba, aunque no daba más datos de su contenido. Me puse como loco a buscar y hallé noticia en la red de que se trataba de una novela en la que la autora hacía dialogar a Averroes y Maimónides a base de cartas que intercambian los dos filósofos cordobeses desde sus respectivas ubicaciones: Córdoba y El Cairo. Su objetivo fue captar y fijar en un texto aquel espíritu de colaboración intelectual entre diferentes corrientes de pensamiento mediatizadas por diferentes formas de entender la espiritualidad que se dio en un momento del comienzo de la Europa moderna y en un lugar, Córdoba, capital de un estado, Al Andalus, en el que ocurrió, como dice González Ferrin, el primer Renacimiento europeo, pero que tuvo la mala suerte de hacerlo en árabe. Un tema apasionante que, conociendo la profundidad intelectual de la autora, prometía un verdadero festín textual.
Así que me puse manos a la obra de su búsqueda inmediata. Lo primero fue tratar de hallarla en alguna librería de la red. Inútilmente. Ni en Amazon, ni en ninguna librería mexicana, lugar de su edición, Planeta, 1994. Ni rastro de algún posible punto de venta. Segunda posibilidad: bibliotecas. ¡¡¡Bien!!! Puesto el motor de búsqueda a trabajar me comunica que sólo existía un ejemplar en toda España pero que era accesible porque estaba en una biblioteca pública: la de la Diputación Foral de Navarra. Problema: en la biblioteca de Córdoba habían sido cortadas las peticiones de préstamos interbibliotecario por falta de presupuesto. Imposible hacer una excepción y eso que traté de avergonzarlos diciéndoles que parecía mentira que en la ciudad beneficiada por el título de tan prestigiosa obra no hubiera ni un solo ejemplar. Nada, ni conmoverse. Mi gozo en un pozo. Tendría que esperar tal vez años a que se levantara la prohibición o a tener la oportunidad de viajar a la semiártica Navarra.
Pero hete aquí que el día de la movilización quincemayera ante el ayuntamiento de Córdoba por la toma de posesión de la caverna política cordobesa, me encuentro a mi amiga M. L. mexicana afincada desde hace años en Córdoba que me comenta de pasada, entre alusión y alusión al poco pan y mucho chorizo, que en unos días viajaría para pasar una corta temporadita a la Guadalajara jalisciense. Sin demasiada fe le comento y solicito que en sus jaliscienses paseos cada vez que pasara por una librería de lance preguntara por si un milagro hubiera hecho a alguien deshacerse de un ejemplar, porque comprobado estaba que la edición estaba agotada.
Un mes y medio después me la vuelvo a encontrar en la conferencia que Carlos Taibo dio en el bulevar y casi sin mediar saludo me abre por sorpresa un cesto que llevaba: allí en su fondo, amorosamente acunado, un montón de fotocopias perfectamente encuadernadas de El espíritu de Córdoba. Y me cuenta, ante mi alegría primero, mi escándalo después por el esfuerzo que tuvo que hacer y mi risa finalmente por la manera tan rocambolesca como lo consiguió, que se pasó todo un mes peinando infructuosamente todas las librerías de la ciudad e incluso llamando por teléfono a otros lugares en los que contaba con amigos que lo buscaran. Que abatida por el fracaso de la búsqueda se lo comentó a una de sus mejores amigas a quien visita siempre que cruza el charco, Yolanda Zamora, conocidísima conductora desde hace 25 años del más importante programa radiofónico cultural de Guadalajara y a quien ella puso al tanto de la tarea que se había (le había yo insensatamente) encomendado. Que Yolanda entusiásticamente asumió así mismo el reto y ni corta ni perezosa hizo un un primer e infructuoso peinado entre todos sus conocidos para lanzarse a un llamamiento a través de las ondas de la radio jalisciense solicitando que si alguien poseía un ejemplar del libro tuviera la amabilidad de comunicarlo. Que tres fueron tres los amables poseedores de ejemplares del libro que se presentaron ese mismo día en la emisora con él. Y que concediendo uno de ellos permiso para que mi amiga M. L. lo fotocopiase pudiera yo por fin contar con el ansiado texto en mis manos.
Aún no le he hincado el diente, por falta de tiempo, porque quiero hacerlo a conciencia y simplemente hojeándolo he descubierto que es de una densidad apabullante. Así que en unos días comienzo su lectura y cuando por fin lo termine prometo hacer una recesión del mismo aquí en las páginas de La Colleja en exclusiva para los queridos asiduos a quienes tanto quiero, a pesar de lo calladitos que suelen mantenerse, los muy desagradecidos.
Lo alucinante del caso es que en esta ciudad que ha optado por la Capitalidad Cultural de Europa este libro sea tan aterradoramente desconocido. Y me sumo al mea culpa como aficionado al andalusíismo por el desconocimiento tardío que tuve del mismo. Pero desde luego yo no tengo una editorial dedicada a temas cordobeses, andaluces y andalusíes, ni trabajo en la HUCO esa, ni fui cabeza pensante de la oficina de la Caspitalidad, ni en Pía Obra Cultural de Banco alguno, ni tuve participación en la organización de los actos del Paradigma, ni tuve, ni tengo ni tendré jamás puesto de responsabilidad en organismo oficial cultural alguno porque me lo prohíbe mi religión. Así que todos aquellos que han ganado pasta a costa de implementar proyectos que vendan la moto de la esencia cultural de Córdoba en el presente, en el pasado y en el futuro deberían azotarse un poquito por no haber peleado por reeditar o solicitar reedición de un magnífico libro que habla precisamente de cómo en Córdoba un grupo de ciudadanos (ellos ya se consideraban eso) pusieron las bases del racionalismo europeo, de la necesidad de entendimiento intelectual y político como medio de conseguir una convivencia pacífica entre los seres humanos. Eso hubiera sido por ejemplo un esfuerzo verdadero por ofrecer al mundo la imagen de una Córdoba paradigma de cultura y de convivencia real de las diferencias religiosas e intelectuales. Y no el de ofertar, también por ejemplo, la imagen de un enorme rebaño de uniformados hinchas del equipo de la competición por la Capitalidad en un puente a mover las manitas al unísono.
En cuanto a mi amiga M.L. y su amiga radiofonista Yolanda y brillante conseguidora de textos difíciles dedico esta entrada para mostrarles mi profundo agradecimiento en mi nombre y en el de los amigos del conocimiento de esta ciudad que pronto disfrutarán de un resumen del libro.
Extraordinaria historia. Te felicito por tu buena ( aunque difícil) suerte, sin hablar de tu perseverancia.
ResponderEliminarLa actitud en tu camino
ResponderEliminarEstas son las dos actitudes abiertas al hombre: la actitud del guerrero y la actitud del amante. Tú eliges; puedes elegir.
Pero recuerda… traerá ciertas consecuencias.
Si eliges el camino del guerrero y te dedicas a luchar con todo lo que te rodea, siempre serás desgraciado. Eso es crear un infierno a tu alrededor; la propia actitud de luchar crea el infierno. O te conviertes en un amante, un participante, entonces este todo es tu hogar; tú no eres un extraño. Estás en casa. No hay lucha. Tú simplemente fluyes con el río. Entonces el éxtasis será tuyo; entonces cada momento se volverá extático, un florecimiento.
No hay más infierno que tú, ni más paraíso que tú. Depende de tu actitud, de cómo mires al todo. La verdadera religión es el camino del amante: la ciencia es el camino del luchador.
La ciencia es el camino de la voluntad, es como si estuvieras aquí para conquistar, para conquistar la naturaleza, para conquistar los secretos de la naturaleza; como si estuvieras aquí para imponer tu voluntad y dominación a la existencia. Esto no es solo descabellado, además es inútil. Descabellado porque creará un infierno alrededor de ti, e inútil porque al final cada vez estarás más muerto, menos vivo; perderás toda posibilidad de ser feliz. Pero, al final, tendrás que salirte del camino de la voluntad, porque es un camino que puedes seguir durante cierto tiempo, pero en él solo hay frustración y más frustración. Cada vez te sentirás más vencido. Cada vez te sentirás más impotente, y cada vez habrá más enemistad a tu alrededor. Tendrás que salirte de él; de mala gana, reluctante, pero tendrás que salirte de él. Al fin y al cabo, con una actitud de lucha nadie puede descansar, porque con actitud de lucha no es posible el descanso, uno no se puede relajar.
El camino de la verdadera religión es el camino del amor. Para empezar, no estás luchando con nadie. El todo existe para ti, y tú existes para el todo, y existe una armonía interior. Nadie está aquí para conquistar a nadie. No es posible. Porque ¿cómo va una parte a conquistar otra parte? ¿Y cómo va una parte a conquistar el todo? Esas son ideas absurdas que solo te causarán pesadillas, nada más. Mira a la situación en su totalidad… tú sales del todo y te disuelves en él, y, mientras tanto, tú eres en todo momento parte de él. Tú lo respiras, lo vives, y él respira a través de ti. Tu vida y su vida no están separadas; tú eres como una ola en el océano.
Una vez que entiendes esto, la meditación se vuelve posible. Una vez que entiendes esto, te relajas. Tiras todas las corazas que has creado a tu alrededor para sentirte seguro. Ya no tienes miedo. El miedo desaparece y surge el amor. Y en este estado de amor, ocurre el vacío. O, dicho de otra forma, si puedes dejar que ocurra el vacío, el amor florecerá en él. El amor es la flor del vacío, del vacío total; el vacío es la situación. Puede funcionar en ambos sentidos.
Así que hay dos tipos de religiones. Uno que crea el vacío en ti y a tu alrededor para que el florecimiento sea posible; tú has creado la situación, ahora la flor surge automáticamente. Si no encuentra resistencia, de repente la semilla se convierte en una flor. Hay un salto en tu propio ser, una explosión. El budismo y el Zen siguen ese camino: crean vacío en ti y a tu alrededor.
Sidi Hara. Leí tarde esta proeza suya. Es usted un verdadero al-Hadrami. Espero su reseña y poder reproducir tal joya. No estaría mal que algún editor se fijara en ella para reeditarla. Lástima que la autora muriera tan joven. Gracias por compartir sus saberes y los azares que le llevan a los mismos.
ResponderEliminarEl Diván de Nur.
Es fantástica esta entrada. La descripción de esa verdadera aventura que consiste en la búsqueda de un libro es algo verdaderamente conmovedor y apasionante. La misma historia es digna de convertirse en la base de una novela del tipo "en busca del libro perdido". Estoy deseando, al igual que Nur, que nos vayas dejando perlas de ese espíritu de Córdoba. Muy interesante también la visión del CAMINO, muy lírica y estimulante, aunque el amor y la lucha no son dos opciones excluyentes, a veces se convierten en fogosos amantes. Y, a pesar que de a menudo me invade una actitud sosegada y conciliadora, he de apreciar en otros también la valía del amor guerrero, que no deja de ser un tipo de amor apasionado. Como dice Marco Aurelio la vida se parece más a la lucha que a la danza y el que ama milita en el ejército de Eros. Pero esa es otra historia...
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ResponderEliminarNombre, El espiritú de Córdoba, te da punto críticos del pensamiento. Te hace pensar si crees en alguna de las 3 grandes religiones, y explica cómo piensas o actúas en base al origen religioso de cada quien. Yo sí sí hubiera sabido, te consigo el libro.
ResponderEliminarPues amigo o amiga Unknown, imagino que nos conocemos, pero con los datos que pones me resulta imposible dar con tu identidad. De todas formas, por la misma vía mexicana recibí un ejemplar del libro. Un saludo.
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